viernes, 3 de mayo de 2013

RITO DE LA SANTA MISA.

Foto de portada



1. Antemisa.

Las preces que el celebrante reza ante las gradas del altar forman la Antemisa, porque hasta el siglo XIII no se incluyeron en la Misa, pues anteriormente el sacerdote las rezaba si quería y donde quería. Son oraciones preparatorias al Santo Sacrificio.
Comienza el sacerdote haciendo la señal de la Cruz y alterna a continuación con los ministros y fieles el salmo 42, "Júzgame, oh Señor..." , en el que muestra sus deseos de acercarse al altar. Y para hacerlo más dignamente, sacerdote y fieles rezan el Confiteor implorando el perdón de sus leves faltas.
Después de unos versículos, saturados de humildad y confianza, sube al altar pidiendo la pureza de espíritu para comenzar el Santo Sacrificio y besa el ara, donde están las reliquias de los Santos, por cuyos méritos espera alcanzar el perdón de sus pecados.

2. Misa de tos Catecúmenos: La preparación.

Con el Introito comenzaba antiguamente la Misa. Por ello el sacerdote se signa. Se entonaba mientras el celebrante, acompañado del cortejo de ministros, se dirigía desde la sacristía al altar. Hoy se lee en la parte de la epístola y consta de una antífona, un versículo del salmo, que antes se cantaba entero, el Gloria Patri y la repetición de la antífona.
Los Kyries son invocaciones, de origen griego, en honor de la Santísima Trinidad. Es una oración por los catecúmenos, en forma de letanía, que recuerda las súplicas que el Divino Maestro oyó repetidas veces.
El himno Gloria in excelsis; o doxología mayor, es una admirable profesión de fe en honor de la Santísima Trinidad. Recuerda el cántico de los ángeles en el portal de Belén. Por eso, al principio, sólo se cantaba en la Misa de Nochebuena.
Sigue la salutación Dominus vobiscum y la oración propia del oficio del día la que el celebrante dice en plural en nombre de todos los fieles. Se llama Colecta, que significa reunida. porque el sacerdote, reunida ya la comunidad, recopilaba sus peticiones.
El Introito y la Colecta son partes variables de la Misa; los Kyries se dicen siempre, y el Gloria se suprime en las Misas de Adviento, Cuaresma y Témporas.

3. La instrucción. 

Es la parte principal de la Misa de los Catecúmenos. A ejemplo de la Sinagoga y del mismo Cristo en la última Cena, la Iglesia ha señalado una parte principal en el Santo Sacrificio a la instrucción de
los fieles.
La Epístola es una lección de las Cartas de los Apóstoles o de un libro del Antiguo Testamento; el Gradual es un fragmento de los salmos. Se le denominó así porque se cantaba en las gradas del ambón; el Aleluya, su -complemento, es un canto de alegría y alabanza que entonaba todo el pueblo. En las Misas de penitencia y luto es sustituido por el Tracto. En algunas Misas se añade un himno llamado Secuencia.
El Evangelio es la palabra de Dios. Por ello se escucha de pie y lo besa el sacerdote, al terminar, revistiendo mayor solemnidad en las Misas cantadas.
La Homilía es la explicación del Evangelio. El Credo, que se reza o canta a continuación, es la profesión de nuestra fe, terminado el cual eran despedidos los catecúmenos.

4. Misa de los fieles: el Ofertorio.

El celebrante da principio a la Misa de los Fieles con la salutación Dominus vobiscum, y luego invita a los asistentes a que oren, diciendo: Oremus.
Lee a continuación el Ofertorio, que es un versículo del salmo que se cantaba mientras los fieles presentaban sus ofrendas. Sigue el ofrecimiento de la hostia que se va a consagrar, colocada sobre la patena, la que deposita sobre los corporales, haciendo antes con ella la señal de la Cruz. Pone vino en el Cáliz, mezclándole unas gotitas de agua, rito que observó Cristo en la ultima Cena. Simbólicamente significa la unión de los fieles (agua) con Cristo (vino), formando su cuerpo místico.
Al ofrecimiento del vino sigue el ofrecimiento que hace, profundamente inclinado, de sí mismo y de los asistentes, y extendiendo y levantando las manos bendice las ofrendas, pidiendo al mismo tiempo al Espíritu Santo que descienda y bendiga el sacrificio preparado a su Santo Nombre.
El lavabo, necesario cuando se recibían las ofrendas de los fieles, simboliza hoy la pureza con que se debe acercar al sacrificio.
Complementb de los anteriores ofrecimientos es el que hace el sacerdote, inclinado en medio del altar, a la Santísima Trinidad; invita a los fieles a orar: Orate, fratres, y lee las oraciones secretas (porque se dicen en voz baja), que varían con el oficio del día y se corresponden con las Colectas.

5. La Consagración: Prefacio, Sanctus y Benedictus.

El sacerdote, para elevar el espíritu de los fieles, entona el Prefacio, himno de acción de gracias que termina con una alabanza a Dios, Uno y Trino: Santo, Santo, Santo, cántico de los ángeles en el cielo, y el Benedictus, con que fue aclamado Jesucristo al hacer su entrada. triunfal en Jerusalén.

6. Canon.

El Canon es 1a parte principal e invariable de la Misa, la más antigua y tradicional, porque recoge toda la piedad y tradiciones veneradas, y sus oraciones están impregnadas de un alto sentido teológico.
En el Canon el celebrante pide a Dios que acepte los dones ofrecidos, y ruega en el Memento de vivos por la Iglesia militante y especialmente por todos los presentes y por aquellos por quienes ofrece el Sacrificio: se une a la Iglesia triunfante para que interceda ante el trono del Altísimo.
El sacerdote deja de hablar en nombre propio. Relata la última Cena de Cristo, y pronuncia las palabras de la Consagración: «Este es mi cuerpo. Esta es mi sangre». Ya no hay pan ni vino, sino que se han convertido en el cuerpo y sangre de nuestro adorable Salvador. Adora la Hostia consagrada y después la levanta en alto, mostrándola a los asistentes para que la adoren. Igualmente procede con el cáliz.
Ofrece a continuación a la Majestad Divina la Víctima pura, santa e inmaculada, y ruega la acepte como los sacrificios de la Antigua Ley.
Pide por la Iglesia purgante en el Memento de difuntos y también por nosotros pecadores a fin de merecer la bienaventuranza eterna, y termina el Canon con una pequeña elevación del Cáliz con la Hostia.

7. La Comunión.

Comienza esta parte de la Misa con la oración dominical, el Pater noster, que el celebrante reza en voz alta. Sigue la fracción de la Hostia, a semejanza de Cristo, que «partió el pan» en la Cena, y, golpeándose el pecho, repite tres veces el Agnus Dei para implorar del Cordero inmaculado la misericordia y la paz.
A continuación reza tres oraciones preparatorias para la Comunión y, pronunciadas las palabras del Centurión : Señor, yo no soy digno..., comulga bajo las dos especies.
Los fieles que con el sacerdote han ofrecido el sacrificio, deben participar de sus frutos y, por ello, comulgar en este momento, como lo requiere la naturaleza del sacrificio y lo desea la Iglesia.

8. Acción de gracias.

Terminada la Comunión, el sacerdote purifica sus dedos y el cáliz, primero con vino y luego con vino y agua, mientras reza dos oraciones, y bebe estas abluciones. Lee la antífona llamada Communio, variable según la solemnidad, resto del salmo que cantaban los fieles durante la Comunión.
Después del saludo ritual, en medio del altar, vuelve al lado de la Epístola y reza la oración Postcomstcommunio, a la que pueden seguir otras que constituyen la acción de gracias por la comunión; terminando la Misa de los Fieles con el saludo, desde el medio del altar, y despedida con la frase Ite, Missa est. 

9. Conclusión.

Posteriormente se añadió la oración de acción de gracias a la Santísima Trinidad que el sacerdote reza profundamente inclinado en medio del altar; la bendición que en un principio sólo daban los Obispos, y la lectura del último Evangelio, el principio del de San Juan. Las preces, que, arrodillado, alterna con los fieles, fueron mandadas por León XIII, a las que Pío X añadió la triple invocación al Corazón de Jesús.

10. Misa solemne.

Al sacerdote celebrante le asisten el Diácono y Subdiácono, que hacen de Ministros y cantan el Evangelio y la Epístola respectivamente.
En la Misa solemne hay incensación. El incienso representa la oración. Como los vapores de incienso oloroso suben a lo alto, así deseamos que nuestras oraciones suban al trono de Dios y le agraden cual suave aroma.

11. Fines de la Misa.

Cuatro son los fines por los que puede aplicarse la Misa: Latréutico, eucarístico, impetratorio y propiciatorio, y corresponden a cuatro obligaciones que tenemos con el Señor.

1º. Latréutico. - Debemos adorar a Dios, honrándole como merece, por ser Supremo Señor de todas las cosas. Nuestras adoraciones valen poco, son imperfectas y limitadas. En la Misa ofrecemos una adoración de valor infinito, puesto que es el mismo Jesús, Dios y hombre verdadero, quien se ofrece a su Padre celestial. 

2º. Eucarístico, o de acción de gracias. ¡Cuántos beneficios hemos recibido del Señor! Recordemos la creación, ser hijos de Dios, el cielo prometido, la Redención en la cruz, el perdón de los pecados. En la Misa, Jesús, en nuestro nombre, da gracias por tantos beneficios. 

3º. Impetratorio, para pedir nuevos favores al cielo. En el orden material y más aún en el espiritual necesitamos ayuda de Dios. Pedimos salud, bienes temporales, gracias para nuestras almas, pero nuestras oraciones ¡son tan imperfectas, valen tan poco! En la Misa, Jesús pide por nosotros. Cuando asistimos a Misa ofrecemos al Eterno Padre las oraciones y méritos de Jesús para obtener lo que necesitamos. La oración de Jesús no puede ser desatendida. 

4º. Propiciatorio, para aplacar al Señor, en favor de los vivos y difuntos. En la Misa Jesús se sacrifica y ofrece sus méritos en satisfacción de los pecados de los hombres. 

La Misa aprovecha en primer lugar a la persona por quien se ofrece. Desde muy antiguo existe la costumbre de dar una limosna al Sacerdote para que aplique la Misa a determinada intención. Tal limosna no es el precio de la Misa, sino estipendio al Sacerdote para ayuda de la vida. La Misa se puede aplicar por todos los vivos y por las almas del purga torio. Pero por excomulgados vitandos sólo se puede aplicar la Misa privada rogando por su conversión.
Aprovecha también al Sacerdote celebrante, a los fieles que asisten y a toda la Iglesia. Ce manera especial, por modo de sufragio, aprovecha a los fieles difuntos.
Sólo a Dios se ofrece la Misa, pero sirve también para glorificar a los Santos, por lo que se ponen sus imágenes en los altares, son invocados en las oraciones de la Misa y damos gracias a Dios por los triunfos y méritos que alcanzaron en vida y por la gloria que en el cielo disfrutan.
RITO DE LA SANTA MISA

1. Antemisa.

   Las preces que el celebrante reza ante las gradas del altar forman la Antemisa, porque hasta el siglo XIII no se incluyeron en la Misa, pues anteriormente el sacerdote las rezaba si quería y donde quería. Son oraciones preparatorias al Santo Sacrificio.
   Comienza el sacerdote haciendo la señal de la Cruz y alterna a continuación con los ministros y fieles el salmo 42, "Júzgame, oh Señor..." , en el que muestra sus deseos de acercarse al altar. Y para hacerlo más dignamente, sacerdote y fieles rezan el Confiteor implorando el perdón de sus leves faltas.
   Después de unos versículos, saturados de humildad y confianza, sube al altar pidiendo la pureza de espíritu para comenzar el Santo Sacrificio y besa el ara, donde están las reliquias de los Santos, por cuyos méritos espera alcanzar el perdón de sus pecados.

2. Misa de tos Catecúmenos: La preparación.

   Con el Introito comenzaba antiguamente la Misa. Por ello el sacerdote se signa. Se entonaba mientras el celebrante, acompañado del cortejo de ministros, se dirigía desde la sacristía al altar. Hoy se lee en la parte de la epístola y consta de una antífona, un versículo del salmo, que antes se cantaba entero, el Gloria Patri y la repetición de la antífona.
   Los Kyries son invocaciones, de origen griego, en honor de la Santísima Trinidad. Es una oración por los catecúmenos, en forma de letanía, que recuerda las súplicas que el Divino Maestro oyó repetidas veces.
   El himno Gloria in excelsis; o doxología mayor, es una admirable profesión de fe en honor de la Santísima Trinidad. Recuerda el cántico de los ángeles en el portal de Belén. Por eso, al principio, sólo se cantaba en la Misa de Nochebuena.
   Sigue la salutación Dominus vobiscum y la oración propia del oficio del día la que el celebrante dice en plural en nombre de todos los fieles. Se llama Colecta, que significa reunida. porque el sacerdote, reunida ya la comunidad, recopilaba sus peticiones.
   El Introito y la Colecta son partes variables de la Misa; los Kyries se dicen siempre, y el Gloria se suprime en las Misas de Adviento, Cuaresma y Témporas.

3. La instrucción. 

   Es la parte principal de la Misa de los Catecúmenos. A ejemplo de la Sinagoga y del mismo Cristo en la última Cena, la Iglesia ha señalado una parte principal en el Santo Sacrificio a la instrucción de
los fieles.
   La Epístola es una lección de las Cartas de los Apóstoles o de un libro del Antiguo Testamento; el Gradual es un fragmento de los salmos. Se le denominó así porque se cantaba en las gradas del ambón; el Aleluya, su -complemento, es un canto de alegría y alabanza que entonaba todo el pueblo.     En las Misas de penitencia y luto es sustituido por el Tracto. En algunas Misas se añade un himno llamado Secuencia.
   El Evangelio es la palabra de Dios. Por ello se escucha de pie y lo besa el sacerdote, al terminar, revistiendo mayor solemnidad en las Misas cantadas.
   La Homilía es la explicación del Evangelio. El Credo, que se reza o canta a continuación, es la profesión de nuestra fe, terminado el cual eran despedidos los catecúmenos.

4. Misa de los fieles: el Ofertorio.

   El celebrante da principio a la Misa de los Fieles con la salutación Dominus vobiscum, y luego invita a los asistentes a que oren, diciendo: Oremus.
   Lee a continuación el Ofertorio, que es un versículo del salmo que se cantaba mientras los fieles presentaban sus ofrendas. Sigue el ofrecimiento de la hostia que se va a consagrar, colocada sobre la patena, la que deposita sobre los corporales, haciendo antes con ella la señal de la Cruz. Pone vino en el Cáliz, mezclándole unas gotitas de agua, rito que observó Cristo en la ultima Cena. Simbólicamente significa la unión de los fieles (agua) con Cristo (vino), formando su cuerpo místico.
   Al ofrecimiento del vino sigue el ofrecimiento que hace, profundamente inclinado, de sí mismo y de los asistentes, y extendiendo y levantando las manos bendice las ofrendas, pidiendo al mismo tiempo al Espíritu Santo que descienda y bendiga el sacrificio preparado a su Santo Nombre.
   El lavabo, necesario cuando se recibían las ofrendas de los fieles, simboliza hoy la pureza con que se debe acercar al sacrificio.
   Complementb de los anteriores ofrecimientos es el que hace el sacerdote, inclinado en medio del altar, a la Santísima Trinidad; invita a los fieles a orar: Orate, fratres, y lee las oraciones secretas (porque se dicen en voz baja), que varían con el oficio del día y se corresponden con las Colectas.

5. La Consagración: Prefacio, Sanctus y Benedictus.

   El sacerdote, para elevar el espíritu de los fieles, entona el Prefacio, himno de acción de gracias que termina con una alabanza a Dios, Uno y Trino: Santo, Santo, Santo, cántico de los ángeles en el cielo, y el Benedictus, con que fue aclamado Jesucristo al hacer su entrada. triunfal en Jerusalén.

6. Canon.

   El Canon es 1a parte principal e invariable de la Misa, la más antigua y tradicional, porque recoge toda la piedad y tradiciones veneradas, y sus oraciones están impregnadas de un alto sentido teológico.
   En el Canon el celebrante pide a Dios que acepte los dones ofrecidos, y ruega en el Memento de vivos por la Iglesia militante y especialmente por todos los presentes y por aquellos por quienes ofrece el Sacrificio: se une a la Iglesia triunfante para que interceda ante el trono del Altísimo.
   El sacerdote deja de hablar en nombre propio. Relata la última Cena de Cristo, y pronuncia las palabras de la Consagración: «Este es mi cuerpo. Esta es mi sangre». Ya no hay pan ni vino, sino que se han convertido en el cuerpo y sangre de nuestro adorable Salvador. Adora la Hostia consagrada y después la levanta en alto, mostrándola a los asistentes para que la adoren. Igualmente procede con el cáliz.
   Ofrece a continuación a la Majestad Divina la Víctima pura, santa e inmaculada, y ruega la acepte como los sacrificios de la Antigua Ley.
   Pide por la Iglesia purgante en el Memento de difuntos y también por nosotros pecadores a fin de merecer la bienaventuranza eterna, y termina el Canon con una pequeña elevación del Cáliz con la Hostia.

7. La Comunión.

   Comienza esta parte de la Misa con la oración dominical, el Pater noster, que el celebrante  reza en voz alta. Sigue la fracción de la Hostia, a semejanza de Cristo, que «partió el pan» en la Cena, y, golpeándose el pecho, repite tres veces el Agnus Dei para implorar del Cordero inmaculado la misericordia y la paz.
   A continuación reza tres oraciones preparatorias para la Comunión y, pronunciadas las palabras del Centurión : Señor, yo no soy digno..., comulga bajo las dos especies.
   Los fieles que con el sacerdote han ofrecido el sacrificio, deben participar de sus frutos y, por ello, comulgar en este momento, como lo requiere la naturaleza del sacrificio y lo desea la Iglesia.

8. Acción de gracias.

   Terminada la Comunión, el sacerdote purifica sus dedos y el cáliz, primero con vino y luego con vino y agua, mientras reza dos oraciones, y bebe estas abluciones. Lee la antífona llamada Communio, variable según la solemnidad, resto del salmo que cantaban los fieles durante la Comunión.
   Después del saludo ritual, en medio del altar, vuelve al lado de la Epístola y reza la oración Postcomstcommunio, a la que pueden seguir otras que constituyen la acción de gracias por la comunión; terminando la Misa de los Fieles con el saludo, desde el medio del altar, y despedida con la frase Ite, Missa est. 

9. Conclusión.

   Posteriormente se añadió la oración de acción de gracias a la Santísima Trinidad que el sacerdote reza profundamente inclinado en medio del altar; la bendición que en un principio sólo daban los Obispos, y la lectura del último Evangelio, el principio del de San Juan. Las preces, que, arrodillado, alterna con los fieles, fueron mandadas por León XIII, a las que Pío X añadió la triple invocación al Corazón de Jesús.

10. Misa solemne.

   Al sacerdote celebrante le asisten el Diácono y Subdiácono, que hacen de Ministros y cantan el Evangelio y la Epístola respectivamente.
   En la Misa solemne hay incensación. El incienso representa la oración. Como los vapores de incienso oloroso suben a lo alto, así deseamos que nuestras oraciones suban al trono de Dios y le agraden cual suave aroma.

11. Fines de la Misa.

   Cuatro son los fines por los que puede aplicarse la Misa: Latréutico, eucarístico, impetratorio y propiciatorio, y corresponden a cuatro obligaciones que tenemos con el Señor.

1º. Latréutico. - Debemos adorar a Dios, honrándole como merece, por ser Supremo Señor de todas las cosas. Nuestras adoraciones valen poco, son imperfectas y limitadas. En la Misa ofrecemos una adoración de valor infinito, puesto que es el mismo Jesús, Dios y hombre verdadero, quien se ofrece a su Padre celestial. 

2º. Eucarístico, o de acción de gracias. ¡Cuántos beneficios hemos recibido del Señor! Recordemos la creación, ser hijos de Dios, el cielo prometido, la Redención en la cruz, el perdón de los pecados. En la Misa, Jesús, en nuestro nombre, da gracias por tantos beneficios.  

3º. Impetratorio, para pedir nuevos favores al cielo. En el orden material y más aún en el espiritual necesitamos ayuda de Dios. Pedimos salud, bienes temporales, gracias para nuestras almas, pero nuestras oraciones ¡son tan imperfectas, valen tan poco! En la Misa, Jesús pide por nosotros. Cuando asistimos a Misa ofrecemos al Eterno Padre las oraciones y méritos de Jesús para obtener lo que necesitamos. La oración de Jesús no puede ser desatendida.  

4º. Propiciatorio, para aplacar al Señor, en favor de los vivos y difuntos. En la Misa Jesús se sacrifica y ofrece sus méritos en satisfacción de los pecados de los hombres. 

   La Misa aprovecha en primer lugar a la persona por quien se ofrece. Desde muy antiguo existe la costumbre de dar una limosna al Sacerdote para que aplique la Misa a determinada intención. Tal limosna no es el precio de la Misa, sino estipendio al Sacerdote para ayuda de la vida. La Misa se puede aplicar por todos los vivos y por las almas del purga torio. Pero por excomulgados vitandos sólo se puede aplicar la Misa privada rogando por su conversión.
   Aprovecha también al Sacerdote celebrante, a los fieles que asisten y a toda la Iglesia. Ce manera especial, por modo de sufragio, aprovecha a los fieles difuntos.
   Sólo a Dios se ofrece la Misa, pero sirve también para glorificar a los Santos, por lo que se ponen sus imágenes en los altares, son invocados en las oraciones de la Misa y damos gracias a Dios por los triunfos y méritos que alcanzaron en vida y por la gloria que en el cielo disfrutan.

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