domingo, 7 de julio de 2013

DESDE VILLALUENGA.

Dejadme que hoy os hable de Villaluenga del Rosario.

Sé que es una constante en mi vida el evocar, recordar y tener muy presente a mi querido pueblo en todo momento y lugar. Será porque es un pueblo de puertas abiertas, hospitalario, lleno de buena gente donde el día clarea a las tempranas del día y le cuesta oscurecer para ver la luna en el cercano firmamento. El cielo está tan cerca, tan cerca que da la impresión que podemos tocarlo con las puntas de los dedos con solo ponernos de puntillas. Son las cosas que tiene el vivir en un pueblecito situado en lo más alto de la Provincia de Cádiz que da la sensación de que el firmamento choca con la impresionante pared del "Caíllo" que protege y cobija a Villaluenga.

Estas y otras elocubraciones de este loco corazón enamorado de todo un pueblo son las que pasan por mi mente y mi ánimo cuando a estas horas del día estoy sentado en mi patio de Villaluenga al calor de una buena copa, lectura de interés, la compañía y conversación de mi mujer y el frescor que poco a poco cae sobre nosotros.

Porque rozando la perfección en Villaluenga se puede vivir mejor en verano. Si el otoño, el invierno  son bonitos aunque llenos de dureza, la primavera y el verano son excepcionales. Las cuatro estaciones se dan la mano para hacer de este un paraje único y singular. 

Las mañanas son calurosas aunque soportables y la tarde-noche van bajando las temperaturas hasta hacer de la noche cerrada un oasis lleno de frescor y silencio.

Siempre destaco el silencio, pero es que escuchar el silencio es uno de los momentos más bonitos que puede experimentar uno. Lo normal es que en nuestras vidas sean constantemente interrumpidas por mil ruidos que distorsionan nuestro existir y encontrar lo que creemos que es silencio nos extraña en las ciudades, aquí es al revés porque vives desde el silencio y solo escucha algún remoto ruido que tan solo de vez en cuando osa interrumpir al silencio.

En Villaluenga del Rosario he encontrado buenos y queridos amigos que siempre están porque el concepto de amistad se convierte en familiar y los buenos amigos somos verdaderos hermanos que demuestran su cariño en todo momento y situación. Están en los buenos y malos momentos y eso, en los tiempos que corren, hay que cuidarlo y mimarlo como si fuera la mejor de las porcelanas chinas.

Después de un mes de pesares, enfermedades y sufrimientos por la reciente enfermedad de Conchi, este fin de semana pasado volvíamos a nuestro pueblo. Estábamos ansiosos por volver. El cansancio de estos días había hecho mella en nosotros y nuestros ánimos empezaban a flaquear. Solo Villaluenga podría cortar por lo sano tanta desazón, tanta angustia, tanto agotamiento, tanto hastía y apatía. Llegábamos sin fuerzas y sin apenas ganas de mirarnos al espejo.

Han sido dos días únicos donde hemos descansado, hemos vivido momentos inolvidables de verdadera amistad donde hemos disfrutado del silencio, de la soledad, de la compañía de los que queremos, de unas vistas que hacen perdernos en otros mundos tan lejanos y cercanos a la vez. 

El viernes cuando llegamos, tengo que reconocer, no podía ni dar un paso. El atroz agotamiento me había vencido. Hetepheres un poco más entera también demostraba que esta muy cansada. Lo primero que hicimos es ordenar un poco la casa, abrir las ventanas, asentarnos. Las prisas, los agobios, los sufrimientos habían hecho que nuestros ánimos estuvieran acelerados y teníamos que dar tiempo al tiempo para que cada cosa volviera a su sitio desde la más absoluta normalidad.

Al poco decidí salir al patio a leer y actualizar el blog. Así estuve largo rato que fueron horas, porque allí el reloj deja de tener su primordial función, y donde según pasaba el tiempo me tenía que ir cambiando de vestuario. Pasé del pantalón corto y camiseta a pantalón largo y camiseta y polo con zapatillas de invierno. Un intenso frescor penetraba en todos los poros de mi piel y a eso de las nueve de la noche nos tuvimos que meter para dentro de casa porque el "fresquete" se había convertido en frío. Me parecía mentira que en pleno mes de julio, con una olar de calor que recorre toda España, allí en mi pequeño pueblo hacía un intenso fresco que hizo que esa noche durmiéramos tapado con una sábana y con pijama más tupido que el de verano.

A partir de entonces el viernes duró poco más porque el cansancio me pudo y a eso de las once de la noche ya estaba en la cama durmiendo plácidamente porque si en mi querido pueblo amanece y el trasiego empieza muy pronto también cuando anochece todo se para y el silencio más absoluto reina de todas todas.

El sábado me desperté a eso de la mañana y me levanté, acostumbrado a dormir tan solo cinco horas el haber dormido cerca de nueve suponía para mí una auténtica proeza, Hetepheres se quedó en la cama plácidamente dormida. Tenía que descansar pues los días de enfermedad de su madre le han supuesto un gran deterioro y el agotamiento la atenazaba. Después de rezar me puse a actualizar el blog. Entre una cosa y otra, entre mis oraciones, meditaciones pierdo la noción del tiempo, las campanas de la Iglesia daban las nueve del día y poco después se levantaba mi querida mujer.

Entre una cosa y otra se nos hizo las diez y media. A esa hora bajamos al Casino a desayunar. Llena de honda emoción nuestro encuentro con Juande y Fernando. ¡Tener amigos así vale mucho la pena! Dos buenas rebanadas de pan y un café como solo Fernando, y anteriormente Alex, me sabe preparar hizo que nuestros cuerpos se fueran entonando.

Hetepheres se fue para casa pues quería hacer una limpieza a la misma después de un mes sin habitar y yo me quedé en la mesa que está a la puerta del Casino junto a Fernando hablando de mil cosas a la vez. El pasado, presente y futuro pasaron ante nosotros y todo lo encarábamos con ilusión, con fuerza, con apoyo mutuo. Fueron más de tres horas de buena, sana y productiva conversación donde el reloj se paró, el móvil desapareció, las prisas y los agobios desaparecieron a la luz del sol, una sombra que nos cobijaba, una brisa que nos envolvía y las confidencias de los dos que desaparecían en el aire y permanecían con nosotros para siempre.

A las dos de la tarde me despedí y me fui a buscar a Hetepheres para almorzar, cosa que hicimos media hora más tarde en la terraza del Casino. Patatas ali oli y un suculento plato combinado y un helado hizo que casi no pudiéramos levantarnos. Fernando estuvo sentado con nosotros en una buena y entrañable conversación.

Llegamos a casa a las cinco de la tarde y al poco estaba durmiendo la siesta. 

Despertarme, refrescarme nos fuimos a dar una caminata por la glorieta hasta seguir por el camino del contrabandista. Después de un mes de inactividad, tengo que decir que nos costó algo el culminar esta caminata que duró más de dos horas. El esfuerzo se vio recompensado ante las majestuosas vistas, la charla amena, el respirar aire puro y el sudar la "gota gorda" que hizo que el esfuerzo fuese más intenso y profundo.

Al llegar a casa, casi exhaustos, nos duchamos y mientras Hetepheres veía su serie preferida, yo me senté en el patio a estudiar sobre mi tema de investigación que junto a una buena copa hizo que estuviera así hasta cerca de las once de la noche. Cada vez que me levantaba notaba como se venían encima mis cuarenta y tres años aunque al poco volvía a ser el de siempre. ¡Qué me cundió la noche y que disfruté de mi investigación! No sé cuanto libros tengo abiertos aunque todos los llevo adelante a pesar del limitado tiempo que dispongo en el día a día.

Al final me fui  para casa, cené muy ligeramente, es decir casi no cené, y después de ver un poco la televisión nos fuimos a la cama donde el sueño ve volvió a vencer. Esta noche sí que me pasé de la raya durmiendo ya que no me desperté hasta pasadas las nueve de la mañana de un fulgurante domingo que nos recibía con los brazos abiertos.

Domingo donde volvimos a bajar a desayunar y pude conversar un poco con Juande, mi querido hermano de mil fatigas, y con Fernando. Al terminar nos fuimos a Misa donde nos encontramos con buenas y queridas amigas que nos habían extrañado durante nuestra obligada ausencia. Reconforta y mucho el que seas echado de menos, cosa que en la ciudad y entre mucho de los que consideras "tuyos" ni siquiera te echan cuenta.

Al finalizar la Eucaristía nos dirigimos a casa aunque antes pasamos por la de nuestra querida Elena Olmos donde estuvimos un rato de buena charla. La verdad es que nosotros queremos a Elena, Lázaro y familia como si fuera la nuestra. En Villaluenga todos somos familia y, como dice el dicho, "el movimiento se demuestra andando".

Bajé un rato al Casino y repetimos la misma escena en la terraza del mismo. Fernando y yo en una mesa con nuestras cosas y casos. Al poco llegó Juani junto a unas buenas amigas, una familia sevillana, Nito...

Me despedí de todos y me fui para casa serían las dos de la tarde. En la calle Cervantes me encontré con Juande donde nos despedimos hasta la semana siguiente con un fuerte y cálido abrazo, de esos de los que sobran las palabras porque los sentimientos hablan por si solos. 

Me encontré a Hetepheres con su puzle y le dije, al rato, que no preparara nada de comer, que nos íbamos al Casino para almorzar algo ligero y fresquito porque mucha hambre no había, ya que el calor y este tiempo quitan las ganas de todo.

Allí no encontramos con Berna con el cual estuvimos charlando en un amigable y sentido ambiente.  Mi querido y buen amigo Berna no cambia y es "genio y figura" siempre, en todo momento y lugar.

Después almorzamos unas ensaladas y un picadillo de tomate exquisitos junto a Fernando que nos acompañó. Hicimos planes para la semana próxima en la cual estaremos, si Dios lo quiere y todo va bien, cuatro días seguidos en nuestro querido pueblo.

Puedo deciros que el sosiego, la tranquilidad, la relajación, el estado de ánimos perdidos en las lagunas de la preocupación y estrés han desaparecido por completo y encaramos la semana con ilusiones renovadas de volver, el próximo viernes, a nuestro querido y amado pueblo de Villaluenga del Rosario.

Recibid, mis queridos amigos y hermanos, un fuerte abrazo y que Dios os bendiga.

Jesús Rodríguez Arias

Mi especial recuerdo a nuestras buenas amigas Charo Oliva y Toni.

Mi felicitación más sincera para todos los que conforman la asociación de "Toro de cuerda de Villaluenga del Rosario" por lo logros conseguidos. He podido visionar vuestro cartel y es de auténtico LUJO. Seguid luchando porque no se pierdan las tradiciones de Villaluenga del Rosario. Os transmito a todos mi admiración más profunda.

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