domingo, 24 de marzo de 2013

SEVILLA: SIETE DÍAS PARA DEJARSE LLEVAR.

Diario de Sevilla



Todo invita desde hoy a perderse por las calles sin ideas preconcebidas y a disfrutar de la alternativa de la Semana Santa interior en caso de lluvia
CARLOS NAVARRO ANTOLÍN | ACTUALIZADO 24.03.2013 - 01:00
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Los pasos de la Amargura recibían al visitante en la iglesia de San Juan de la Palma.
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TIENE dos opciones para vivir estos días grandes. Obsesionarse por los partes meteorológicos y consagrarse a los druidas del internet de las isobaras, o echarse a la calle con independencia de si el cielo amanece limpio o se torna panza de burra y dejarse llevar por cuanto ofrece la ciudad en su mejor semana al margen de los números que cantan el riesgo de lluvia. La Semana Santa es gratis. Su valor es tan incalculable que no hay perito que pueda tasar el precio del trabajo de quienes la hacen posible con horas de esfuerzo. Hay consultorías que han calculado su impacto económico, que han estimado el porcentaje que supone esta fiesta para el Producto Interior Bruto en el ámbito local. Inútil. No hace falta justificar su importancia. La Semana Santa se defiende sola, como las buenas torrijas que no requieren ni de copitos de nata ni de ríos de caramelo. La Semana Santa no entiende de cifras, ni de sesudos análisis, ni de perspectivas inéditas, ni de observatorios tan al uso. No se puede cuantificar algo cuya arquitectura se asienta en los pilares de la fe, el sentimiento y la memoria. Cada cual sabrá dónde hace recaer el mayor peso, que eso pertenece ya a la conciencia. 

Hoy comienza la fiesta más hermosa de la ciudad. Con la novedad de un mayor número de videocámaras por efecto de esa obsesión por la seguridad desde que en la Madrugada de 2000 quedó demostrada la vulnerabilidad de aquello que siempre se creyó invulnerable por el mito del buen comportamiento del sevillano en las aglomeraciones, vulgo bullas. Hoy comienza una Semana Santa con pocos estrenos, que ya se sabe que nada del mundo actual (la crisis) es ajeno a las cofradías. Y hoy comienza, una vez más, una Semana Santa marcada por la posibilidad de los chubascos primaverales. 

Leerá guías, consejos y hasta doctrina sobre cómo ha de vivir estos días. Lo mejor es dejarse llevar. Si Roma se conoce paseando, la Semana Santa de Sevilla se paladea yendo sin rumbo fijo, al encuentro de cualquier cofradía, obviando los consejos de los puristas, los dictámenes de losentendidos y, por supuesto, hasta estas torpes líneas. La mejor Semana Santa, su Semana Santa, estará donde usted quiera que esté o donde se la encuentre por sopresa: en un momento concreto, en una emoción surgida en un instante inesperado, en la mirada perdida de un nazareno que se aferra a un rosario, en la saeta quebrada a pie de calle, en los mil y un contrastes de la fiesta, en el caramelo que le ofrece un monaguillo devolviéndole a su infancia o en el primer sorbo de cerveza tras una larga búsqueda de un paso. Déjese llevar. La inercia de la calle, su instinto, las circunstancias, su estado de ánimo y los sentidos le conducirán a su particular Semana Santa. 

Los templos abren con y sin lluvia. Las imágenes están alzadas en sus pasos. Los altares guardan la armonía. La nómina de la cofradía está anunciada en los tablones. Todo está a punto y puede ser disfrutado. La lluvia es la vieja conocida de las cofradías. La última Semana Santa plena fue la de 2009. Los años anteriores y los posteriores han sido una verdadera ceremonia de la confusión en la que, quizás, lo más inteligente ha sido aprender a paladear esa otraSemana Santa que no depende del cielo. Estos años sirven para enseñar que la Semana Santa matinal es un tesoro desconocido por la gran mayoría, gracias a la que se pueden admirar muchos de los detalles que pasan fugaces en la calle. La ciudad misma se transforma en estos días: calles, bares, comercios... Todo adquiere una estética especial en Semana Santa. No siempre la más acertada, pero siempre distinta. La tapa tiende a desaparecer en favor de la ración o de algo tan indefinido y tan últimamente al uso como es el plato. Ya se sabe que los servicios de los bares tienden a averiarse como los comercios a tener horarios especiales de apertura en estos días. Las pilas de sillas, las vallas, los cortes de tráfico, los recorridos especiales de las líneas de Tussam, las colgaduras, los palcos... Todo hará del centro un espacio marcado por esta gran celebración. La Semana Santa se extiende desde el centro hacia los barrios en ese fenómeno que se ha dado en llamar vertebrador y del que la Feria de Abril no puede presumir. 

Siete días para dejarse llevar, para perderse por las calles, para dejarse embriagar por el olor y el ambiente que genera cualquier paso, para tratar de sentir esa emoción que aún genera esta fiesta, sofisiticada y manipulada, pero con una autenticidad que la mantiene vigente. La Semana Santa no tiene horario. El primer templo con pasos con olor a flor fresca se abre al alba y la última cofradía se recoge de madrugada. La Semana Santa no tiene precio, dicho sea en todos los sentidos. Y la Semana Santa es apta para todos los públicos. La lluvia podrá dejar cofradías encerradas. Pero la emoción seguirá presente. Es cuestión de buscarla. Tal vez la encuentre en un simple nazareno de recogida que con su figura recortada sobre elmuro de un convento componga toda una lámina. O en los pies descalzos de un penitente. O en un palio que se marcha, metáfora del tránsito de la vida misma. O en el esfuerzo del tío que empuja el carro de los cirios de repuesto. O hasta en el sonido de las sillas de la carrera oficial que al cerrarse componen una sinfonía del final de la jornada. No deje que la lluvia le prive, al menos, de sentir aquello que no depende de unos fríos porcentajes.

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