sábado, 26 de enero de 2013

¡HACIA VILLALUENGA DEL ROSARIO!


¡Al fin llegó el fin de semana! Cada día que pasa se me hace más difícil la espera para que llegue estos ansiados días y no lo digo por el sólo hecho del descanso laboral, si fuera así sería muy triste, sino porque con la llegada de estos días se abre la puerta de nuestra marcha, de nuestro retorno a la que consideramos nuestra casa, que significa descanso, placidez, tranquilidad, sosiego. En una palabra: ¡Felicidad!

Dentro de poco tiempo volveremos a coger la carretera para poner rumbo a nuestro querido, añorado y anhelado, pueblo de Villaluenga del Rosario. Será día y medio que para nuestros cuerpos y nuestro espíritu es como si el tiempo no hubiera pasado. Debo decir que cada domingo me voy con más tristeza y añoranza porque aunque puedan chocar mis palabras nuestro deseo sería el irnos a vivir todos los días el resto de nuestras vidas a Villaluenga.

Me repito hasta la saciedad, pero es verdad que cada uno tiene un sitio y un lugar en este bendito mundo.

Tengo ganas de llegar al pueblo que está cobijado entre las montañas, que cuando lo ves de lejos y desde la altura parece que lo están meciendo y su cuna son los montes que lo acurrucan. Cuando ya hemos llegado a casa lo primero que experimentamos en un frescor y aire puro en plena cara. Abrimos la puerta de entrada y empezamos a meter las cosas que nos hayamos traído de Jerez, para una vez organizado todo empezar con mi actividad favorita que se ha convertido en una liturgia nada más llegar: Limpiar la chimenea y tirar las cenizas al contenedor.

Cuando todo esto se ha realizado y, de nuevo se ha encendido la chimenea, nos sentamos y descansamos. Notamos como nuestros cuerpos se relajan hasta el extremo que Hetepheres y yo nos miramos y no hace falta más. El silencio lo inunda todo, pero ese silencio ya lo estamos entendiendo y conocemos cada cosa que nos dice a cada momento. Nuestro cuerpos se acostumbran a esa quietud, a esa forma de entender la vida, de tomarse los días, de actuar ante las cosas, desde otro prisma y dimensión, que no es mejor ni peor sino donde nos encontramos, como dice el dicho, tan felices y contentos.

Después almorzar en el Casino, encontrarnos con Fernando y Alex, dar un paseo, llegar a a casa plenos del gozo que da el estar cansados pero totalmente pletóricos en todos los sentidos. Después de una duchita de agua caliente nos sentamos frente a la chimenea y empieza nuestro maratón de lecturas, de buenas tertulias en los que tocamos interesantes temas y que hace que el reloj pase demasiado deprisa. Si se encarta voy al Casino por la tarde-noche y allí entre charla y charla, copa y copa se pasan las horas con mis queridos amigos Fernando, Rubi, Juan de Dios, Berna y todos los que en ese momento estén por allí. Si no voy al Casino disfrutamos de la casa, del fuego, de la lectura y de lo que vaya encartando.

Sí, estoy deseando repetir esa divina monotonía que representa el irnos a nuestro pueblo del alma donde todos los días parecen iguales aunque son tremendamente distintos.

Pasad un buen fin de semana y mañana por la tarde nos volvemos a encontrar en nuestro blog para seguir compartiendo tantas y tantas cosas.

Que Dios os bendiga.

Jesús Rodríguez Arias

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