jueves, 4 de julio de 2013

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,1-8:

En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla.
Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.»
Algunos de los escribas se dijeron: «Éste blasfema.»
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados están perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados –dijo dirigiéndose al paralítico–: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa.»
Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.

II. Compartimos la Palabra

  • Sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo

Lo que puede parecer una prueba no es sino una experiencia creyente que ubica al hombre en los caminos de Dios; realidad misteriosa y lejana a nuestra comprensión y sentimientos. Abrahán, referente de tantas vivencias creyentes, deja su pasado (familia, tierra…) y ahora le piden que renuncie también a su futuro (su hijo, su único hijo). En la noche oscura de la fe, Abrahán obedece a Yahvé y sigue el camino que la voz divina le traza, abriéndose así, desde su singular experiencia de fe, a un conocimiento nuevo del misterio de Dios. Se pone en camino y, al llegar al lugar indicado, se apresta a sacrificar a Isaac. Ha ascendido hasta la cota más alta de la gratuidad, de la confianza, se ha puesto en manos de Dios, ha dejado que Dios sea su personal lógica, la lógica abrahámica, y es bendecido con la multiplicación de su progenie porque se ha fiado de Dios; sólo por esta razón es posible superar la más que difícil prueba, sólo así se disipa la oscuridad de la noche de la fe.
  • Viendo la fe que tenían

Tras abandonar la Decápolis Jesús regresa a su ciudad y, en el gentío que le rodea y le escucha, unos paisanos, portadores de una camilla donde yace un paralítico se atreven a romper el cerco de tanta gente y ponerse al alcance de la mirada del Maestro. Jesús advierte con prontitud el acreditado esfuerzo y tiende la mano del perdón al incapacitado. Emergen rápidos los contrarios al Reino de Dios tachándole de blasfemo; Jesús, no obstante, se fija en la fe que tenían tanto el paralítico como sus portadores, poniéndose de relieve que si pecadores, también manifiestan su deseo de salvación y confianza en la palabra del que de Dios nos trae alegría y vida. El paralítico no sólo se ve libre de su carga pecadora, sino que advierte que por la fe en Jesús, por el encuentro confiado que tiene con él, comienza a vivir, se ve capacitado para caminar. La palabra de Jesús, el encuentro con él, siempre tiene la imperativa fuerza que nos habilita para ponernos en pie, comenzar de nuevo, dar sentido a nuestra vida, advertir que todo dolor humano (moral o físico) impacta en el amor de nuestro Padre, quien, en su Hijo, se ofrece a ser compañero de nuestro camino.
Fr. Jesús Duque O.P. 
Convento de San Jacinto (Sevilla) 

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