lunes, 6 de mayo de 2013

POCHO; POR ALFONSO USSÍA.

La Razón



Hugo Chávez fue un dictador socialcomunista con paso previo por el golpismo militar. Gran demagogo y populista culminado. Pero de tonto no tenía un pelo. Jugaba a tres y cuatro bandas, incluída la de ETA, a la que mimaba en Venezuela. No dejó ninguna doctrina ni teoría política. El chavismo murió el mismo día de su fallecimiento. Ahora es un cadáver sin enterrar utilizado por su sucesor, aún más impresentable. Nicolás Maduro lleva muy poco tiempo en la cumbre del poder de Venezuela, un poder alcanzado de manera muy sospechosa. En los interiores de la Montaña occidental, dirían que de manera «muy sospechosísima». Le decían a Chávez el «gorila», pero Maduro, que ha empochado en pocas semanas, es como un mono aullador. Abundan en las selvas del Orinoco y en los bosques cerrados de los tepuís que se alzan en los Llanos. También en los verdes tupidos que acompañan al río Caroní desde los saltos de Canaima. El mono aullador asusta, pero no pasa de ahí. Lo cierto es que asusta un montón, porque al aullar muestra sus colmillos y triplica el volumen de sus cocochas, y parece que se dispone al ataque inminente, cuando en realidad está más atemorizado que a los que atemoriza. Nicolás Pocho es el mono aullador por excelencia, y ya no sabe a quien asustar.
Su deseo es meter en la cárcel a todos los venezolanos que no le han votado. Es decir, a la mitad de Venezuela como mínimo, porque la bruma de la trampa no se ha disipado. Amenazó con declarar la guerra a España por unos comentarios sin importancia del ministro Margallo. Resultó un aullido faltón y fallido. Los españoles nos sentimos tan inquietos como los neozelandeses, a los que Maduro aún no ha amenazado. Y ahora ha revelado que Álvaro Uribe, el anterior Presidente de Colombia, se propone asesinarlo. «Uribe es un asesino y ha planeado mi muerte».
Uribe ha sido el mandatario colombiano más valiente y decidido en su lucha contra el narcoterrorismo de las FARC. Nada de guerrilla. Ejército terrorista que se financia con el narcotráfico. Y durante su mandato, cayeron los principales dirigentes de las sanguinarias fuerzas. Dice Maduro que Uribe ha preparado un «comando selvático» para terminar con su vida. El que estuvo a un paso de ser asesinado en diferentes ocasiones fue el propio Uribe a manos de los terroristas que se establecieron en la frontera venezolana, amparados por la esquizofrenia bolivariana. Uribe es el ex Presidente de la nación más culta de Hispanoamérica, permanentemente herida por el terrorismo brutal de las FARC, y ahora esperanzada en su rendición. Es probable que el mono aullador defina a Uribe de «asesino» por los éxitos de su Gobierno frente a las FARC. Allá cada cual con sus preferencias, y las de Maduro están claramente inclinadas a favor de los narcoterroristas. Lo contrario supondría una monumental sorpresa.
Uribe no tiene poder. El suyo pasó, y Colombia es una nación civilizada que respeta a sus ex presidentes pero no los dota de aviones y batallones del Ejército. Figúrense la sorpresa si un día Hollande, el Presidente de Francia, anuncia con toda seriedad que Zapatero, o Aznar, o Felipe González planean asesinarlo. Llevarían a Hollande desde el Palacio del Elíseo a una clínica psiquiátrica especializada en zumbados de muy limitada curación mental.
Al Pocho Maduro le sucede que sabe que no da la talla. Que no es Chávez. Que ha ganado con trampa. Que han descendido en centenartes de miles los votantes bolivarianos. Y que el día que doble la servilleta Castro –el uno o el otro–, se va encontrar en pelotas. Porque el que amenaza es el que está en peligro.

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