lunes, 25 de febrero de 2013

AHONDANDO EN MIS RECUERDOS.


Quiero vivir hoy en los recuerdos, recuerdos de una niñez en la Plaza del Carmen, recuerdos de una familia conformada por 4 hermanos y una madre porque la figura paterna había desaparecido por una grave y contundente enfermedad.

Recuerdos que cuando cierro los ojos aparecen y parecen tan nítidos que siento hasta los olores, esos olores que han rodeado tu vida y que ya rara vez los llegas a percibir con el pasar de los años.

En mi casa siempre se ha vivido la fe en Dios y en Su Bendita Madre, especialmente por la advocación del Carmen pues la teníamos como vecina pared con pared. Personas de Iglesia, de profundidad y con vocación hacia un apostolado concreto: El cofrade.

De siempre en casa por herencia familiar dos Hermandades figuraban nuestros apellidos en la nómina de hermanos: Vera+Cruz y Nazareno. La primera porque mi abuelo materno estaba vinculado a ella, de la que fue miembro de su Junta de Gobierno, la segunda porque mi abuelo paterno fue durante unos años Hermano Mayor, muriendo en el cargo, que entonces estaba unido al de Alcalde.

Los hábitos negros y fajines amarillos así como los de color morado y cíngulo, también, amarillo reposaban perfectamente planchados para que mi hermano  se revistiera en la tarde-noche del Miércoles Santo así como en la Madrugá de esta querida Isla de León.

Las cosas de la vida y de Dios. Nunca fui, al ser el benjamín de la familia, apuntado ni a una ni a otra. No sé las razones que llevaron a mis padres a decidir de esa manera, pero la realidad es que todos mis hermanos lo eran de la Hermandad del Nazareno a lo que se unía la de Vera+Cruz solamente para el varón mayor que había en la casa.

Desde siempre he respirado el olor de la fe, de una fe profunda, atestiguada con hechos y no solo con palabras y nos inculcaron que una forma de llevar a cabo la misma se hacía por medio de las HH.CC.

Mi padre murió jóven, cuando yo era un niño que estaba a punto de cumplir los siete años, no recuerdo mucho de él, vamos no recuerdo casi nada de él. Mis recuerdos son los comentarios, siempre buenos que hacían  las personas que le habían conocido o tratado,  uno puede perfilar sus recuerdos por medio de palabras y no de experiencias porque no ha tenido tiempo de vivir las segundas.

Al año siguiente de su muerte, en 1978, fui a ver las procesiones que salían durante la Semana Santa, me acompañó mi tía porque para mi madre todavía estaba muy reciente la pérdida de nuestro padre y su marido y la tristeza embargaba su ser y sus sentidos. Mi recuerdo de ese año, de todos los años, se materializa en una imagen grabada a fuego en mi corazón y mi cabeza: Calle Diego de Alvear, ingente cantidad de nazarenos blancos con fajín rojo así como los hermanos de Junta llevaban unas elegantes capa de ese mismo color. Al final se acercaba un paso dorado con una imagen estremecedora: Jesús portando con la Cruz y con el brazo derecho apoyado en Su Bendita Madre en ese camino de la Amargura que fue la Vía Dolorosa que caminó hasta llegar al Calvario. Fue, precisamente, esa imagen del Hijo apoyado en Su Madre la que me embelesó y me enamoró para el resto de mis días.

No sería hasta algunos años después cuando ingresaría en la Hermandad de los Afligidos, mi primera y la que quiero como “mi”  Hermandad, donde he vivido toda clase de momentos, donde me he desarrollado como persona, como cristiano, donde se ha ido alimentando mi fe, donde guardo tantos y buenos amigos que considero hermanos, una parte de mi familia. Estos queridos hermanos hemos compartido tristezas y alegrías, enfados y reconciliaciones, como es la vida misma.

Otros se han quedado en un punto determinado, las circunstancias han imperado para que fuese así aunque no descarto que algún día, cuando Dios lo quiera, volvamos a reencontrar nuestros caminos y, también, la amistad. Dios actúa y sabe lo que hace siempre.

La Institución permanece siempre, las personas van pasando, según los tiempos, aunque todas ellas dejan una impronta personal muy necesaria porque una no tendría sentidos sin las otras.

Sigo con los ojos cerrados, me lleno de recuerdos, ya está cada vez más próxima la Semana Santa porque hay muchos carteles, aparte del oficial, que así la anuncian, porque todo el centro huele a los roscos de la Victoria, porque los escaparates presentan motivos que nos indican que está próxima esta celebración que en San Fernando y en Andalucía se vive como una auténtica explosión de fe gracias a la Religiosidad Popular y todo lo que ello conlleva, porque el Apostolado Cofrade hay que verlo y sentirlo con su verdadera dimensión e importancia.

Esta Cuaresma está siendo diferente a las demás, la he encauzado desde una experiencia personal que me está llevando a lo más íntimo. Las meditaciones se suceden con una oración sosegada todo ello en medio de la soledad, entre la inmensidad que supone el estar apartado del mundo, del ruido, de todo cuanto pueda contaminarnos. Estar con el Señor en una pequeña Iglesia apartada de todo es uno de los privilegios que Dios me está permitiendo vivir en esta Cuaresma llena de espiritualidad, de sentimientos encontrados, de poner kilómetros de por medio de todo lo que me ha rodeado en mi vida personal y de fe. En la soledad y en el silencio alimento mi alma.

Y como me considero un “cazador voluntario de soledades” a esto me llevado el vivir las experiencias que atesoro como oro en paño. Las alegrías y las tristezas, las enfermedades y la salud, las humillaciones y los honores, que de todo ha habido, han hecho que sea el hombre que hoy soy. Dios ha permitido todo porque sabe que podía soportarlo y que, en definitiva, era bueno para mí.

En Villaluenga del Rosario estoy viviendo la Cuaresma de lo sencillo, la Cuaresma de la fe recia, la Cuaresma apartada de todo y en este ostracismo en el que me hallo tan a gusto, fuera de todos los círculos y marejadas, rezo ante el Señor Sacramentado que está cobijado en el Sagrario de la recoleta y antigua Iglesia de San Miguel, ante Él, ante Jesús, imploro por mis queridas Hermandades y Cofradías así como a otros movimientos e instuciones a los que pertenezco: AcdP, Caballeros Hospitalarios, Comisión del Corpus, para que Dios les ayude y les guié siempre en el camino correcto, el que lleva a la Salvación. Estos días mis rezos están dirigidos especialmente por Su Santidad Benedicto XVI así como al Colegio Cardenalicio, para que Dios los ilumine con Su Espíritu y elijan al nuevo Santo Padre que dirigirá la Iglesia Católica a partir del próximo 28 de febrero de este año 2013.

Abro los ojos y los recuerdos permanecen inalterables en mi mente, en mis sueños, en mi alma.

Un abrazo a todos mis queridos hermanos,

Jesús Rodríguez Arias

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