jueves, 28 de noviembre de 2013

DESMONTANDO A SUSANA; POR RAFAEL SÁNCHEZ SAUS.

Diario de Cádiz




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Desmontando a Susana

RAFAEL / SÁNCHEZ SAUS | ACTUALIZADO 28.11.2013 - 01:00
EL llamado "efecto Susana" es la sensación política del momento. Por tanto, como la política lo acapara todo en España desde hace cuarenta años, se ha hecho imposible abrir un periódico, oír un noticiario o zapear un rato sin toparnos con la presidenta de la Junta, su melena, su camiseta, su voz y su ancha sonrisa de andaluza a la que todo le sale bien. Agua de mayo para un PSOE en horas no oscuras, saturnales, y también para la legión de comentaristas que han encontrado oficio y beneficio en hacer de observadores de las cosas de la vida -reducida, como digo, a política- y contarlo. 

Algunos profundizan: Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia, tras el ciclón triunfalista y susanista desencadenado en Granada el pasado fin de semana, durante una tertulia radiofónica en la que no había más tema que ella, lo que dijo y lo que no es capaz de decir y nunca le oiremos, afirmaba: "Una cosa me llama la atención: el tono de voz y la acentuación tienen un efecto. Y lo que me pregunto es cuál es la fuente de ese efecto. Y creo que tiene que ver con el habla andaluza". Bien visto. Desde otro ángulo, el de los más directamente interesados en saber qué está pasando con Susana Díaz, Rubalcaba, que se debe levantar todas las mañanas preguntándole al espejo qué tiene ella que no tenga él, como si no estuviera a la vista, también ha lanzado su hipótesis: lo ha llamado "poderío", sabiendo el muy malvado que al conjuro de esa palabra, aplicado a una señora, todo español mayor de treinta años piensa en Rocío Jurado. Así pues, ya tenemos a dos sabios varones, catalán uno y montañés el segundo, que sólo pueden explicarse en clave de tópico andaluz un fenómeno que les ha roto los esquemas. Para ellos, el irresistible "efecto Susana", la unanimidad que despierta en la deprimida grey socialista, responde a los mismos resortes que el que desencadenaría entre sus paisanos una tonadillera dando el pregón de las fiestas de su pueblo. 

Ha tenido que ser un andaluz, inmune por ello a la sugestión del tono y del acento, tal vez insensible por empacho al poderío del sentimiento hembra y la pasión postiza, Ignacio Camacho, quien, cual nuevo Séneca, pusiera el dedo en la verdadera llaga del efecto Susana: "Sigo haciéndome una pregunta: ¿alguien me puede decir qué ha hecho o dicho Susana Díaz para merecer tanto entusiasmo?". El misterio continúa.

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