lunes, 27 de febrero de 2012

REFLEXIONES SOBRE EL PERDÓN.


            Esta palabra tan importante del vocabulario cristiano constituye también un término común en la vida cotidiana. Cuando, hallándonos con otras personas, tenemos que hacer algo que pueda resultar molesto, nos anticipamos con un educado “Perdón”, que equivale a un “Disculpe usted”. Así hacemos también cuando debemos abrirnos paso en medio de una multitud, que es igual a decir: “Por favor, ¿Me permiten?”... Pero hay ocasiones en que la palabra “perdón” es más personal, tiene un sentido fuerte y nos compromete de veras. Por ejemplo, si somos conscientes de haber ofendido a un amigo con nuestro comportamiento y deseamos reparar el mal hecho y restaurar una relación deteriorada, acudimos a él para pedirle perdón, significa que no nos rechaza por lo que hemos hecho, que admite nuestro arrepentimiento y la voluntad de quererle bien... Con su perdón nos devuelve bien por mal. Es algo que nos llena de alegría y consolida la confianza en nuestros semejantes. Sin el perdón nuestra vida social sería un infierno, pues todos cometemos errores y necesitamos de los demás; nuestras relaciones heridas deben ser una y otra vez sanadas por el perdón.

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