miércoles, 31 de octubre de 2012

CINCO SIGLOS DE LUZ CEGADORA.



2012-10-31 L’Osservatore Romano
Al menos diez mil personas entran cada día en la Capilla Sixtina, con picos de veinte mil en los períodos de máxima afluencia turística. Es gente de procedencia, lengua y cultura diversa. De toda religión o de ninguna. La Capilla Sixtina es la atracción fatal, el objeto del deseo, la meta irrenunciable para el pueblo internacional de los museos, para la migración del así llamado turismo cultural.
Aquel 31 de octubre de 1512, cuando Julio II inauguraba con la liturgia de Vísperas la bóveda concluida por Miguel Ángel, después de un esfuerzo enorme que duró cuatro años (1508-1512), el Papa no podía imaginar que de aquel fresco de más de mil metros se precipitaría sobre la historia del arte un violento torrente montano portador de felicidad pero también de devastación, como escribió Woelfflin en 1899 con una bella metáfora.

De hecho, después de la bóveda, la historia del arte en Italia y en Europa cambia radicalmente. Ya nada será como antes. Con la bóveda comienza la estación de las artes que los manuales llaman «del manierismo». La bóveda —escribe Giorgio Vasari— se convertirá en el candil destinado a iluminar la historia de los estilos para muchas de las próximas generaciones de artistas.
Ciertamente, hoy cinco millones de visitadores al año en la Capilla Sixtina, veinte mil al día en los momentos punta, hacen que el problema sea arduo. La presión antrópica con el polvo inducido, la humedad que los cuerpos llevan consigo, el anhídrido carbónico producido por la transpiración, comporta incomodidad para los visitadores y, a largo plazo, posibles daños para las pinturas.
Podríamos contingentar el acceso, introducir el número cerrado. Lo haremos si la presión turística aumentase más allá de los límites de una tolerancia razonable y si no lográsemos contrarrestar el problema con una eficacia adecuada. Considero, sin embargo, contrariamente a lo que ha aparecido en algunos medios de comunicación, que en el corto-medio plazo no será necesaria la adopción del número limitado. Mientras tanto, es necesario poner por obra todos los más avanzados medios tecnológicos capaces de garantizar la eliminación del polvo y la contaminación, el recambio veloz y eficaz del aire, el control de la temperatura y de la humedad.
Decía Giovanni Urbani, gran maestro de nuestros estudios, que en nuestra época no se concede tener un nuevo Miguel Ángel. A nosotros, sin embargo, se nos concede el dominio de la técnica, la cual nos permitirá, si se aplica correctamente, conservar en las mejores condiciones y por el mayor tiempo posible, el Miguel Ángel que la historia nos ha dado.

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