jueves, 28 de mayo de 2015

EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN; POR JOSÉ ANTONIO SIGLER

EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN. «Mantengamos la confesión de la fe,
ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios». (Oficio de Lecturas). Por un lado, hoy celebramos a Jesucristo como sumo y eterno sacerdote y, por otro, San Pablo nos propone, en el Oficio, la unidad del credo. La fiesta de hoy reviste una importancia especial en la fe del cristianismo. La Eucaristía, culmen  de la fe del cristiano, no se podría celebrar sin la presencia de Cristo. En un Prefacio Pascual se formula: "Quiso ser al mismo tiempo, sacerdote, víctima y altar". Y el sacerdote celebra como "Cristo en persona". Por ello, no podemos "acudir" a la Eucaristía como espectadores de un acto, sino  "partícipar", como actores, en la Eucaristía de Cristo; en la muerte y resurrección de Jesús y en su donación por el pan consagrado. Tomarse la Eucaristía "a la ligera" seria vivir una fe atrofiada, una fe deformada. Tenemos que anunciar esto a todos, por ello, San Pablo nos dice que "Mantengamos la confesión de la fe", que nos unamos y ayudemos a fomentar, a formar, a afianzar y a madurar la fe. San Pablo pone la guinda: «Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente». No hay que ir a la Eucaristía "mirando el reloj", sino "viviendo y gozando" del Misterio de la Salvación, el gran milagro que se produce cada vez que un sacerdote pronuncia las palabras de Cristo sobre el pan y el vino. Santa María y San José, rogad por nosotros.

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