Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,1-8:
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla.Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.»
Algunos de los escribas se dijeron: «Éste blasfema.»
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados están perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados –dijo dirigiéndose al paralítico–: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa.»
Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
II. Compartimos la Palabra
Sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo
Lo que puede parecer una prueba no es sino una experiencia creyente que ubica al hombre en los caminos de Dios; realidad misteriosa y lejana a nuestra comprensión y sentimientos. Abrahán, referente de tantas vivencias creyentes, deja su pasado (familia, tierra…) y ahora le piden que renuncie también a su futuro (su hijo, su único hijo). En la noche oscura de la fe, Abrahán obedece a Yahvé y sigue el camino que la voz divina le traza, abriéndose así, desde su singular experiencia de fe, a un conocimiento nuevo del misterio de Dios. Se pone en camino y, al llegar al lugar indicado, se apresta a sacrificar a Isaac. Ha ascendido hasta la cota más alta de la gratuidad, de la confianza, se ha puesto en manos de Dios, ha dejado que Dios sea su personal lógica, la lógica abrahámica, y es bendecido con la multiplicación de su progenie porque se ha fiado de Dios; sólo por esta razón es posible superar la más que difícil prueba, sólo así se disipa la oscuridad de la noche de la fe.
Viendo la fe que tenían
Tras abandonar la Decápolis Jesús regresa a su ciudad y, en el gentío que le rodea y le escucha, unos paisanos, portadores de una camilla donde yace un paralítico se atreven a romper el cerco de tanta gente y ponerse al alcance de la mirada del Maestro. Jesús advierte con prontitud el acreditado esfuerzo y tiende la mano del perdón al incapacitado. Emergen rápidos los contrarios al Reino de Dios tachándole de blasfemo; Jesús, no obstante, se fija en la fe que tenían tanto el paralítico como sus portadores, poniéndose de relieve que si pecadores, también manifiestan su deseo de salvación y confianza en la palabra del que de Dios nos trae alegría y vida. El paralítico no sólo se ve libre de su carga pecadora, sino que advierte que por la fe en Jesús, por el encuentro confiado que tiene con él, comienza a vivir, se ve capacitado para caminar. La palabra de Jesús, el encuentro con él, siempre tiene la imperativa fuerza que nos habilita para ponernos en pie, comenzar de nuevo, dar sentido a nuestra vida, advertir que todo dolor humano (moral o físico) impacta en el amor de nuestro Padre, quien, en su Hijo, se ofrece a ser compañero de nuestro camino.
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)
Convento de San Jacinto (Sevilla)
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