lunes, 25 de febrero de 2013

NARRAR EL DON DE LA VIDA; POR AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA.


Sección - Marinero en tierra

Narrar el don de la vida       

Hoy se clausura en Valencia un Congreso internacional para valorar la aportación de Paul Ricoeur a la Bioética. La atención a problemas urgentes hace que nos olvidemos de lo importante, que se ha hecho presente en este acontecimiento donde hemos mantenido vivo el horizonte ético, político y cultural de uno de los pensadores europeos más importantes de las últimas décadas.

Para quienes no lo conozcan o no hayan tenido ocasión de leer alguno de sus trabajos, este pensador francés estuvo prisionero durante la segunda Guerra Mundial, entabló debates con todas las corrientes de pensamiento de su época y en el año 2005 cuando murió, uno de sus amigos dijo de él que era “el hombre de todos los diálogos”. También se dijo que era el más católico de los pensadores protestantes de la segunda mitad del siglo XX, tiempo en el que tomó en serio todas las aportaciones de las investigaciones científicas que planteaban cuestiones relevantes para pensar con radicalidad la fragilidad de la dignidad.

Además de colaborar con Amnistía Internacional o los colegios profesionales que lo requerían, configuró decisivamente la filosofía del personalismo comunitario de Mounier que hizo posible el Concilio Vaticano II. Tampoco pueden entenderse acontecimientos como la caída del muro de Berlín en 1989 sin las inquietudes  fenomenológicas de un grupo de hombres de la cultura, el pensamiento y la acción que al otro lado del muro se jugaron la vida porque querían vivir en la verdad. Vaclav Havel y otros líderes de la Europa del Este han reconocido la importancia de esta forma de pensar que es, a la vez, un testimonio y una praxis para promover la justicia social.

Estos días que conmemoramos el centenario de su nacimiento retenemos dos ideas básicas. En primer lugar, que los espacios públicos donde ejercemos la reflexión se nutren con firmes convicciones morales de las que se da testimonio personal y con una inagotable capacidad de crítica para perfeccionar la vida institucional. En segundo lugar, al recordar sus aportaciones a la construcción de la bioética, nadie cuestiona hoy sus análisis sobre la vulnerabilidad, la estima de sí, la autonomía, la deliberación en el ejercicio de las profesiones sanitarias o la urgencia de humanizar las tecnificadas prácticas hospitalarias. Con él hemos recordado que la promesa, el símbolo, la narración y la cultura cumplen una misión: narrar el don la vida.


Agustín DOMINGO MORATALLA
Para el viernes 22 de Febrero de 2013, en LAS PROVINCIAS. GRUPO VOCENTO

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