viernes, 28 de octubre de 2011

PARA MEDITAR

El mundo de hoy, el hombre de hoy necesita luz, mucha luz blanca, que perfore el grueso manto de tinieblas que le ocultan la verdad y el bien.
La luz viene de Dios, pero viene a través de los hombres; cada uno de nosotros debe llegar a convertirse en algo así como en un reflector de Dios.
Reflectores que reciban y transmitan y, si es posible, refuercen, la luz recibida; reflectores que iluminen y orienten; reflectores que hagan sentirse más seguros a cuantos alcanzan su chorro luminoso.
Disipar tinieblas, transmitir la luz, hermoso ideal.
Es el ideal del mismo Jesús -"Yo soy la luz de mundo, el que me sigue no camina en tinieblas" (jn. 8,12)-.
Es la misión del cristiano: "Vosotros sois la luz del mundo" (Mt. 5, 14). En medio de las tinieblas de la humanidad, el cristiano está llamado a encender su cerilla para que el hombre perdido encuentre la puerta de la salvación. 

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