Jesús, María y José:
Cuando contemplamos vuestra huida a Egipto
solemos fijarnos en el miedo que debisteis pasar,
como todo fugitivo, y en las penalidades del viaje.
Nos imaginamos que, una vez en Egipto, os integrasteis
en una de las comunidades judías que allí existían,
a modo de vuestra estancia fue ya tranquila.
Hoy veo que no debió ser fácil para vosotros,
miembros de una comunidad religiosa minoritaria,
mantener firme vuestra fe en el Dios único de Israel,
y vivir de acuerdo a las normas de la Ley,
sintiendo recelo de los dominadores romanos
y el desprecio de los judíos y griegos, que ridiculizaban
vuestro modo de vida, tan diferente de ellos.
Os pedimos por aquellos hermanos cristianos
que por ser fieles a Jesús, se sienten extraños en su país.
Ayudadles a mantenerse firmes en su fe,
y a que su conducta manifieste el amor de Dios Padre
Amén!!
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