¡No entiendo cuando me dicen que estando en Tu
Presencia no saben que decirte! ¡Con lo bien que se está a Tu lado Señor!
La experiencia y vivencia de la Fe tiene que ser
vivida desde y con profundidad para que sea fructífera. No podemos quedarnos en
lo meramente superficial, ante una bella imagen, solamente cuando tenemos el
privilegio de ver, no con los ojos sino el espíritu, la Augusta Presencia de
Jesús hecho Eucaristía por nuestra entera y eterna salvación.
Muchos son los que entran en las Iglesias, en los
Templos, y se van directamente a rezarles a sus Amados Titulares sin haber
hecho una parada de oración ante Jesús cobijado en el Sagrario. Nos es más
fácil el orar delante de imágenes sagradas que representan a Cristo que a Jesús
mismo cuya Presencia Viva está en el Sagrario.
Esto que digo, pensado en profundidad, es una
incongruencia aunque no todo el mundo está preparado para mantener una conversación real ante el
Santísimo Sacramento del Altar. Es cosa de tiempo, necesario tiempo, en el cual te vas formando, vas
profundizando, vas conociendo al Señor y vas conociéndote a ti mismo y un día,
cuando menos te lo esperes, te verás arrodillado delante de Cristo Eucaristía y
parecerá que todo el tiempo que no has estado delante de El no ha existido.
Cuando descubres la Grandeza de la auténtica
Presencia real que es Jesús Sacramentado, cuando sientes que va penetrando todo
su amor por cada poro de tu piel, cuando te sientes escuchado, comprendido,
querido, valorado, apoyado por ser como eres y no te piden más de lo que
verdaderamente puedes hacer y aportar, entonces es cuando ves con los ojos del
alma que dentro del Sagrario está Presente Dios y cuando eso sucede ya no
puedes, ni quieres apartarte ni un segundo de su lado.
¡Es así,
tan sencillo y complicado!
Para madurar en la fe primero, y ante todo, tienes
que recibir ese supremo don de las Manos de Nuestro Señor para después ir
caminando por la senda que comprende varios estadíos: Una dirección espiritual
correcta por medio de un Sacerdote, una formación adecuada que irá creciendo a
medida que vayas avanzado en tu camino espiritual, practicar el sano ejercicio
de la oración personal que irá de menor a mayor según vayan pasando los días
hasta llegar a conocer y vivir lo que es una auténtica y gratificante
meditación, conversación entre el ser creado y el Ser de donde procede toda
Creación en las que las palabras no se pronuncia con los labios sino que salen
directamente del alma y del Espíritu de Dios que nos colma en todos los sentidos.
Decía la Madre Teresa de Calcuta en los Escritos
Esenciales (“Sal Terrae, 2002, pag, 79”): “La necesidad que tenemos de
oración es tan grande porque sin ella no somos capaces de ver a Cristo bajo el
semblante sufriente de los más pobres de los pobres... Hablad a Dios; dejad que
Dios os hable; dejad que Jesús ore en vosotros. Orar significa hablar con Dios.
Él es mi Padre, Jesús lo es todo para mi”.
No olvidemos que en la Eucaristía está el Cuerpo
glorioso y resucitado de Cristo. Aún conserva en sus manos y pies las huellas
de la Pasión. Está el Cuerpo que trabajó y se cansó, que sufrió por nosotros.
Está el Cuerpo que sufrió hambre en el desierto, que padeció sed y pidió agua a
la samaritana y en la cruz no pudo callar su sed abrasadora. El Cuerpo que
recorrió sin aliento todos los caminos de Palestina predicando el Reino de
Dios, el Cuerpo coronado de espinas, flagelado y llagado por lanza y por
clavos.
Este Cuerpo tuyo Señor, debe transformar mi vida
para siempre, mis sentimientos, actitudes y comportamientos. Convertirme en
fuego ardiente como lo Eres Tu. Este Cuerpo que debe ser contemplado, adorado,
comido, amado, imitado y honrado por todos. Tu Cuerpo, Jesús, está pidiendo
correspondencia de amor. Este Cuerpo está vivo y resucitado en cada Sagrario,
no como un sepulcro sino lleno de vida para darse en amistad plena.
Y ante esta invitación, conociéndole como ya le
conocemos, amándole como ya lo amamos, sintiendo todo lo que Él nos hace
sentir, ¿Todavía somos capaces de pasar por su lado y no ir a estar con Él?
Si pasamos de largo ante el Sacratísimo Cuerpo de
Cristo presente en el Sagrario, verdaderamente estaremos perdiendo el norte, la
guía y el sentido de nuestras vidas.
¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar!
¡Sea por siempre Bendito y Alabado!
Jesús Rodríguez Arias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario