lunes, 10 de octubre de 2011

LA BELLEZA DE LA IGLESIA


LA BELLEZA DE LA IGLESIA (XVIII)
“Iba ella resplandeciente, en el apogeo de su belleza, con rostro alegre como de una enamorada” Est,5,1
Los cuatro o cinco fieles que aún
me leen sabrán (y hasta habrán
“padecido”) que hace sólo unos
días, empezábamos un nuevo
curso escolar. Con todo lo que
lleva de gastos, nervios, ilusiones,
organización familiar. Si. La Educación
importa. No se la puede despachar
con una serie de leyes “buenistas”, como estamos
acostumbrados en España.
La educación es mucho más: es esculpir en
la piedra el hombre que hay dentro. Es
conducir hacia el rebaño a la oveja
perdida entre los riscos . Es dejarse la
piel día a día por sacar adelante a unos
niños imbuidos de televisión, modas y
distracciones de todo tipo, cuando no
de violencias, y esclavitudes.
He conocido a educadores perdiendo
su tiempo y sus fuerzas con
niños “desahuciados”, que han salido
del pozo. Me acuerdo ahora de algunos
educadores de mi infancia, no con añoranza,
sí con reconocimiento y agradecimiento a
Dios: el hno. José Miguel Fuentes, Don Joaquín
Coronilla, por citar sólo a dos de los que
nos han dejado hace poco, y que en el cielo
estarán levantando nubes de tiza (espero que
allí no haya llegado ese engendro de la
“pizarra digital”)… No sabían de tiempo para
enseñar, para corregir a sus alumnos, para
escuchar un problema…
Por eso, al buen educador, le basta su solo
recuerdo para hacer que uno sea mejor…
¡Y qué falta nos hacen los buenos educadores!
Decía Benedicto XVI a los profesores, en la
reciente JMJ:“Los jóvenes necesitan auténticos
maestros; personas abiertas a la vedad
total…”
Hay mucho lobo, por seguir el ejemplo
evangélico, en la enseñanza. Y todos con piel
de cordero. Y todos acechando a los más débiles.
Lo digo por experiencia. A los niños se
les despoja de su inocencia, como comentaba
magistralmente, nunca mejor dicho, mi admirado
compañero El Parroquiano, en su columna
de la semana pasada.
Quizás mucha culpa la tengamos los
padres. Es cierto: no sabemos educar,
somos egoístas, hemos claudicado ante
la infamia de EpC, buscamos sólo resultados,
que nuestros niños queden
bien… Y hemos dejado muy a menudo
a nuestros hijos en manos de los
lobos… Pero cada uno tiene su parte
en esto. Y la parte del educador,
tenga la fe que tenga, no es ni más ni menos
que la de ser un reflejo de la Verdad, o sea,
de Dios. Y transparentarlo a los niños. Por
tanto, ser profesor no es sólo un trabajo, es
una llamada y una misión. Por eso, dice el
Papa “la enseñanza no es una escueta comunicación
de contenidos, sino una formación
de jóvenes a quienes habéis de comprender
y querer, en quienes debéis de suscitar esa
sed de verdad que poseen en lo profundo”.
Y de esto, el profesor Ratzinger sabía un rato…
Seguiremos en este tema otro día.
Petrus quînta
LA EDUCACIÓN IMPORTA ( I ) : El verdadero educador

Pedro A. Mejías Rodríguez

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