domingo, 29 de enero de 2012

ESTO SE ESTÁ REGENERANDO; POR CARLOS DÁVILA.

Opinión | La Gaceta



  • 29 ENE 2012 | Carlos Dávila
    Tras el sofocón del impuestazo, el Gobierno ha recuperado el resuello.

  • Dos excelentes intervenciones en el Parlamento, primero la de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y después la de Alberto Ruiz-Gallardón, han reconciliado al PP con un electorado que llevaba el ceño fruncido desde aquel infausto 30 de diciembre en el que el ministro Montoro decidió aflojarnos la cartera. El reformismo, la regeneración, ha presentado sus armas, pero quizá ese no ha sido el factor, el elemento que ha movilizado el afecto de los votantes de Rajoy; ha sido la solvencia, la superioridad profesional e intelectual que han transpirado las dos intervenciones de los citados. Acostumbrados a la zafiedad, a la indigencia de la cuadrilla gubernamental de Zapatero, las exhibiciones parlamentarias de estos ministros han hecho exclamar a los afectos, como si acabaran de ver un gran partido de fútbol: “¡Qué bien juegan estos tíos!”
    La independencia judicial
    De pronto, los electores se han dado cuenta de que sí se puede poner el Estado socialista patas arriba, de que este país dormido, machacado durante ocho años, se puede regenerar a base de más libertad y menos intervencionismo sectario. El primer felipismo se cargó de un plumazo la independencia judicial. Nadie recuerda, sin embargo, que lo hizo por persona interpuesta; en efecto, fue el entonces diputado por Euskadiko Ezkerra, Juan María Bandrés, fallecido hace poco tiempo, después de muchos años en postración vegetal, quien se ofreció al nefasto ministro Fernando Ledesma (el maestro de Fernández de la Vega) a introducir en el Senado, como quien no quiere la cosa, una enmienda que dejaba en manos del Legislativo, o sea, del Ejecutivo en cada caso, la designación de los miembros del Consejo General del Poder Judicial. Guerra, ufano y desafiante como siempre, no pudo contener su entusiasmo: “Montesquieu –dijo– ha muerto”. Y se quedó tan pancho.
    Soraya y el propio Gallardón quieren devolver al Poder Judicial su autonomía, su decencia, y el PSOE, ayudado por los nacionalistas, que sólo hablan del Estado cuando pueden aprovecharse de él, se han quejado lastimosamente. Esta es la prueba evidente de que las reformas marchan en la buena dirección. La semana hubiera sido aún más grande para la democracia rediviva si no hubiese sido por las declaraciones chantajistas y hasta xenófobas del actual presidente de la Generalitat, Artur Mas, y de su antecesor Jordi Pujol, al que el virus del independentismo, que pareció abandonarle durante todos sus mandatos, le ha afectado tan seriamente y ha caído ya directamente en el desvarío. Mas ha regresado nuevamente al chantaje: ha amenazado con romper las costuras constitucionales si no se le regalan las dádivas fiscales que, con una falta de oportunidad rotunda, reclaman para rehacer la ruina que le dejó el maldito tripartito. ¿Y Pujol?; pues nada, el miércoles se soltó la melena (si esto fuera posible en él y en el que suscribe) y se quejó de que, mientras haya en Cataluña camareros que hablan en español, no será posible la independencia. Si tal estupidez entre clasista y xenófoba –¿o qué otra cosa es?– la llegamos a escribir cualquiera de nosotros, estaríamos ahora mismo en la picota de la progresía más inmunda de este país. Pujol no, Pujol es un patrimonio que puede permitirse el lujo de sugerir la expulsión de cualquier profesional de la hostelería que no sirva las cañas en catalán.
    No podemos pagarlas
    Son episodios que, digo, han nublado un tanto el clima de regeneracionismo que se ha instalado de golpe en España. Si hubiera que ponerle una pega, no será otra que esta: aún se queda corto. La oportunidad que se nos ofrece es paradójica: consiste en utilizar nuestra caótica situación económica y financiera para dejar este Estado pantagruélico que se ha ido construyendo a lo largo de tantos años en el puro esqueleto. Es decir, que como lisa y llanamente no lo podemos pagar, quitémosle todas las pajas que sobran. La Ley de Estabilidad Presupuestaria ya es un principio. La vicepresidenta presentó esta semana una iniciativa que, curiosamente, ha sido la menos festejada: la disminución de las subvenciones, pero aún no sabemos en que términos y con qué intensidad. Hace meses que inauguramos en LA GACETA un ejercicio que, curiosamente, hasta ese momento nadie había realizado: la lectura diaria del Boletín Oficial del Estado, el auténtico poder periodístico de España. Pues bien, en todo este tiempo nos hemos encontrado con una auténtica barbarie practicada sin decoro, con enorme desvergüenza por el Gobierno socialista y sus adláteres. Han concedido miles de millones a asociaciones, fundaciones, oenegés desconocidas y probablemente golfas, y han engordado las cuentas de los partidos y de los sindicatos como si ese dinero fuera literalmente suyo. Hay que acabar con eso; nos ayuda, repito, el desastre económico que hemos recibido de un tipo, Zapatero, que ahora mismo debería estar directamente llamado por los tribunales.
    Hacia un plan general
    La regeneración también consiste en aligerar de prebendas a los paniaguados, que son todavía muchos y muy activos. El Estado elefantiásico no se puede pagar; miren por dónde esta es una buena noticia. Ahora bien, ¿se atreverá el Gobierno de Rajoy a acometer un plan general para reducir el poder y, por tanto, el gasto de las comunidades autónomas?, ¿se atreverá a terminar con el centrifuguismo que se ha revelado no ya como inútil y oneroso sino como claramente perturbador de nuestra conciencia nacional? El déficit cero urbi et orbi es un buen dato. Líneas más arriba ya he descrito cómo el independentismo catalán que preside Mas nos va a someter a una extorsión política permanente. Ahora han hallado (incluso en periódicos que hasta hace poco se llamaban españoles) sostén para mantener la idoneidad de una consulta soberanista. El filón se llama Escocia, donde el líder de un partido anti-Unión se dispone a convocar un referéndum, en 2014. ¡Hay que ver con qué emoción ha recogido La Vanguardia del conde de Godó (que ni es grande ni es de España) la iniciativa de este locuelo güisqueril. Fracasado Quebec, Cataluña se mira ahora en Escocia.
    Pues bien, desde la Meseta, donde por lo visto odiamos a los catalanes –¡habrase visto mayor idiotez!– escribimos que en esta revisión de los reinos de taifas impagables que llevamos soportando decenas de años, ninguno puede quedar al margen, digan lo que digan Mas, Pujol, su hijo Oriol o el recientemente converso al separatismo Josep Antoni Duran i Lleida. Bien está que devolvamos el prestigio al Constitucional, muerto desde aquella bochornosa tarde en que el dúo González-Guerra convocó a La Moncloa al infortunado tartamudo presidente García Pelayo para que se sometiera al expolio de Rumasa; bien está que en el Consejo del Poder Judicial se cierren las puertas a gentes como ese Gómez Benítez que quiso ceder a los asesinos de ETA hasta Navarra; bien está que se clausuren organismos rigurosamente inútiles como la fantasmal Comisión del Juego, donde moran ganapanes sin labor alguna; bien está que se reforme la Ley del Menor para que atrocidades como las que ahora nos asolan se paguen con castigos de gran cuantía; bien está que los asesinos etarras se mueran en la cárcel... bien, muy bien está todo esto, pero el auténtico cascabel de nuestro gato español es reducir la fiesta, el jolgorio despilfarrador de las autonomías, a una expresión política y económica mucho más limitada. El regeneracionismo que ha inaugurado el PP será entonces definitivamente creíble. El ¡Viva Cartagena! no se puede pagar y además es antipatriótico.

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