lunes, 28 de enero de 2013

ENTREVISTA A ALEJANDRO MACARRÓN, AUTOR DE "EL SUICIDIO DEMOGRÁFICO EN ESPAÑA".

alfayomega.es



La baja natalidad es un riesgo para el sistema democrático
El desastre demográfico se cierne sobre España. Con unas lamentables tasas de natalidad, nuestro país, cada vez más avejentado, está abocado a la progresiva despoblación y los riesgos que conlleva -más gasto sanitario, quiebra del sistema de pensiones...- «El invierno demográfico pone en jaque al Estado del Bienestar», cuenta Macarrón, en su libro El suicidio demográfico de España, de la editorial Homo Legens. «La espiral en la que nos encontramos traerá dolorosísimas consecuencias económicas, sociales y afectivas, con riesgos para la calidad del sistema democrático», explica
Recalca usted, en su libro, lo poco que se habla del problema demográfico, tanto en los medios como en política. ¿Será que todavía no somos conscientes, del todo, de las consecuencias?
Es que se trata de un proceso lento, que no se nota mucho a corto plazo, pero que tiene un fin catastrófico. Al principio, cuando se deja de tener niños, no se disminuye la población de golpe, porque siguen naciendo niños y muere menos la gente. Pero el proceso es imparable. En Alemania, por ejemplo, en los últimos 40 años, han muerto 4 millones de personas más de las que han nacido. Otro ejemplo es Rusia, donde, en los últimos 20 años, hay 13 millones de personas fallecidas más que nacidas, aunque han salvado los muebles por la vuelta al país de aquellos que fueron a vivir a las antiguas repúblicas soviéticas. Y eso que Putin es el único Presidente que se ha tomado el problema demográfico en serio.
¿Y en España?
En España no ha empezado a disminuir la población global, pero sí ha disminuido la población menor de 65 años. En los últimos 12 meses -hasta octubre de 2012-, con datos del padrón y el INE, España ha perdido 45.000 personas, algo que no pasaba desde 1939. Descomponiendo las cifras, hemos perdido 200.000 menores de 65 años, y hemos ganado 150.000 mayores. Perdemos población joven a raudales. En Asturias, Galicia, Castilla-León..., ya se ha perdido un 0,5 por ciento de la población. En los últimos 15 años, en España hay una tercera parte menos de personas de 18 a 35 años. De hecho, hemos pasado de 33 años de promedio de edad, a 43 años. Esto supone privarnos de futuro.
¿Hay una relación directa entre el invierno demográfico y el gasto sanitario?
Claro. El suicidio demográfico se convierte, también, en un suicidio económico. Al fallar la estructura de población por la base, cada vez hay más gente mayor soportada por menos gente joven, y el gasto sanitario crece de forma exponencial, porque la mitad del gasto farmacológico se concentra en la población mayor de 75 años, y crece un 2 o 3 por ciento anual.
Entonces, la Seguridad Social, tal y como la hemos conocido hasta ahora, es inviable.
Sí, tiende a ser inviable, y eso obliga, por una parte, a reducir su calidad. Aunque, por otro lado, obliga al Estado a no despilfarrar. Existe el gasto razonable y el gasto improductivo -subvenciones, alto número de funcionariado, etc...- Ahora se debería reducir el gasto improductivo y aumentar el razonable. La espiral en la que nos encontramos traerá dolorosísimas consecuencias económicas, sociales y afectivas, con significativos riesgos para la calidad del sistema democrático.
¿Centrarse en solucionar los problemas en sanidad, educación, pensiones..., no es sólo poner un parche?
A la larga, el problema es la desestabilización de la sociedad a causa del invierno demográfico, pero, de forma más inmediata, hay que hacer reformas. Por eso no se habla en política de esto, porque los políticos están orientados al corto plazo.
¿Y la inmigración? ¿Ha sido un espejismo de rejuvenecimiento?
Si hay un vaciamiento de población, la inmigración es una ventaja, pero, si no se gestiona bien, se sobrecarga el sistema. Aquí ha tenido un efecto anestesiante, porque, aunque los inmigrantes han tenido hijos, tienen menos arraigo, y, como está ocurriendo, si las cosas van mal, se vuelven a sus lugares de origen. Además, ahora tenemos el problema contrario: los españoles son los que están migrando. Y cada pérdida es vital para nuestra sociedad.
Antes que buscar respuestas en el ámbito económico, ¿deberíamos analizar en qué fallan nuestros estilos de vida?
El problema no es económico. Uno de los grandes errores es pensar que esto se soluciona con ayudas económicas a la natalidad, porque cuanto más próspera es una familia, menos hijos tiene. Hay países como Suiza, con familias con mucho dinero y altas ayudas a la natalidad, y el número de nacimientos es bajo. Y sin ir tan lejos, en España, antes de la crisis, tampoco había niños. Con el estilo de vida moderno, se aplaza demasiado tener hijos, y hay mujeres a las que se les pasa la edad fértil. Ser conscientes de esto es más importante que cualquier ayuda económica.
Cristina Sánchez

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