martes, 26 de febrero de 2013

"DONDE DIJE DIGO, DIGO..."


Desdecirse, cuanto te falta la razón es prueba de sabiduría, hacerlo cuando la llevas es necedad.

En la vida hay determinados envites que hay que asumir si o si y tienes que actuar con la máxima coherencia posible según tu forma de ser, pensar, creer... No es cuestión de parecer más bueno o más malo que nadie sino afrontar el día a día con criterios sólidos que hagan que nuestras conciencias estén tranquilas por llevar a la prácitca  las tres máximas que toda persona de fiar tiene que tener: Hacer lo mismo que se piensa y se dice.

Siempre son muchos los que piensan una cosa, dicen otra y actúan de una tercera manera muy dispar con el correspondiente “cacao” mental que eso produce al interesado como a los demás. Son personas que no son de fiar. Otros en cambio piensan y dicen una cosa pero a la hora de actuar son totalmente opuestos. Son los que se caracterizan por hablar mucho y hacer bien poco y está los que se encuentran en la tercera categoría: Los que piensan, dicen y hacen con el mismo criterio, sea cual sea la decisión, la veamos acertada o no, la actuación de este tipo de persona es totalmente fiable, aunque no la entendamos, porque lo que impera en su existir es coherencia de vida.

Este último grupo es reducido porque se oponen a lo que la mayoría quisiera hacer, pero no tiene valor para hacerlo. Esa mayoría vociferante y cobarde que prefiere agachar la cabeza, ser humillado y no por humildad sino por cobardía. Por favor, no confundamos humildad con cobardía.

Los que piensan, dicen y hacen como un único criterio son desgarradoramente criticados, insultados, zaheridos, maltratados verbalmente, injuriados y calumniados hasta la saciedad. Muchos le vuelven la cara y le dan la espalda, muchos de esos son unos cobardes que insultan que tienen las mentes, las manos y los corazones sucios por podredumbres propias, que prefieren crucificar al justo y enaltecer al cobarde, al conspirador, al abyecto.

El camino que se abre para los justos, para los coherentes no es para nada fácil porque se acerca un tiempo, indeterminado,  de deambular por un desierto árido y lleno de soledad donde no hay muchas caras amigas, donde lo corriente es que rehuyan la mirada, el saludo o lo que es peor a la persona. Un tiempo donde todo se mueve a tus pies, cual terremoto, y solo deja en pie lo que es esencial e importante, lo que de verdad vale pena luchar por ello.

Con el tiempo, con el transitar por ese camino seco y lleno de soledades te vas haciendo más fuerte aunque no quieres saber nada con ciertas actitudes incomprensibles porque, con los ojos abiertos por el sufrimiento infringido, sientes las maldades, falsedades y traiciones de lejos. Te conviertes poco a poco en un “Juan Salvador Gaviota”, en un alma que busca la pureza y la luz allá donde estés y que solo la fe, tus ansias de Dios, hacen que sigas creyendo, más que antes, en el género humano porque aunque con imperfecciones todos los hombres y mujeres han sido creados a imagen y semejanza del Redentor.

No comprendes, no puedes hacerlo por más que quieras, aquellos que apostaron por actuar con coherencia alguna vez en su vida y que al ser tratados como un “apestado”, bajan la cabeza y actúan haciendo realidad ese famoso dicho: “Donde dije digo, digo...”

Es más fácil ir caminando por aguas mansas aunque las mismas signifiquen conculcar todos tus principios, valores, tu código de honor que hacerlo contracorriente, enfrentándote a descomunales olas que rompen sobre tí por llevar tu forma de pensar, de creer, de vivir a la realidad del día a día.

Hace más de dos mil años crucificaron a un Justo por hacer lo mismo que pensaba y decía, no soportaron que la Verdad se hiciera hueco ante la ignominiosa mentira. Mataron a Jesús por ser Hijo de Dios, por anunciar una Evangelio que nos lleva al Reino de Dios donde el Amor tiene un sitio de privilegio.

Ese Amor es el que no está faltando porque, no olvidemos, que en el amor redunda todo y sin el mismo no conseguiremos nunca nada.

Prefiero ser de esos que caminan por ese desierto árido y lleno de soledades por ser coherente con mi fe, con mis principios, con mi forma de pensar que ir por ese lago manso y tranquilo donde nada se mueve, nada se estremece, nada se inmuta, ni la propia conciencia.

Jesús Rodríguez Arias

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