miércoles, 1 de mayo de 2013

SAN FERNANDO: UNA "TROVADORA" CENTENARIO Y MUY LÚCIDA.

Diario de Cádiz

María García Moscoso cumplió ayer cien años rodeada de familiares Tranquila, habladora y cantarina, recibe el homenaje de la ciudad con la que comparte el último siglo de historia
AMAYA LANCETA SAN FERNANDO | ACTUALIZADO 01.05.2013 - 08:35
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La centenaria María García Moscoso recibió ayer en su domicilio la visita del regidor isleño.
María canta un tanguillo del coro 'Las trovadoras modernistas' de 1928 ante un público sorprendido, no tanto sus familiares acostumbrados a la lucidez de esta mujer que ayer cumplió 100 años. Los problemas en la vista no le impiden ver y leer todo lo que hay alrededor cuando sale a la calle. "Va pendiente de todo y te dice: Mira, una casa que se vende". Tampoco la artrosis de sus pies resulta un obstáculo para su paseo semanal con sus cuatro hijos: Carmen, Emilio, Pepe y Juan Manuel. O para que María, de nuevo para sorpresa de buena parte de los presentes, se levante con ayuda del sillón donde está acomodada para acudir ágil ante la mesa donde dos tartas le esperan para que apague las velas. María coge aire y sopla con fuerza: las llamas de ambos números 100 quedan apagadas. Luego se sienta. 

Dos de sus hijos, algunos nietos, un biznieto, de 15 años, y otros familiares han acudido a la cita, en la que el alcalde, José Loaiza, celebra la longevidad de esta mujer, nacida en Cádiz, pero que muy jovencita, con 13 años, se mudó a La Isla para quedarse aquí toda una vida. Le entrega una insignia con el escudo de San Fernando, y una facsímil con el título de ciudad concedido hace 200 años por Las Cortes, en 1813. María García Moscoso, que nació en la gaditana calle San Juan de Dios número 2, como suelta de carrerilla cuando se le pregunta, ha vivido prácticamente uno de los dos siglos de historia de esta tierra, antes Villa, ya como ciudad. 

Son detalles para un aniversario centenario que ha venido cargado de más regalos. María sujetaba con una mano la muñeca que le han regalado cuando los medios de comunicación entran en el domicilio de la urbanización La Noria -en Camposoto- donde vive desde hace 15 años con su hija, una nieta y su marido y su biznieto. Está contenta y se nota. Diplomática, responde que todos los regalos le han gustado. También ha recibido un vestido. Contesta a las preguntas de sus hijos, Carmen con la que vive, y otro que ha podido venir; también del regidor isleño; incluso la que algún periodista le hace. "No me acuerdo", responde claramente cuando no quiere complicarse, o simplemente es cierto que no lo recuerda. Curiosamente, nada de lo que ocurre alrededor le asusta, ni le pone nerviosa. Ni la presencia de extraños, ni las cámaras de televisión, ni los fotógrafos. Es más, atiende a las peticiones de que mire a cámara y se queda quieta. Más tarde, cuando ya se ha cortado la tarta, de la que no ha probado ni una mijita, aun cuando ella prefería la de chocolate, frente a la de bizcocho y merengue, se sienta con sus rodillas juntas y las manos reposadas sobre ellas, con el micrófono cerca. Ante las peticiones se arranca de nuevo con otra copla, otro tanguillo gaditano, en este caso Los duros antiguos, del que se sabe prácticamente toda la letra. Se ríe canta pronuncia mi suegra como ya dije... "Seguro que se ha acordado de su suegra, ¿verdad?", le pregunta una persona de su familia. Como respuesta recibe otra risa. 

Tiene buena memoria. Se acuerda de dónde nació, de cuando se marchó a La Isla, de dónde vivía antes, "en San Ignacio", apunta; de cuando salió en 'Las trovadoras modernistas' (un coro femenino a pie del carnaval de Cádiz anterior a la Guerra Civil), de lo que da testimonio una fotografía y la letra del tanguillo que canta como recepción a los invitados; o de qué trabajaba su padre, "con el carbón". "A veces no se acuerda de cuantos años tiene", comenta sonriendo su hija, pero eso no le quita un ápice de la lucidez que muestra. 

María conoció a su marido, Juan Rodríguez, isleño, en San Fernando (cuatro años mayor que ella), se casó, tuvo cuatro hijos, a los que decidó su vida, y enviudó en 1995. Ahora tiene nietos y un biznieto, que observaba la algarabía que se había creado alrededor de su bisabuela. María vuelve a sonreír cuando una de las familiares le dice que la llevará a su taller de pintura.

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