martes, 27 de noviembre de 2012

LA FACHADA DEL CASTRISMO SE DESMORONA.

Sociedad | La Gaceta


  • La fachada del castrismo se desmorona
    CUBA

    1 COMENTARIOS MARI LUZ ALONSO
    Cuba afronta su transición ante los enésimos rumores de la inminente muerte de Fidel Castro. El comandante ya ha elegido dónde reposará su cuerpo mientras su hermano Raúl emprende una tímida ‘actualización’ del sistema.
  • Libertad o muerte. Cuba vive en una encrucijada que la obliga a romper con su bendita paciencia colectiva –esa que ha hecho posible 54 años de Revolución socialista– y se prepara para una transición que los ciudadanos del son, el ron y el maní esperan sea sosegada.
    Desde que en febrero de 2008 Raúl Castro tomara las riendas del último reducto mundial del comunismo, el Régimen ha dado tímidos pasos en pro de la liberalización comercial del país. El ahogamiento económico de la isla –motivado en parte por el embargo que mantiene Estados Unidos y en parte por la incapacidad del propio sistema comunista– ha forzado al heredero de Fidel a iniciar un giro que muchos interpretan en Cuba como el principio del fin del Régimen.
    Recorrerse La Habana desde la plaza de la Revolución, en la que tiempo atrás el Comandante pronunciaba sus prolongados discursos, hasta el Malecón, en el que los cubanos siguen reuniéndose para beber ron mientras los niños comen palomitas de maíz y maní, sin perder de vista La Habana Vieja, en la que los edificios coloniales sobreviven apuntalados, es obligado para cualquiera de los más de 150.000 turistas que cada año entran en la isla –en torno a 7.000 son españoles–. Pero ese paisaje a partes iguales populoso y deprimente retrata mejor que cualquier crónica del diario oficial Granma la realidad cubana. En ese periódico en el que el castrismo difunde su propaganda no confía ya ni el último de los cubanos que pueblan Sierra Maestra, tierra que elevó a los altares del comunismo a Fidel Castro. La mención del hasta hace poco innombrable Comandante en Jefe, al que algunos se referían sólo por señas indicando su barba, ya no infunde miedo. El pueblo cubano ha perdido todo respeto por el hombre que ha regido sus designios durante medio siglo y el relevo en la cúpula del Gobierno de la república ha acabado por dilapidar el pavor que durante 50 años ha mantenido en silencio a los cubanos.
    Sin derechos humanos
    La disidencia ha hecho visible lo que el Régimen se ha esforzado en ocultar y las últimas crónicas sobre las detenciones arbitrarias llevadas a cabo por la policía revolucionaria, firmadas por disidentes a los que Estados Unidos está dando apoyo logístico para que tengan acceso a las redes sociales que el castrismo capa de forma sistemática, son la mejor prueba de la transición que vive Cuba. Cuentan los opositores que cada día son más los ciudadanos que dejan de mirar detrás de la cortina de sus ventanas los arrestos y salen a la calle para impedir las detenciones. A pesar de todo, según la Comisión Cubana de Derechos Humanos, sólo en el mes de octubre el Régimen castrista arrestó al menos a 520 ciudadanos por motivos políticos y en los primeros 10 meses de este año ya son más de 5.600 los cubanos que han dormido más de una noche en el calabozo por no esconder su malestar con las políticas del Gobierno de la república.
    Pese a la dolorosa realidad de libreta de racionamiento, o canasta familiar, en la que ya no se incluyen productos tan básicos para una alimentación de subsistencia como las patatas, los cubanos siguen manteniendo la serenidad como rasgo principal de su carácter. Elizardo, guía turístico, admite que ese caricaturizado rasgo del pueblo cubano es tan real como desesperanzador y a él culpa este funcionario de la desidia en la que vive la sociedad habanera, que inventa mil fórmulas para engatusar a incautos turistas y sacarles el dinero, pero se niega a levantarse contra el Régimen que ha logrado cortar todas sus aspiraciones.

    Precisamente la llegada masiva de extranjeros, que crece cada año, está sirviendo de bombona de oxígeno para la economía de la región. La implantación de la doble moneda –los nacionales pagan en pesos cubanos mientras que los extranjeros lo hacen en pesos convertibles– ha supuesto una importante inyección de divisas en el país. Tanto es así que el Gobierno cubano busca a la desesperada alianzas con agencias turísticas especializadas en cruceros por el Caribe. El problema, esgrimen en la isla, es el bloqueo estadounidense que impide que un barco recale en un puerto norteamericano en los 180 días posteriores a su llegada a Cuba. Si EE UU eliminara esta restricción –dicen las autoridades cubanas–, un millón de visitantes llegarían a la isla en barco de crucero. Por contra, el castrismo sí cuenta con el apoyo incondicional de China, que suministra a la compañía nacional de turismo cubana flamantes autobuses en los que transportar a los turistas.
    Las guagas destartaladas que circulan por la isla son sólo para los locales, pero la leve apertura del Gobierno de Raúl Castro ha permitido la proliferación de unas bici-taxis que recorren, gracias al sudor de la frente de sus conductores, las poco higiénicas calles de La Habana Vieja entre los desconchones de las fachadas, las zanjas, el cableado eléctrico, la suciedad de las exiguas aceras y la vegetación que florece en las decoradas terrazas de los palacetes coloniales que hace más de un siglo levantaron los españoles.
    Pero, para comprender el cambio que está experimentando la sociedad cubana y que ha derribado por fin la fachada ilusoria que el comunismo logró levantar, es necesario hacer un repaso por las tímidas medidas de actualización del sistema –así denomina el Régimen el proceso de transición económica– que está llevando a cabo el Gobierno de Raúl Castro, en el que el heredero de Fidel introdujo hace algunos años a militares de su confianza en detrimento del equipo económico de su hermano.
    La última de sus decisiones, aprobada en octubre, es quizá una de las más esperadas. Se trata de la modificación de la ley migratoria gracias a la cual los cubanos dejarán de tener restringida la salida del país. A partir de 2013, se eliminará el permiso de salida y las denominadas cartas de invitación, hasta ahora imprescindibles para volar fuera de la isla. Además, los cubanos podrán permanecer en el extranjero 24 meses y no 11 como hasta ahora. Eso sí, la libertad no será real hasta que no se eliminen las barreras que lleva aparejadas la normativa y que pasan por impedir la salida a los disidentes –para evitar que informen fuera de la situación existente en la república otrora colonia española–, así como la de los profesionales más reputados, pues el Régimen quiere evitar una fuga de cerebros. Por tanto, tener el derecho a viajar al extranjero seguirá dependiendo del criterio discrecional de la Administración castrista, que, sin duda, tal y como reconocen los cubanos, abrirá la mano porque necesita las remesas de dinero que los que se vayan enviarán a la isla.
    El sueño del balsero
    Ese sueño de volar en busca de un futuro en el que el deseo de prosperar no se vea cercenado es el que llevó al hijo de Ernesto, enterrador del cementerio de Colón de La Habana, a morir en una balsa. El dolor producido por el fallecimiento de su hijo mientras intentaba alcanzar las costas estadounidenses sólo es superado por el ansia de ver a sus nietos progresar en una sociedad que sepa valorar el esfuerzo. Él se ha convertido en el padre forzoso de una niña de 12 años que a buen seguro formará parte de la primera generación de cubanos que no tenga que volver a rezar frente a la estatua de la Virgen de los Balseros en el cementerio de Colón.
    El motor actual del crecimiento de la isla tiene también mucho que ver con otro cambio normativo que ha dado luz verde a la venta de inmuebles, algo hasta ahora prohibido. En ese mundo feliz dibujado por el comunismo y retratado por el escritor británico Aldous Huxley, en el que el Estado es el dueño de todo y los ciudadanos reciben casa y alimentos, pero tienen impedidas todas sus aspiraciones, cohabitan los cubanos que han visto desmoronarse los palacetes de los que la Revolución echó a la oligarquía que apoyaba al general Batista. Para limpiar de mugre la fachada de esos edificios que muestra el paso del comunismo por la isla, Raúl Castro ha decidido permitir la venta de materiales de construcción a la población, de modo que los cubanos comienzan a remozar las fachadas de las casas en las que viven, al igual que el Régimen intenta hacerlo con la arquitectura del Malecón, una labor de rehabilitación en la que colabora la Unesco.
    Menos funcionarios
    Como en Europa, Raúl ha amenazado a su población con suprimir un millón de empleos estatales para hacer más eficiente la Administración, que apenas paga el equivalente a 20 euros al mes a sus funcionarios, poco más si estos son maestros o médicos. Lo hará de forma progresiva porque sabe que la industria del país es tan exigua que sería incapaz de absorber esa mano de obra. Lo que sí ha comenzado a desarrollar es un programa por el cual los empleados públicos cobrarán en función de su producción. Eso significa que el Régimen está dispuesto a poner fin a 54 años de laboriosa lobotomía consistente en capar el mérito y el esfuerzo en pro de una igualdad comunista.
    En ese marco se encuadra también el permiso para la emisión de nuevas licencias de taxis privados, que han crecido como la espuma y se agolpan a la vera de la plaza del Capitolio –réplica del estadounidense, pero tres centímetros más alto, como recuerdan los taxistas–, que estaban prohibidas desde 1999. También se pueden abrir nuevas barberías y peluquerías, cuyo control hasta ahora estaba en manos de la Administración. En ese tipo de negocios y especialmente en los empleos derivados del turismo se basa actualmente la economía nacional. Además del trabajo mejor pagado de lo habitual que se oferta en los complejos hoteleros de zonas como Varadero, en La Habana proliferan los paladares, otrora casas particulares de comida clandestinas. En la casa Don Lorenzo, en La Habana Vieja, comer el tradicional arroz con fréjoles y pollo al lado de una familia cubana ha dejado de ser algo impensable.
    El problema de los emprendedores que están dispuestos a luchar por construirse un futuro que no esté tutelado por el Estado son los altos impuestos que tienen que pagar. Oswaldo, conductor de una bici-taxi, afirma que los cambios que ha experimentado la sociedad cubana en los últimos cuatros años han sido muy importantes, pero queda demasiado por hacer y el ansia recaudatoria de la Administración le obliga a entregar la mitad de lo que gana al Estado.
    Guajiros y teléfonos móviles
    Algo similar le ocurre a los guajiros, como se denomina a los campesinos cubanos. El viejo lema que dice que la tierra es para quien la trabaja nunca ha tenido sentido en Cuba y los productores de tabaco han sufrido la obligatoriedad de entregar su trabajo al fondo perdido del castrismo. Ahora, los guajiros venden al Estado su producción, al precio que la Administración dicta, pero pueden quedarse con un 10% para consumir o, lo que es más habitual, revender en el floreciente mercado negro, del que ahora han desaparecido los teléfonos móviles que ya pueden obtenerse de forma legal.
    Hasta hace poco tener un móvil, un ordenador o un reproductor de DVD era poco menos que una sentencia que tachaba al propietario de disidente político. La liberalización de la venta de estos dispositivos, a los que a pesar de todo, solo puede acceder una ínfima parte de la población, es otro de esos pasos adelante a los que en ocasiones siguen dos pasos atrás. El ahogamiento económico mundial, que ha derivado en un recorte brutal de los recursos que algunos países dedican a la cooperación al desarrollo, afecta de forma directa a Cuba, pues uno de los principales suministradores de ayuda a la isla es España. Esa es la clave de otra de las medidas: la ampliación de 50 a 99 años los derechos de usufructo de las tierras para proyectos de turismo. Esta decisión busca a la desesperada atraer inversión extranjera, pues el castrismo ya no tiene ni miseria que gestionar.
    La estrecha relación que el castrismo mantiene con sus vecinos venezolanos y en menor medida con la Administración de Cristina Fernández de Kirchner es la base del sostenimiento económico del sistema. La televisión cubana emite de forma constante propaganda recordando los beneficios de ese modelo político en el que solo existe un partido, el Comunista, pero que aseguran es plural como ningún otro sistema en el mundo.
    La represión que ha degenerado en desidia social sigue existiendo, pero la pequeña liberalización que se respira en la isla está dando lugar al germen de una nueva sociedad dispuesta a luchar por un futuro tan incierto como esperanzador, en el que el primer escalón será sin duda el adiós definitivo a la era Fidel Castro. El Comandante ya tiene su hueco en un mausoleo dedicado a las fuerzas revolucionarias en el cementerio de Colón de La Habana. Su tumba quizá pueda verla desde su residencia Raúl Castro, cuya vivienda de estilo soviético se levanta a la espalda del famoso camposanto. Mientras eso ocurre, los cubanos siguen subsistiendo entre la lectura obligada de los discursos de Fidel Castro, la añoranza de la utopía que sigue representando el Che, las apreturas de la falta de alimentos y jabón y el ansia de libertad que pasa irremediablemente por el derrocamiento de un Régimen que ya dura medio siglo. Los cubanos lo tienen claro: libertad o muerte. 

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