Si quieres recobrar la autenticidad y ser honesto contigo mismo y con los demás, ponte frente al único espejo que no permite fingimientos, disfraces y disimulos. Solo ante Dios, en la oración, te ves a ti mismo, desprovisto de mentiras, trucos y engaños. Mirarte de vez en cuando en ese espejo de la oración te permitirá despojarte de superficialidades y falsedades y te ayudará a sincerarte contigo mismo, a ser cada vez más auténtico, más honesto, más cabal.
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