domingo, 20 de noviembre de 2011

A LAS JUNTAS DE GOBIERNO DE NUESTRAS HH. Y CC.

Los domingos los he dejado para dar riendas sueltas a reflexiones que me hago y quiero hacer llegar a todos vosotros, seguidores de sedvalientes.blogspot.com, porque es el día que me invita a la introspección y a que lo más íntimo aflore. A pesar de ser el día que es: El día del cambio en España, hoy quiero hablar, escribir de las Juntas de Gobiernos de las Hermandades y Cofradía. A ellas va dedicado este humilde y sincero artículo.

Como, bien sabéis, pertenezco a una Hermandad, Afligidos, desde hace 26 años y como dice, mi admirado y querido propagandista-decano de Jerez, D. Rafael Vadillo; no es mérito mío, sólo es por haber cumplido años y ser más viejo. De esos veintiséis años, doce he sido miembro de la Junta de Gobierno de mi Hermandad, siempre mi Hermandad, no soy de esos que están en muchas y no están en ninguna. Por lo que creo que tengo experiencia sobrada para hablar un poco del tema.

En los tiempos que corren, con una Sociedad totalmente desvirtuada en valores, en principios, en eclesialidad, pertenecer al máximo órgano de gobierno de nuestras Corporaciones Nazarenas ya es motivo de elogio porque denota mucha generosidad, mucha donación de servicio a la Iglesia por medio de estas Instituciones.

Pero, ¿Y cuando no es así? ¿Y cuando utilizamos la proyección social que da estar en el Gobierno de una Cofradía en beneficio propio? ¿Cuando, poco a poco, nos vamos olvidando de los hermanos hasta que desaparecen de la órbita de los rectores de la Hermandad? ¿Cuando nos alejamos del sentido más profundo y radical de la eclesialidad y con nuestras actitudes contrariamos todo lo expuesto por la Santa Madre Iglesia?

Estas cuestiones y muchas otras son una realidad. Son muchos los miembros de Juntas de Gobierno que no quieren tener relación con los hermanos porque pueden, deben, fiscalizar su gestión en la misma. Muchos ningunean y menosprecian a todos los que no piensen como ellos y  están cuatro años dando la espalda al Cuerpo de Hermanos y sólo se interesan por ellos cuando llegan los Cabildos de Elecciones, que de similitudes con el día de hoy, son muchos los miembros de estas Juntas de Gobierno que se "aprovechan" de los cargos que ostentan para ser "alguien" en  el entramado social de cada pueblo o ciudad. ¡Qué equivocados están! Siempre he defendido que es la persona la que dignifica el cargo y no al revés. Por otro lado va en aumento la distancia que se genera entre la Iglesia y muchos rectores de estas Corporaciones. Las Hermandades y Cofradías son parte de la Santa Madre Iglesia, pero muchos dirigentes cofrades están en las antípodas, y así lo manifiestan por activa y pasiva, de los dictados del Santo Padre, Benedicto XVI, de la Iglesia Católica y de tantos laicos que se entregan a diario por su fe. Parece que todo queda reducido a "sacar" a los Titulares el día de la procesión y una vez acabada ésta, cumplir con los cultos internos y poco más. ¿A donde vamos a parar? ¿Qué estamos haciendo? Sinceramente, ¿Qué no está pasando?

Pues todo es más sencillo de lo que parece. El Maligno se infiltra por todos los lados para ejercer el mal. La Sociedad no invita a una vida dedicada a dar culto a Dios, a dar la cara por nuestras creencias, por nuestra fe y menos por la Iglesia. Criticamos sin cesar a los Curas, que son hombres como nosotros y por eso están expuestos a las injusticias y a los pecados, pero son los Ministros de Dios en la Tierra y el ejercicio de su Vocación Sagrada ya es motivo de un respeto y de una lealtad incondicional como cristianos, como católicos que somos. No podemos olvidarnos que, ante todo y sobre todo, somos católicos, cristianos-cofrades que ejercemos como tales por medio de una vocación, de un apostolado sumamente importante: Las Hermandades y Cofradías.

Siempre defenderé el papel de nuestras Corporaciones Nazarenas, siempre defenderé la labor de los dirigentes de estas Instituciones cuando lo hagan desde el Amor absoluto a Cristo y a María, a sus hermanos, al prójimo, a la Santa Madre Iglesia, a todo cuanto creemos y profesamos en el Credo. La Religiosidad Popular es una fuente importante para que todo el Pueblo de Dios se acerque a la Iglesia, para que nuestra forma de vivir nuestras creencias no se pierdan, para formar a niños, jóvenes y adultos en la fe de Cristo Resucitado.

Los cofrades que ejercen con responsabilidad sus funciones como dirigentes de nuestras Hermandades y Cofradías lo hacen, al menos es lo deseable, para Mayor Gloria de Jesús y María en sus distintas advocaciones y no debe importarles nada más que eso. Deben darle la mayor solemnidad a sus Cultos, tantos internos como externos, lo principal son Ellos y por Ellos estamos trabajando. Como dice un buen amigo Cura: "Todos trabajamos por la Causa de Dios". Quiero desde estas líneas mostrar mi apoyo y mis ánimos a un Hermano Mayor y a una Junta de Gobierno que está actualmente en el disparadero y solo por querer mantener y fijar la línea de Hermandad que defienden, que creen la mejor. Mi apoyo sincero a D. Rafael Valverde, Hermano Mayor, y a todos los miembros de la Junta de la Hermandad de la Vera-Cruz de mi querida Isla, mi querida Ciudad de San Fernando (Cádiz). Créeme Rafael, ser consecuente y coherente se paga a este precio, pero es la parte que os toca para seguir en vuestro camino que llega a la Santidad, a la Salvación. Ese, y no otro, es final de todo cristiano: La Salvación de su Alma y para eso estamos llamados.

A pesar de todo lo que expuesto, deficiencias todas salvables, creo firmemente que hay que ser valientes y dar el paso adelante cuando llegue el momento. No hay mayor honor para un buen cristiano-cofrade que el ser miembro de la Junta de Gobierno de su Hermandad, enfocando esta misión como un servicio que se presta a Dios, a la Iglesia y a todos los hermanos. Con vocación se hace todo y ser Hermano Mayor o miembro de Junta es estar al servicio de todos. Cristo nos dejó marcada la senda, solo falta que nosotros la acojamos en nuestras vidas.

Nuestro camino hacia la salvación merece trabajo y sufrimiento. La meta es la Gloria, el vivir en plenitud con el Padre. ¡Todo esfuerzo vale la pena!

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