martes, 31 de enero de 2012

LA VUELTA AL RUEDO DE UN VALIENTE.



  • Su rostro parece el de un legionario llegado de la batalla de Annual. Pero su desastre no lo encontró en tierras africanas, sino en la plaza de la Misericordia de Zaragoza. No le guarda rencor al toro. Tras treinta y siete cornadas regresa con la casta de siempre. Es una entrevista de Javier Torres.
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    Juan José Padilla agarró el tercer par de banderillas pese a que ya no estaba obligado a clavarlas para cambiar de tercio. Se empecinó en ello motivado por el éxito en las dos tandas anteriores. En el albero aguardaba Marqués, un toro de 508 kilos de la ganadería de Ana Romero. El Ciclón de Jerez salió de tablas corriendo en paralelo al animal para llevárselo hacia los medios. Allí le clavó de forma impecable las dos banderillas. En la vuelta al burladero, el torero perdió el equilibrio y cayó al suelo. El toro se precipitó sobre él y le clavó un pitón en su ojo izquierdo.
    Un silencio estremeció el coso y desde el burladero su compañero Miguel Abellán -quien acabaría matando a Marqués- no pudo contener las lágrimas. Fueron momentos en los que se temió por la vida del diestro. No era para menos: el cuerno del toro le había sacado el ojo de la órbita.
    Aquella no fue la primera cornada que recibió, pero sí la que más le ha cambiado. Desde ese día, su vida ha sido una carrera de obstáculos: la operación de urgencia después de la cornada, la pérdida de visión en el ojo, las interminables visitas al médico, la pérdida de audición de su oído izquierdo... Pero Padilla no es de los que arrojan la toalla. Su trayectoria delata a un hombre que jamás le volvió la cara ni a la vida ni al morlaco. Entiende su profesión como una batalla permanente. De ello pueden dar buena fe en las enfermerías de muchas plazas españolas.
    -¿De dónde saca tantas fuerzas?
    -Mi fuerza no es física, es pura voluntad indomable. Pero que conste que no me considero un héroe.
    -¿Y no sería más fácil la retirada que volver a los ruedos con un ojo menos?
    -Sería imposible no dar la cara ante quien me ha dado tanta grandeza. Además me apoya mi familia.
     
    Cuando vuelva a vestirse de luces -será el 4 de marzo en Olivenza- no habrán transcurrido ni cinco meses desde la fatídica cogida en La Misericordia maña. Padilla ya se ha probado toreando en el campo con un solo ojo. Empresa difícil, pero a su juicio necesaria por el respeto que le merecen la profesión y sus compañeros. “Para mí sería impensable volver delante de un toro sin haber entrenado antes”.
    -¿Le ha costado mucho trabajo asimilar la realidad?
    -Sí, pero soy una persona de fe y sé que el sufrimiento es parte de la gloria.
    -¿Y qué pasa con el miedo? Juan Belmonte decía que eso es innato al torero.
    -Siempre lo he tenido. Es una mezcla de responsabilidad e incertidumbre y a veces hasta de alegría... Pero ahora no daré marcha atrás, Dios me ha dado la oportunidad de volver y la voy a aprovechar.
     
    Otros toreros sufrieron la misma agonía que Padilla, algunos incluso lo pagaron con su vida, como Manuel Granero, corneado por Pocapena el 7 de mayo de 1922 en la plaza de Las Ventas. Otra desgracia fue la que sucedió en La Maestranza de Sevilla a Lucio Sandín, que perdió su ojo aunque no la vida. Otros heridos en la misma zona fueron el Niño de la Taurina en Algeciras y Javier Vázquez en Villanueva de Perales. Acongojan los precedentes.
    -¿Y qué va a sentir cuando se ponga delante del toro?
    -Lo que siempre he sentido: que uno está solo, pero arropado por Dios.
    -¿Reza antes de las corridas?
    -Antes, durante y después. Pero lo hago a diario, no solo en el ámbito profesional. Me encomiendo a la Virgen del Rocío y a san Martín de Porres, a quienes profeso una gran devoción. De hecho, uno de mis hijos se llama Martín.
     
    El parche que lleva se lo regalaron Fernando Carrasco y su mujer Ana Romero, que da nombre a la ganadería a la que pertenecía el toro de aquella tarde en Zaragoza. El invierno está siendo largo para Juan José Padilla, pero poco a poco se atisba la luz al final del túnel. Las jornadas de campo le han servido para meditar mucho, pero también para darse cuenta del riesgo que corre a partir de ahora: con la mitad de visión pierde la orientación respecto al toro. “Sobre todo cuando remato una tanda con un pase de pecho, justo al volver”.
    A veces cree que lo mejor es no pensar demasiado en lo que podría haber ocurrido. Sus esfuerzos se centran en valorar lo que tiene. De esta forma el matador andaluz ha hecho de la necesidad una virtud, y ese es precisamente el camino que le está llevando a ver las cosas de forma positiva.
    -¿Valora las cosas más que antes?
    -Ahora soy feliz. Me levanto por las mañanas dándole gracias a Dios por tener dos piernas, dos brazos, en fin, por tener a mi familia. Si no es por ellos, me hubiera resultado imposible volver a los ruedos. Son la columna vertebral de mi vida.
    -¿Y si las cosas no salen como espera?
    -Lógicamente, temo que las cosas no salgan bien, que el día que toree haya mucho viento o que el público no disfrute. Pero para mí volver a torear ya es una gesta.
    -¿Volverá a encerrarse con seis miuras?
    -Mi ilusión es volver a torear en las principales ferias. Sueño con Sevilla, pero iré allá donde me contraten. La reacción de los empresarios está siendo buenísima.
    -Complete la frase: no entendería el toreo...
    -Sin la presencia del Altísimo.

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