sábado, 25 de febrero de 2012

EL ATAQUE COMO DEFENSA.

Dicen que la mejor defensa es un buen ataque y eso es lo que deben creer algunas personas que defienden así su gestión. Cuando su gobierno echa agua por todos los lados o cuando no se está capacitado para ejercer una determinada responsabilidad empiezan los miedos, los síndromes persecutorios, se ven fantasmas donde no los hay o no debiera haber. Todo cuanto se diga en la calle por los miembros de la institución que dirigen es una auténtica afrenta y declaran la enemistad más manifiesta lo que se pueda escribir en los medios de comunicación o en las herramientas que proporciona internet, aunque la cosa no vaya con ellos, ven enemigos por todos los lados.

Esto pasa cuando la gestión es tan cuestionada y cuestionable que saben, por que no serán muy listos, pero tampoco tontos, que la inacción en la dirección de la entidad es tan palpable que o todos están equivocados o están equivocados todos porque ellos, los insignes rectores de medio pelo, no lo  están. La verdad y el acierto absoluto cae de un solo lado: El suyo.

Para defenderse de su "gestión" lo que hacen es atacar a todo bicho viviente que   no piensen como ellos, se ensañan con los que no están presentes, porque es más fácil ya que  no pueden responderles, y de paso hacen una crítica velada a las personas que piensan que son negligentes en su acción diaria en gestionar los asuntos que tienen encomendados. Suelen coger para tal ardua defensa, que está llena de ofensas, a las personas más manejables y manipulables. Éstas dicen lo que tienen proyectado y programado decir a favor de los ínclitos dirigentes. Algunos son personas, manejables y manejadas, pero de gran corazón y otras, dejan mucho que desear y que tienen más por que callar, que por que decir.

La ofensa, el maltrato verbal se convierten en  armas arrojadizas contra todos los que actúan con sólidos argumentos. Ante la razón: La sinrazón. Ante los argumentos: La descalificación. Ante la opinión: La humillación. Cuando se llega a este punto, ya nada tiene sentido y el silencio puede ser el mejor antídoto en ese momento.

Pero si esa élite de dirigentes ineficaces creen que van a acallar tantas voces que, no sólo critican, sino que piden un cambio de rumbo, proponen alternativas o sugieren propuestas, están muy equivocados. La libertad de expresión existe en España y dentro de un orden, de una correctísima educación, se puede hablar y decir todo. Siento muy de veras que no sepan argumentar nada de nada y ofrezcan como la mejor defensa de sus actuaciones las ofensas, el menosprecio manifiesto. Otro dicho dice así: Cuando se pierden la razón se empieza con las ofensas. El que quiera oír que oiga. No creo que aparte de inútiles estén tan sordos.

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