martes, 29 de enero de 2013

"DESDE VILLALUENGA".


¡Con lo que cuesta llegar al sábado y lo rápido que pasa el fin de semana!

El sábado sobre las once de la mañana salíamos de Jerez con destino a Villaluenga del Rosario, en el camino nos paramos a echar gasolina que se ha convertido en un artículo de lujo siendo necesario. ¡Estos son los contrasentidos de esta vida!

Sobre las doce y cuarto llegamos al pueblo. Un día espléndido nos recibía, en las recoletas calles se percibía cierta intensidad porque muchos vecinos así como visitantes daban una vuelta aprovechando los cálidos y luminosos rayos de sol que ha estado oculto bajo las nubes y la lluvia durante cerca de dos semanas.

Cuando estuvimos en casa organizamos lo que habíamos traído así como limpié la chimenea. Decidimos no encenderla enseguida toda vez que solo teníamos un saco de leña y eso es bastante poco para el frío que hacía. La semana próxima llamaremos a Mateos para encargarle otros sacos del necesario elemento que hace que nuestros cuerpos puedan vivir al calor del fuego que desprende la chimenea.

Nos fuimos para el Casino, allí estaban Fernando y Alex. Había ambiente en el mismo y muchos  vecinos estaban en la barra tomando el aperitivo. Nosotros subimos a la primera planta y nos sentamos frente a los ventanales que dan a la Alameda y a la Sierra. Un rioja, una botella de agua, unos frutos secos fueron nuestro aperitivo hasta que la sabrosa comida estuvo en nuestra mesa. Muy ricas las croquetas caseras de cocido así como una tapita de puntillitas, que la mujer de Fernando las hace de escándalo, así como una hamburguesa natural sin aditivos ni conservantes hizo las delicias de nuestros estómagos.

Cuando ya nos íbamos nos dio mucha alegría el encontrarnos con Fernando Carmona Espinazo. Fernando es miembro, como nosotros, de los Caballeros Hospitalarios siendo el consultor médico de nuestra Benemérita Institución. Charlamos y nos dijo que estaba pasando el fin de semana junto a la familia en Grazalema. Nos despedimos de todos y nos fuimos a dar una vuelta. Hacía un buen día aunque el frío se hacía cada vez más palpable. Recorrimos todo el pueblo, subimos la cuesta del Calvario y nos encaminamos para caminar por la glorieta hasta el final. El rebaño de cabras payoyas descansaba mansamente en los verdes prados, la montaña seguía escurriendo agua por las lluvias pasadas. Llegamos a un banco de piedra, un mirador perfecto, y nos sentamos para admirar el paisaje que se nos presentaba ante nuestros ojos. Un cálido sol nos acompañaba y un sano frescor rompía sobre nuestros rostros despejándonos de todas, todas. Allí estuvimos un rato, charlando y admirando, riéndonos y recordando nuestras cosas. Perder la vista ante ese prodigioso paisaje de montañas y valles cubiertos de esa alfombra verde puede convertirse en uno de los mejores placeres que la terrenal vida nos depara.

Seguimos con el camino y me encontré con una correntía de agua que bajaba de la sierra y rompía sobre las piedras del camino. El leve sonido del agua discurriendo de forma natural hacía que nuestras almas se elevaran a un terreno desconocido por el hombre actual en el mundo que nos acompaña y asola. En medio de lo natural podemos percibir lo que verdaderamente vale la pena.

Cerca de cuatro kilómetros caminando y sobre las cinco y media enfilamos el camino de nuestra casa. El tiempo de cambiarnos de zapatos y encender la chimenea. Nos sentamos frente a ella acariciendo las páginas de nuestros libros y así pasamos gran parte de la tarde. Cuando me quise dar cuenta eran las ocho, justo cuando había quedado con Fernando para ir a tomar algo al Casino y charlar de “nuestras” cosas.

Cuando llegué, uno sabe cuando llega no cuando se va a ir porque es una experiencia maravillosa el estar rodeado de buenos amigos, estaba Juan de Dios, Israel, hijo de Fernando, y otro matrimonio del pueblo. Poco después fue llegando y uniendo otros buenos amigos: Pedro y su mujer, Rubi y novia. Allí empezamos una agradable tertulia entre copas y un ambiente sano donde aprendía a cada instante la forma de vida y de vivir en Villaluenga.

Más tarde llegó un gran amigo de Fernando, de Juan de Dios y de la mayoría de los que estaban allí. El anfitrión fue quien me lo presentó. Ha supuesto un auténtico honor el conocer personalmente a una persona de la cual todo el mundo me ha hablado muy bien: Se trata de Fernando, que trabaja como Interventor General del Ayuntamiento de Ubrique, con el cual pasé un rato extraordinario. Nos invitó a una ronda y a probar un buen queso que le habían regalado. Así fueron pasando las horas. Después de Fernando, me fui yo y eso que eran las once de la noche. Me despedí de los presentes y me puse a recorrer en un agradable paseo por las calles del pueblo. Quería que el frío intenso me diera en la cara, necesitaba respirar aire puro que suministrara de pureza nuestros viciados pulmones, quería relajarme caminando el cerco trecho que es recorrer el pueblo hasta llegar a mi casa donde mi mujer me estaba esperando viendo la televisión.

Me puse el pijama, preparé la cena fría y nos pusimos delante de la chimenea para disfrutar de la televisión con un programa de “Callejeros Viajeros”. Sobre las doce y poco nos acostamos porque los dos estábamos cansados. Nos dormímos enseguida.

Dormí del tirón, no me di ni cuenta de cuando Hetepheres se levantó. Cuando me quise dar cuenta y abrí los ojos eran las nueve y cuarto de la mañana. ¡Nueve horas durmiendo! ¡Qué alegría más grande! Eso no lo recordaba desde hacía mucho tiempo, justamente desde las pasadas vacaciones en el mes de diciembre en, como no, Villaluenga del Rosario. Aquí la tranquilidad, el silencio y la quietud muestran otro nivel, otra dimensión que deja que el espíritu vaya por libre.

Me levanté, hice la cama, y mientras Hetepheres terminaba de hacer la casa, me duché con agua muy calentita y una vez vestido con nuestra indumentaria de la sierra, ropa polar y de abrigo, nos encaminamos para desayunar en el Casino. Allí coincidimos con Charo, Quesos Oliva” y estuvimos charlando un poco de todo lo divino y humano aunque priorizábamos lo segundo a lo primero. Así pasaron las horas y nos dio las once de la mañana, hora justa de empezar la Misa, y nos trasladamos a la casa vecina que es la Iglesia. Este domingo presentaba el Templo otro color pues había un grupo Scaut entre los vecinos que habíamos acudido para celebrar la Eucaristía. Celebró la misma nuestro Párroco, el Padre D. Francisco Párraga que pronunció una homilía perfecta en tiempo y contenido. Terminada la Santa Misa saludamos a muchas de las queridas feligresas y buenas amigas nuestras que, si alguno falta o falla, ya a fuerza de vernos nos echamos de menos.

Después nos acercamos a casa de una amiga que había hecho matanza el día anterior porque quería enseñarnos los productos que había sacado de la misma. Morcilla, chorizo, salchichón, chicharrones, manteca componían el bello y sabroso espectáculo que nos ponía frente a nuestros ojos. Nos explicó todo el proceso y nos dio a probar de un poco de todo mientras lo asaba a fuego en la chimenea. ¡Qué rico, Dios mío! Todos ellos para consumo propio.

Más tarde visitamos a Charo en su despacho de “Quesos Oliva” pues dos amigos nos habían encargado que le compráramos unos trozos de su buen queso que tan famoso se está haciendo y que cuanto más lo prueban, más admiradores tienen.

Ayer le entregué el encargo que me hizo un buen amigo del queso de Charo. Hoy me ha comentado que nunca había probado algo igual, que es distinto a todos, que no son ni peores ni mejores, sino que es distinto, que los quesos de “Quesos Oliva” entran dentro de la categoría de exquisiteces y así deben ser tratados y considerados.

Al salir de comprar y charlar largo rato con nuestra querida Charo nos encaminamos a casa para dejar las cosas y coger un trozo de queso muy curado que teníamos en casa, estaba tan duro que no servía ni para rayarlo. Lo troceamos a duras penas y se lo llevamos a unos perros, gatitos que están muy escuálidos. Ya por los años y la vida me voy extrañando de pocas cosas,  pero el ver a los perros, a los gatos y hasta las gallinas y gallos comiendo y picoteando con cierta avidez los trozos de queso me parece una experiencia llena de genialidad.

Hecho esto nos fuimos a casa, encendimos los últimos troncos que nos quedaban y nos dispusimos a almorzar: Un platito de buen queso de Charo, unas aceitunas, un sanwich con jamón al horno y unas patatas fritas fue nuestro almuerzo porque estábamos saciados de la gran rebanada del desayuno así como del plato con el que probamos los productos de la matanza.

Terminamos de almorzar, fregamos los platos, descansamos un poco y nos dispusimos a preparar las cosas para marcharnos, para “volver con la frente marchita”, como dice el tango de Gardel, a Jerez, a nuestra vida ordinaria, a nuestro pesado día a día, a las obligaciones, deberes, compromisos, a todo cuanto nos van ahogando poco a poco hasta no tener un minuto libre que dedicar a lo que de verdad importan.

Ya han pasado los dos primeros días, la mitad de la semana laboral se ha hecho un hueco para pensar, nuevamente, en volver, volver a la vida que queremos y ansiamos llevar, volver con nuestra gente y a nuestro pueblo, a contemplar paisajes de ensueño, percibir el frío intenso, respirar el aire más puro, convivir con buena gente que comparten su vida y sus cosas con quienes ya se consideran en el alma y en el corazón payoyos.

Os diré que cuando llegan los día en los cuales se alojan en el alma el tedio y el cansancio o cuando no tienes tiempo ni de mirarte a la cara, hago un paréntesis en mi día a día y pienso lo que estaría haciendo en el pueblo, cómo estarás mis queridos amigos, como sigue la Sierra del Caíllo, los montes que nos cobijan, el sol resplandeciente o la lluvia que serpentea la cotidianidad de nuestras vidas, el frío que acompaña como un peregrino en un viaje de ensueño. Cuando todo se vuelve gris, cierro los ojos y veo todo verde, del verdor que da la naturaleza en su máxima expresión y me acuerdo de Villaluenga, de sus calles, casas, gentes, clima, paisaje, sonidos, tranquilidad, en una palabra: Felicidad plena y llena. Recordar y escribir sobre, el que considero, mi pueblo me hace feliz.

Si Dios así lo quiere el próximo sábado volveremos a estar en ese rincón del alma que se llama Villaluenga del Rosario donde sus calles, plaza, casas, paisaje se conjugan en un todo que, si podéis, tenéis que vivir y admirar por vosotros mismos.

Os animo a visitar Villaluenga del Rosario, caminar por sus calles, admirar cada rincón de este precioso pueblo que enamora nada más verlo, cuando palpas y pisas sus recónditas callejuelas, con sus preciosas casas encaladas, te topas con un cementerio que está cobijado dentro de una antigua Iglesia que fue quemada por las tropas napoleónicas, cuando caminas y bajas por algunas de sus cuestas y desembocas en la Alameda, en la bella Iglesia de San Miguel que está flanqueada por el edificio que aloja al Casino y frente al mismo bellas casas  así como otro bar y así calles con sus correspondientes tiendas, como la panadería Nuestra Señora del Rosario, Autoservicio “La Covacha”, el bar Gómez, el hotel “La Posada”, el restaurante “La Velada”, con sus buenos quesos, el ultramarinos de Charo Román. También tenemos un consultorio, que debería estar abierto más horas, así como una botica, Correos que lleva de forma maravillosa nuestra amiga Juana, el Estanco y el bar de la antigua “Pensión Ana Mari”, un local de venta de coches... Es un pueblo pequeñito, pero precioso y lleno de vida, de la vida que echamos de menos cuando estamos en otras cosas.

Por eso os recomiendo que entréis en el pueblo, que Villaluenga del Rosario no es solamente la famosa fábrica de quesos y el comercio, bares y museo que están cerca del amplio aparcamiento que está próximo al camino que lleva al sendero del “Llano del Republicano”, que todo lo que véis desde allí es una parte del pueblo y que la grandeza del mismo es lo todo lo que queda enfrente de ese aparcamiento, sus casas, calles, monumentos, tiendas y personas. No os quedéis sin visitar Villaluenga del Rosario, me  agradeceréis esta invitación que os hago para visitar uno de los sitios más bonitos de la Provincia de Cádiz, de Andalucía, de España y del mundo entero.

El próximo fin de semana a ver si puedo quedar con Berna porque siempre es un privilegio el hablar con una gran persona y buen amigo.

Jesús Rodríguez Arias

GALERÍA FOTOGRÁFICA:
























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