miércoles, 30 de noviembre de 2011

SAN DÁMASO ESTRENA SU PRIMER CURSO COMO UNIVERSIDAD CON MÁS DE 1.000 ALUMNOS EN SUS AULAS.

Delegado del Gran Canciller para la Universidad de San Dámaso

Javier Prades: «La nueva evangelización no debe ser sólo un eslogan»

San Dámaso estrena su primer curso como universidad con más de 1.000 alumnos en sus aulas
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«Hacen falta educadores, no sólo recursos materiales. Hay que cuidarles»
Diccionario Inteligente
29 Noviembre 11 - - J. Beltrán
MADRID- Primero llegaron los estudios teológicos en el Seminario de Madrid. Luego, la Facultad. Y desde el pasado mes de julio San Dámaso es Universidad Eclesiástica reconocida por la Santa Sede de la que dependen cuatro Facultades (Teología, Derecho Canónico, Filosofía y Literatura cristiana y clásica), así como el Instituto de Ciencias Religiosas. Javier Prades, como delegado del Gran Canciller, está al frente del equipo de profesores y de los más de 1.000 alumnos con los que cuenta el centro.


–¿Qué supone para el alumnado en el día a día constituirse como universidad?
–Por ahora se nota más en el trabajo de organización administrativa y de comunicación. Para los alumnos hay continuidad con lo que veníamos viviendo y en las clases no hay grandes variaciones, pero se irá notando en las titulaciones, que ya tienen efectos civiles, en la posibilidad de complementar estudios... Son novedades que revertirán en la actividad de los estudiantes y los profesores y en la calidad de su trabajo. 



–Se dice que los jóvenes católicos se comprometen hoy más que hace veinte años. ¿Eso se percibe en las matriculaciones?
–Por suerte tenemos un alumnado elevado y eso indica que hay un buen número de estudiantes interesados por la vocación sacerdotal y la vida religiosa, que refleja una exigencia de totalidad y de entrega de la vida, muy propio de la vida del joven y de la llamada de Jesucristo. También tenemos muchos laicos cristianos con inquietud, lo que genera una gran riqueza en las aulas. 



–¿Se ven los frutos de la JMJ?
–En esos días pudimos ver en Madrid centenares de miles de jóvenes que pueden ser frágiles como los demás de su generación pero que tienen un gran deseo de construir la sociedad en la que están. Hay observadores no católicos que lo han reconocido con honestidad. Es un gran bien que estos chicos estén presentes en las sociedades europeas porque hacen posible la esperanza en el futuro.



–¿Cuál es la misión de la Universidad católica hoy?
–Toda universidad tiene que educar. John Henry Newman hacía hincapié en esta idea. Para una universidad católica esto es doblemente evidente porque nuestra finalidad es comunicar la luz y sabiduría que nacen de la revelación de Jesucristo para que podamos responder a las grandes preguntas de la vida. Para eso hacen falta educadores y no sólo recursos materiales.



–¿Está en el educador la clave para mejorar en el informe PISA?
–Hay que asegurar el acompañamiento a los profesores. El factor que más ha influido en la educación de todos nosotros es la figura del maestro. Es algo evidente en la historia de cada uno, pero cuando se expresan reivindicaciones casi nunca se piden grandes maestros, todo se focaliza en los recursos. Tenemos que cuidar y acompañar a los profesores. 



–El término de moda es «nueva evangelización», ¿también en la universidad?
–Hay que evitar que la nueva evangelización se convierta en un puro eslogan que se traduzca en una mera renovación de fachada. Si el Papa nos llama a una nueva evangelización en los países que tuvieron una fuerte tradición cristiana lo hace porque hay retos que tenemos que afrontar de un modo nuevo, yendo a fondo, a su raíz. Nos tenemos que preguntar por qué muchos hombres suponen que Dios no es necesario para la vida e incluso lo ven como un adversario de una vida digna. Frente a esto hay que mostrar razonadamente que el anuncio de Jesucristo en las sociedades democráticas de Occidente sale al encuentro de las aspiraciones más profundas del corazón del hombre para darles plenitud. Un hombre así será feliz y construirá mejor una sociedad libre y democrática.



EN PRIMERA PERSONA
«Un profesor es grande cuando comunica las verdades de las asignaturas con todo el rigor necesario desde el punto de vista científico y con la implicación personal de quien vive esas verdades que anuncia». Ésta es la premisa que mueve el trabajo cotidiano de Javier Prades, delegado del Gran Canciller   –el cardenal Rouco Varela–. Conocedor en profundidad de San Dámaso –no en vano, se formó aquí–, imparte en la actualidad las asignaturas de Teología Fundamental y Tratado sobre Dios. ¿Un maestro duro? «Eso deben juzgarlo los alumnos, no yo», contesta con humildad.

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