domingo, 30 de junio de 2013

LA MISIÓN DEL LAICO ES ORDENAR EL MUNDO A DIOS, NO CONSTRUIR LA DEMOCRACIA.

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SE ECHA EN FALTA ES UNA PRESENCIA COORDINADA Y UNIFICADA EN LA SOCIEDAD


En esta entrevista, Monseñor Giampaolo Crepaldi, Arzobispo de Trieste, reflexiona acerca del papel de los laicos en la sociedad, de la Acción Católica y de los desafíos del mundo moderno. Famoso por sus habituales declaraciones en defensa de los Principios No Negociables y por haber sido víctima del acoso del lobby gay, el Arzobispo de Trieste es uno de los prelados más claros a la hora de hablar de la participación de los fieles laicos en la vida política.
30/06/13 11:32 AM | Imprimir | Enviar
(Infovaticana/InfoCatólica)

Excelencia, en su homilía durante la clausura de la procesión del Corpus Christi del domingo 2 de junio, tuvo duras palabras hacia la aprobación de leyes que pueden «poner en peligro los pilares de nuestra existencia humana: la vida, la familia, y nuestra libertad. Ahora, ¿cuál debe ser el alcance del compromiso de los fieles laicos. Su discurso fue una llamada a los laicos?

No hay duda de que este debe ser el tiempo de los laicos. Pero por desgracia, al laicado católico no se le oye. Tal vez por eso luego se quejan de que los obispos hablan demasiado.

¿Por qué, en su opinión, ésta es la hora de los laicos?

Ciertamente cada hora es la hora de los laicos, porque no hay un momento en el que el hombre no tenga, por su bautismo, la misión de orientar a Dios los asuntos temporales. Pero esta es la hora de los laicos en particular: La política y las leyes están metiendo la mano en el orden de la creación, la naturaleza de la familia y las relaciones naturales básicas, la que existe entre los padres y entre padres e hijos. Es algo nuevo y sorprendente que requiere una presencia particularmente convencida y activa.

¿Por qué dice que los laicos católicos no se hacen sentir?

Hay muchos católicos laicos en la familia, en el trabajo, en la sociedad, encarnando con lealtad su fe cristiana. Esto se hace, sin embargo, solamente en la vida cotidiana. Lo que se echa en falta es una presencia claramente coordinada y unificada en la sociedad civil y un testimonio coherente y claro en la política, la vida jurídica y las instituciones públicas.

Sin embargo, existen varias organizaciones en la red de entre los católicos y en el pasado han sido capaces de sacar a la calle, con el Día de la Familia, a muchas personas.

Sí, es verdad que los hay, sin embargo, es necesario tener en cuenta algunos aspectos. Aunque es verdad que algunas de estas redes se han creado, no se han consolidado, son la punta de lanza pero más de eso no pueden hacer.
Por otra parte, me parece que algunas redes muy activas en estos temas -Pienso por ejemplo en la Ciencia y la Vida o en el Foro de las Asociaciones Familiares- tienen un poco de «agarre suelto», se han rendido a la tentación de desviar la atención hacia otros temas menos importantes.
Por último, me gustaría señalar que, incluso de las asociaciones y movimientos individuales que toman una postura sobre las cuestiones que he mencionado anteriormente es escaso, tanto a nivel nacional como a nivel local, el peso de su actividad.

¿Podría explicar qué quiere decir con «testimonio coherente a nivel político, legislativo y en las instituciones públicas»?

En las administraciones públicas hay católicos declarados como tal, pero cuando se trata de lidiar con estos problemas, utilizan la forma de pensar de todos los demás y se escudan en la aconfesionalidad de la política para no tomar una posición que sin duda les costaría a nivel político, pero que me gustaría ver en el plano humano, en aras a un poco de coherencia.

Una de las asociaciones históricas de los fieles laicos es la Acción Católica. ¿Qué me puede decir al respecto?

Me inspiro en un libro reciente de Luigi Alici titulado «Los católicos y el país. Provocaciones para la política «, publicado por «La Scuola».

Pero Luigi Alici ya no es presidente de la Acción Católica…

Pero lo fue durante largo tiempo y se puede decir que es un intelectual muy involucrado en las asociaciones de laicos católicos. Recientemente ha realizado giras por toda Italia – fue también a Friuli, Venezia Giulia, y también a Trieste-. Por supuesto que su libro no representa a la Acción Católica, sin embargo, puede ser indicativo de una forma de pensar, que prevalece dentro de la asociación.

¿Qué fue lo que más le llamó la atención en el libro?

Su libro pertenece a la categoría del «Sí, pero …» : se trata de afirmar los principios al mismo tiempo que se abren espacios que no los respetan. He buscado en este libro la afirmación de la fidelidad al Magisterio y de la adhesión a los principios de la protección de la vida o de la familia: los he encontrado. Sin embargo, la exposición siempre es deliberadamente ambigua: dice, pero se niega y está lleno de «sin embargos»

¿Puede dar un ejemplo?

Alici tiene muy bellas palabras acerca de la familia, pero luego se pronuncia a favor del reconocimiento legal de las parejas del mismo sexo. Se refiere al cardenal Martini, pero no a los obispos italianos que, en una nota de 2007, aclararon la cuestión: Los derechos de las personas homosexuales han de abordarse en términos de derecho privado. El reconocimiento de la convivencia como tal, no es aceptable ni para las llamadas parejas de hecho heterosexuales ni para las homosexuales. Les falta el requisito del valor público.

¿Cuáles son los argumentos de Luigi Alici al respecto?

Los argumentos de que el derecho evoluciona. Según él, una pareja homosexual no tiene derecho a ser considerada una familia, puesto que no lo es, pero sin embargo tiene el derecho de ser considerada algo más que dos estudiantes que comparten apartamento. Este argumento no es aceptable, lo que está mal no puede ser una fuente de derechos reconocidos públicamente, y no puede haber en ello ningún progreso.

¿Qué significa esto?

Creo que este libro expresa una cierta cultura existente en el mundo católico. Los laicos que se inspiran y se mueven siempre hacia adelante en la barra de los «no possumus»: la adaptación al mundo.

En el libro de Alici hay una continua referencia a la «paradoja» de los fieles laicos cristianos que haría que una persona esté constantemente luchando con su fuero interno al que sólo la respuesta de su propia conciencia le indicará el camino.

La paradoja cristiana no debe interpretarse como una loca contradicción interna del cristiano, porque la fe y la razón, como nos enseña la doctrina, van de la mano y sólo el pecado introduce la división. Lo de Alici es una manera de asegurarse que la fe de los católicos que toman parte en la sociedad y en la política se relegue únicamente a su propia conciencia.

Alici sostiene que hay un ámbito de la participación política no directamenta partidista donde debería darse la colaboración de los católicos con todos los demás y una parte estrictamente partidista en la que se está compitiendo. ¿Está de acuerdo?

No sólo entre los partidos, sino también en la sociedad actual hay antropologías en conflicto. De hecho, en la actualidad estamos asistiendo a la discusión entre los que dicen que existe una antropología, una verdadera visión del hombre, y quién dice que no la hay. En estos campos – pienso en la cultura, el entretenimiento social, la formación de los jóvenes, la comunicación – no sólo puede haber colaboración. Vamos a dejar de engañarnos y engañar en este punto. El diálogo y el respeto no deben faltar nunca, pero la cooperación se lleva a cabo sobre la verdad.

¿De qué depende todo esto?

Creo que viene de haber cambiado el propósito de la presencia de los laicos cristianos en el mundo. Los laicos tienen el propósito de ordenar a Dios el orden temporal – como dice el Concilio – o, en otras palabras, la construcción de la sociedad según el plan de Dios En su lugar, el objetivo de los fieles laicos se ha reducido a lograr el bien común , la construcción de la democracia, realizar la Constitución y hacer funcionar a las instituciones.

¿Y el objetivo del bien común no es bueno?

Es bueno, pero a condición de que sea para recuperar el respeto del orden de la creación y el bienestar de las personas, espiritual y religioso. No hay bien común real cuando Dios se pone entre paréntesis, y cuando Dios no tiene su lugar reconocido en el mundo.

Acción Católica ha tenido una larga historia. ¿Cuál fue el momento crítico en su opinión?

Prefiero dejar esta tarea a los historiadores. Sólo puedo plantear algunas suposiciones. La denominada «opción religiosa» fue interpretada por los hombres de la Acción Católica de una manera ambigua. Tenía que implicar el centrarse en la esencia de la Acción Católica: eso que Benedicto XVI ha llamado «el lugar de Dios en el mundo.» Y ha sido más bien vista como una aparente retirada de una presencia visible y organizada, condenada precipitadamente como pre-conciliar. Digo «aparentemente» porque – por extraño que parezca – desde entonces, muchos líderes de la Acción Católica se implicaron directamente en política, sobre todo en los partidos de izquierda. El último ejemplo participó en las últimas elecciones: Ernesto Preziosi.

¿Entonces para usted la Acción Católica no va bien?

Yo creo en la Acción Católica, sigo siendo un partidario incondicional y, aparte de unos pocos, estoy muy agradecido a la de la diócesis por lo que hace y tengo grandes expectativas hacia ella. Pero creo que la Acción Católica – y estoy hablando en términos generales – ahora tiene que reconsiderar su línea y su papel. Esto sería de gran beneficio no sólo para la misión pastoral de nuestra diócesis, sino también para otras formas de asociacionismo de los fieles laicos.

¿De qué manera?

Se trata de ser fiel, por completo, y con generosidad espiritual, según la enseñanza del CVII: ser laicos en el mundo para ordenarlo a Dios, poniendo en primer plano la necesidad y la urgencia de ordenar el mundo a Dios.
Esto para la Acción Católica significa recuperar la esencia de su pasado, incluso en lo que se recuerda hoy con un cierto desprecio inexplicable; recuperar la doctrina social de la Iglesia en todas sus conexiones importantes con la doctrina cristiana; entender la laicidad en la forma en que Benedicto XVI nos ha enseñado, es decir, pensar que no hay que adaptarse al mundo, si usted realmente desea servirle; superar una visión inadecuada del concilio, recuperando toda la enseñanza en consonancia con la tradición de la Iglesia y no las habituales dos o tres frases que se han utilizado de manera retórica; no minimizar los ataques que ahora son llevados a la naturaleza humana y la fe cristiana, acusando a los que tratan de reaccionar a querer volver a establecer una mentalidad fundamentalista del pasado. La Iglesia tiene una inmensa necesidad de una Acción Católica así, que incluya la formación de laicos capaces de dar forma a la sociedad según el corazón de Dios y el plan de Dios, y por esto sigo rezando y esperando…

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