jueves, 28 de agosto de 2014

PARA MEDITAR.


No es lo mismo el fracaso del apostolado, que el fracaso del apóstol; el confundir las dos cosas puede llevar o a un conformismo estéril o a un desaliento derrotista. 
El fracaso de la acción apostólica puede ser inculpable e imprevisible; en último término, la decisión la toma cada persona en uso de su libertad, sin presiones de ninguna clase. Se podrán poner todas las condiciones previas, se podrán dar todos los pasos requeridos y, sin embargo, no conseguir lo que se pretende, por chocar contra la dureza de un corazón cerrado. 
Pero lo más triste será el fracaso del apóstol; que el apóstol no se haya sentido apóstol, que no haya obrado como tal, que no se haya preocupado de ser él lo que exigía a los demás, o se lo proponía como ideal: Esto constituye el fracaso del apóstol, que lleva lógicamente, no tanto al fracaso, cuanto a la negación de la acción apostólica. 



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