El robaperas y asaltador de bienes ajenos Sánchez Gordillo ha rizado –con la colaboración de la Justicia– el rizo de la chulería pública. Se negó a declarar ante el juez –un juez bastante tolerante–, por la invasión de su banda con él a la cabeza de la finca «Las Turquillas», y al día siguiente la invadió de nuevo. Nada hay de heroico en su actitud. Sabe perfectamente que es intocable y que los jueces se la cogen con papel de fumar antes de emplumarlo como merece. «Las Turquillas» es un campo cuyo propietario es el Ministerio de Defensa, por pertenecer al Ejército de Tierra. En «Las Turquillas» no puede entrar nadie que no esté autorizado para ello. Como en todos los establecimientos militares, en «Las Turquillas» se monta un servicio de guardia las veinticuatro horas del día. Los centinelas de cualquier acuartelamiento, Regimiento o campo militar, ya sea de Tierra, Mar o Aire, conocen al dedillo sus derechos y deberes. Su fundamental derecho es pertenecer a las Fuerzas Armadas, y su deber prioritario, cumplir las órdenes. ¿Quién es el responsable de haber ordenado a los centinelas de «Las Turquillas» que después de advertir a los asaltantes les permitan culminar el asalto? Cuando un elemento, en este caso un individuo fácilmente reconocible, acompañado de un grupo compuesto por presumibles forajidos, se acerca a la barrera de un establecimiento militar, los centinelas que conforman la guardia tienen la obligación de anunciarles a viva voz que han equivocado el camino. Si los asaltantes insisten en su equivocación, los centinelas tienen la obligación de informarles que son eso, centinelas, no muñecos del Museo de Cera ubicados ahí para diversión de los asaltantes. Y si éstos insisten en violentar una propiedad del Ejército, los centinelas tienen la obligación de efectuar un disparo al aire que ayude a recordar a los asaltantes que están violando un establecimiento militar. Si después de este disparo al aire, los que asaltan mantienen su objetivo, se ríen de los soldados, se mofan del Ejército, se pitorrean de los militares e insultan al Rey, los centinelas tienen la obligación de impedir la violación por todos los medios.
En el caso de «Las Turquillas» la chulería es reincidente. Y la reacción pasiva de la guardia también. Es cierto que con unos jueces que no procesan a quien asalta y roba en los supermercados e invade tierras y establecimientos que no son suyos, es muy complicado ordenar el cumplimiento estricto del deber . Si un soldado se atreve a disparar al aire para advertirle a un parlamentario autonómico que un paso más podría acarrearle un grave problema, lo más probable es que el soldado se convierta en el tramo más débil del entuerto. «Un soldado fascista dispara al aire y asusta a Gordillo», sería titular de los informativos de periódicos, agencias y cadenas de radio y televisión. Vendrían más tarde los ecologistas sandías. «El disparo al aire del soldado que asustó a Gordillo y sus compañeros, causante del fallecimiento de un mochuelo moteado que anidaba junto al Cuerpo de Guardia». Y al día siguiente, multitudinario entierro del mochuelo, con un fondo de banderas rojas y republicanas, con un representante de Amnistía Internacional y un enviado especial de la Internacional Ecologista. Y el soldado, por orden de la superioridad civil que impera sobre la militar, en el calabozo hasta que se demuestre que el mochuelo padecía de insuficiencias vasculares.
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