jueves, 29 de enero de 2015

PARA MEDITAR.


Te propongo esta antigua oración: 

Señor, que no tenga yo a ningún nombre por enemigo, y que sea amigo de lo que es eterno. 
Que ame, busque y logre sólo lo que es bueno. 
Que desee la felicidad de todos los hombres y que no envidie a ninguno. 
Que no me regocije con la desventura del que me ha hecho mal. 
Que hasta adonde alcancen mis fuerzas preste ayuda necesaria a todos los necesitados. 
Que pueda con palabras amables y consoladoras aliviar las penas de los que sufren. 
Que cuando yo haya dicho o hecho algo malo, no espere que los demás me lo hagan conocer, sino que yo mismo me lo reproche para corregirme de ello. 
Que me acostumbre a mostrarme amable y nunca irritado con los demás, cualquiera sea la circunstancia en que me encuentre. 

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