domingo, 28 de octubre de 2012

CUANDO ELOY MURIÓ...

Política | La Gaceta


  • Compartir en Delicious
  • Cuando Eloy murió...
    EL ESPAÑOL QUE LUCHÓ CONTRA CASTRO
    Cuando Eloy murió...
    1 COMENTARIOS GONZALO ALTOZANO
    La acción y la política la traía puesta de casa. Su padre fue comandante republicano en la Guerra Civil española y un hermano suyo -José Antonio- cayó en el frente de Majadahonda.
  • Eloy se ganó los galones revolucionarios con el asalto al palacio presidencial de Batista, donde cayó su hermano Carlos, quien había hecho la mili en la resistencia francesa.
    Tras la audaz intentona golpista -eran solo un puñado de muchachos-, a Eloy le hicieron jefe acción y sabotaje del Directorio Revolucionario Estudiantil. Poco después subiría a las montañas, donde comandó el II Frente Nacional del Escambray. La intención -tanto de echarse al monte como de entrar a sangre y fuego en palacio- era doble: derrocar a Batista y bajarle los humos a Castro, a quienHerbert Mathews, del New York Times, ya le había hecho un publi-reportaje. 
    Al poco de entrar los barbudos en La Habana, Menoyo se olió la tostada comunista. No había hecho él una guerra de guerrillas para hacer de Cuba un satélite tropical de la URSS. Así que se subió a una balsa y puso rumbo a Florida, adelantándose a tantísimos cubanos que, años después, harían el mismo trayecto en idéntico medio de transporte.
    Ya en Miami, se enroló en Alpha 66, la organización que encuadraba a los duros del exilio. Eloy volvió a tomar su fusil, a calzarse las botas de guerrillero y, al grito de sic semper tyrannis, entró en los equipos de infiltración. En una de sus acciones fue capturado y, tras una pantomima de juicio, condenado a pena de muerte, que le fue conmutada por treinta años de cárcel, de los que cumplió dos tercios.
    En la cárcel tomó parte en una de las más grandes -y silenciadas- ocasiones que vio el siglo XX: la epopeya de los plantados, los presos políticos que, con su rebeldía, con su verticalidad, cada mañana, durante años, se propusieron no dejar que Fidel leyera tranquilo el Granma a la hora del desayuno.
    Como sus compañeros, Menoyo se negó a ponerse el uniforme de los comunes, hizo huelgas de hambre y no asistió a una sola clase de adoctrinamiento político. También como sus compañeros comprobó que el ruido de los huesos rotos por los culatazos de los carceleros es parecido al de una pelota de beisbol golpeada por un bate.
    Uno de los cabos más sanguinarios del castrismo, el cabo Prieto, el Perro Prieto, cayó a golpes sobre Menoyo a las puertas de las circulares de Isla de Pinos, tras una jornada de trabajos forzados de picar piedra en la cantera del penal. Menoyo quedó reducido a un amasijo sanguinolento, sin una costilla en su sitio; ya nunca más haría uso de su oído derecho ni de su ojo izquierdo. El mundo tendría noticias de la golpiza años después gracias a Armando Valladares, quien la registró en su best seller Contra toda esperanza.
    Fue Felipe González quien -se dice que tras una francachela con Castro en Tropicana- se colgó la medalla de la liberación de Menoyo. No hay que olvidar que tres años antes, en 1983, un diputado de AP pidió a la bancada socialista que se solidarizara con Menoyo, cuyo padre había luchado bajo las banderas del PSOE. La respuesta de sus señorías -consta en acta- fue una negativa en forma de abucheos y risotadas.
    Una vez en libertad, Menoyo confirmó las sospechas de algunos presos -Roberto Martín Pérez, el español Odilo Alonso- quienes en sus memorias de cautiverio le prefiguran como a un portador del germen de la infamia. Porque es en términos de traición la manera en que el exilio interpretó sus coqueteos con el castrismo. Y no solo el exilio. Federico Jiménez Losantos, que durante años hizo de la liberación de Menoyo una bandera, le dedicó uno de sus comentarios liberales en ABC: “Qué pena me ha dado, Eloy, ver que sigues preso”.
    Circula por internet una foto de Fidel y Menoyo tomada a mediados de los noventa. Los teóricos de la conspiración creen ver en el brazo tendido de Castro el gesto del que va a condecorar a otro. ¿Menoyo agente del G-2? ¡Quiá! ¿Y si todo fuera más sencillo? A lo mejor el hombre pretendió de verdad cambiar las cosas desde dentro, de la ley a la ley. Solo que no pudo ser.
    Cuando Eloy murió, el tiranosaurio todavía seguía allí. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario