martes, 16 de julio de 2013

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,20-24:

En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti.»

II. Compartimos la Palabra

La Virgen del Carmen, una de las advocaciones marianas más extendidas a lo largo y ancho del mundo, debe su nombre al Monte Carmelo, en la costa oriental del mar Mediterráneo. En sus múltiples grutas naturales se cobijaron eremitas antes y después de Cristo. “El más célebre –en palabras del Papa emérito Benedicto XVI- fue el gran profeta Elías, quien en el siglo IX antes de Cristo defendió de la contaminación de los cultos idolátricos la pureza de la fe en el Dios único y verdadero”. Con la figura de Elías como telón de fondo, surgió la Orden de los Carmelitas, que cuenta entre sus miembros santos tan grandes como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Teresa del Niño Jesús y Teresa Benedicta de la Cruz.
El Obispo emérito de Lourdes, Jacques Perrier, publicó hace poco un artículo sobre María en Pentecostés, y en él ahonda en dos ideas que, pienso, nos pueden venir bien, no por novedosas, sino por imperecederas. 
  • “María estaba con ellos” y con nosotros

Está con los Apóstoles en el Cenáculo, esperando al Espíritu Santo. Que María esperaba al Espíritu Santo es una forma de hablar. Más bien habría que decir que María estaba con los discípulos de Jesús, con las piadosas mujeres y con otros discípulos, que eran los que realmente necesitaban e iban a recibir el Espíritu. María, desde su nacimiento, evangélicamente hablando, en la Encarnación, ya lo había recibido: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el Poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc 1, 35). Aquel fue el primer Pentecostés de María. Pero, estaba allí.
María estuvo siempre donde tenía que estar, con quien tenía que estar y como tenía que estar, porque estaba dirigida por el Espíritu y por el Padre y, luego, por Jesús. Así fue y estuvo, antes incluso de nacer su Hijo, con su prima Isabel, y ésta, al oírla, se llenó de Espíritu Santo. Más tarde, la vemos con su Hijo en Caná, en unas Bodas. Y allí, con la mayor discreción, se percata de los apuros de los novios, y el problema se solventa. Y así siempre, hasta el Calvario y la Cruz; y la Resurrección y Pentecostés. Y así más tarde, entregando el escapulario carmelitano a San Simón Stock y el Rosario a Santo Domingo. María estaba allí y sigue estando aquí. 
  • Su presencia entonces, después y ahora es “discreta”

San Lucas menciona la presencia de María después de haber dado la lista de los apóstoles. María, contrariamente a las representaciones habituales de Pentecostés, según San Lucas no está en el centro. El centro está siempre reservado para su Hijo, del cual ella es la primera creyente y seguidora; y, junto con el Hijo, el Espíritu Santo.
María está en su sitio. Allí con ellos, orando, animando, acompañando, intercediendo y esperando. Y está allí en aquel momento porque está naciendo la Iglesia, y, por madre de Jesús, María sabe mucho de nacimientos y de la Iglesia que él nos dejara. Pablo VI la proclamó, durante el Concilio Vaticano II, “Madre de la Iglesia”, aunque esta maternidad sea muy distinta de la otra.
La Virgen del Carmen, como todas las advocaciones marianas, son títulos que conducen al Señor. Ella, como el Espíritu Santo del cual es la obra maestra, trata de conducirnos siempre a su Hijo, el Señor. Siempre tenemos que recordar lo que, en las Bodas de Caná de Galilea, dijo con tanta profundidad que todavía escuchamos el eco: “Haced lo que el os diga” (Jn 2,5). Haciéndolo es como mejor celebraremos a la Virgen del Carmen y como más tranquilos podremos sentirnos, incluso cuando “se nos acabe el vino”.
Fray Hermelindo Fernández Rodríguez 
La Virgen del Camino 

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