viernes, 17 de mayo de 2013

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN.


Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 15-19

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro: - «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Él le contestó: - «Sí, Señor, tú, sabes que te quiero.» Jesús le dice: - «Apacienta mis corderos.» Por segunda vez le pregunta: - «Simón, hijo de Juan, ¿me arnas?» Él le contesta: - «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Él le dice: - «Pastorea mis ovejas.» Por tercera vez le pregunta: - «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: - «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.» Jesús le dice: - «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: - «Sígueme.»

II. Compartimos la Palabra

  • Se trataba de ciertas discusiones acerca de un difunto llamado Jesús que Pablo sostiene que está vivo.

El informe del procurador se lee con gusto. Es un resumen sobrio, como conviene a un funcionario romano, desapasionado y con un cierto tono de lejanía y aun desinterés (véase Hch 25,19-20). ¡Son cosas de judíos! Podía decir el buen romano. Realmente algo así debieron de ser no pocas reacciones oficiales de las autoridades paganas ante el cristianismo naciente. Sin embargo Lucas, como otras veces, aprovecha la situación para afirmar la inocencia de Pablo y del cristianismo antes las leyes del imperio. Y como Pablo ha apelado al Cesar, al gobernador no le queda más remedio que mantenerle en prisión.
El mundo de hoy, aunque en cierta medida aprecie a Jesús por su doctrina y su testimonio, llega pocas veces a la convicción de su divinidad o de su resurrección. No se deja animar por la presencia, también hoy y aquí, de ese Jesús, ahora el Señor Resucitado, que comunica vida a su comunidad, y quiere transformar la sociedad y todo el universo. Nosotros tenemos que confesar como Pablo, que Jesús está vivo. Decir que sí creemos en este Jesús Resucitado, y que es él quien da sentido a nuestra existencia y a nuestra actividad. Si no, ¿de qué habrán servido estas sietes semanas de celebración pascual? Pero no tengamos miedo que el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad.
  • Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas

El episodio junto al lago de Tiberiades es una lección para Pedro y para nosotros. Él había afirmado en la ultima cena que, si todos le abandonan él no lo abandonaría. Pero después lo negó tres veces, jurando que ni lo conocía. Ahora Jesús le pregunta: «Pedro, ¿me amas más que éstos?» tiene que contestar con más humildad: «Señor, tú sabes que te quiero». Aquí tiene cuidado de no decir «más que los demás». Pedro, el discípulo impulsivo, que de veras quería a Jesús, antes se había mostrado débil por miedo a la muerte, aquí tiene ocasión de reparar su triple negación con la triple profesión de amor. Y Jesús lo rehabilita delante de los demás: «apacienta mis corderos… apacienta mis ovejas». Jesús entonces le dice «Sígueme».
También a nosotros nos dice Jesús «Sígueme», desde esta profesión de amor profundo que, como Pedro profesó. Porque nosotros también negamos a Jesús en nuestra vida por nuestra débil fe. Débil porque tenemos ocasiones de confesar a Jesús como nuestro salvador y nuestro único bien en medio de este mundo, y por miedo al ridículo, a la burla o a la ofensa no damos testimonio, nos quedamos cortos. Por eso hoy Jesús también nos pregunta a nosotros por nuestro nombre: «¿me amas más que estos?». Y con humildad reflexionamos y nos preguntamos ¿en verdad amo a Jesús? ¿Lo quiero de verdad? ¿Qué hago por Él? ¿Doy testimonio con mi fe de que amo a Jesús? Y Jesús nos vuelve a preguntar por tercera vez: «¿me quieres?» Y le tenemos que contestar como Pedro: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero». Dentro de nuestra debilidad, de nuestros fallos, y de nuestros pecados, sabes Señor que te queremos, porque nuestra débil fe, tú la fortaleces cada día con tu Palabra, y con tu cuerpo y sangre, y porque te sentimos cada día en nuestra vidas.
Solo desde el amor podemos dar sentido a nuestras vidas. Y que el Espíritu santo nos llene a todos de la llama de su AMOR.
Monasterio Sta. María la Real - MM. Dominicas 
Bormujos (Sevilla) 

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