lunes, 26 de diciembre de 2011

"CREER LA NAVIDAD" POR RAFAEL SÁNCHEZ SAUS.


Los cristianos no podemos hacer como si no nos percatáramos de la progresiva pérdida de sustancia religiosa de la Navidad, de forma que los que ya no somos tan jóvenes percibimos inevitablemente la enorme distancia que separa las de nuestra infancia y las de ahora. Cómo el universal resplandor que iluminaba los rostros, la alegría profunda y humilde, contagiosa, que inundaba los hogares y los campos, las calles y los comercios, comenzaron a ser sustituidos en hora mala por actitudes de ostentación, de superficial buenismo y ansias de evasión, de satisfacción a ultranza de groseros caprichos y por ridículas pretensiones de un refinamiento postizo. Hemos querido comprarnos una Navidad a nuestra medida y la Navidad se nos ha ido yendo entre los dedos. Y de repente, nos hemos dado cuenta de que Dios molesta en Navidad y transigimos apenas con los aspectos más anecdóticos y pueriles de la tradición, a veces ya sin compartir su sentido porque voluntariamente hemos cerrado nuestros ojos y nuestros oídos al significado del misterio que decimos celebrar.

Creer fuerte, pedir también en Navidad la gracia de la fe. ¿Qué celebramos los cristianos en Navidad? No es sólo el nacimiento de un niño pobre llamado a ser luz para el mundo. Muchas utopías surgidas de la imaginación del hombre tienen comienzos parecidos a ese. Toda utopía, cualquier ideología precisan de un mito fundador, y si para nosotros, cristianos, la Navidad se redujera a la celebración del nacimiento de un niño que viene a traer paz y justicia al mundo no nos diferenciamos ni poco ni mucho de tantas otras tradiciones y sistemas filosóficos o ideológicos. No hace falta una gran fe para creer eso, que de humildísimos orígenes puede elevarse una luz poderosa, pero la cosa cambia radicalmente si penetramos en el misterio, en el escándalo de la Encarnación del Verbo Divino.

El hecho de la Encarnación de Dios en las entrañas de una virgen y su nacimiento, he ahí el gran misterio del designio de Dios hacia nosotros. Es la primera y gran Verdad del cristianismo, la más decisiva, pues una vez conocida y aceptada por la fe, podemos decir que todas las demás, incluida la de la Resurrección, no dejan de ser consecuencias suyas. Por eso, los cristianos de hoy, si queremos rescatar el sentido profundo y la belleza de la Navidad debemos meditar sobre el hecho real de que es el mismo Hijo de Dios el que ese día, de una vez y para siempre nació y asumió una naturaleza humana para hacerse igual en todo a nosotros. ¿Creemos esto de verdad o lo contemplamos con los mismos ojos descreídos que cualquier otra estampa mitológica? Si somos sinceros con nosotros mismos nos daremos cuenta de que, en la medida de que se ha ido debilitando nuestra fe en ello, hemos ido llenando nuestra Navidad de los idolillos y la bisutería que le han robado su sentido.

Rafael Sánchez Saus

No hay comentarios:

Publicar un comentario