jueves, 25 de junio de 2015

DE JEREZ A VILLALUENGA, UN ENCUENTRO CON CRISTO A TRAVÉS DE SU MADRE; POR BELTRÁN CASTELL LÓPEZ





El pasado domingo dio comienzo el verano. Otro veintiuno de junio más que tenemos la suerte de disfrutar y que cada año, por estas fechas, lo hacemos envuelto en un ciclo eucarístico que, año tras año, nos regala las procesiones del Santísimo Sacramento recorriendo las calles de nuestros pueblos y ciudades.

Por aquello del calendario, este ciclo en torno a Jesús Sacramentado vivió su broche de oro el pasado fin de semana en mi ciudad de Jerez de la Frontera con la procesión eucarística de la Parroquia de Santa Ana que, anualmente, organiza la Hermandad Sacramental de la Candelaria.

Una bella procesión que recorre, en las primeras horas de la mañana, tras la Misa Solemne oficiada por el párroco y buen amigo D. Luis Salado de la Riva, las calles de la feligresía, mostrándonos una de las últimas estampas cofradieras alrededor del Santísimo del presente curso cofrade.

Habitualmente, la Hermandad Sacramental de Santiago, a la que tengo el honor de pertenecer, asiste corporativamente al conocido como ‘Corpus de La Plata’, que da nombre a la barriada que alberga a la parroquia de Santa Ana. Pero en esta edición, quien les escribe tenía una cita ineludible a 80 kilómetros de distancia, prácticamente a la misma hora que la de Santa Ana en Jerez, curiosamente en mi segundo hogar de la provincia, que contrasta con Jerez al ser el municipio de menos habitantes y más elevado sobre el nivel del mar.

Y es que este año iba a disfrutar de un encuentro muy especial con la Divina Pastora en su tradicional Romería que año tras año celebra Villaluenga del Rosario, y tocaba, por primera vez en este día, dejar de ser adorador de Cristo para ser fiel siervo y seguidor de su Madre la Virgen María, a la postre, primer sagrario que albergó a Dios vivo.

Pero además, este día me tenía reservado un regalo muy especial ya que tuve el inmenso privilegio de recibir, por parte del hermano mayor de la cofradía Antonio Benítez Román, y de la mano de mi hermano en la fe y, desde ayer, hermano de la Divina Pastora Jesús Rodríguez Arias, la medalla de la corporación a los pies de la bendita imagen, en el interior de la coqueta Ermita de San Gregorio que ha sido restaurada para albergar de nuevo, si Dios quiere, a esta venerada imagen que, en la actualidad, reside en el templo parroquial de San Miguel.
Fue, sin lugar a dudas, un emocionante presente que nunca hubiera esperado recibir y del que les estaré siempre esternamente agradecidos.

Dios quiso que yo cambiara mi medalla de cordón rojo que alberga la custodia y la cruz de Santiago, por otra de cordón amarillo y morado que guarda en su interior la inmensa belleza de la Madre de Dios en su advocación de Divina Pastora.

Y comenzó la romería, con una peregrinación hasta la Finca Mata Ruiz, a las afueras del pueblo, en la que con mucho orgullo porté mi medalla y caminé tras los pasos de la Virgen mientras unas nubes altas nos reguardaban a todos los romeros del calor, acompañados además por una ligera brisa que acariciaba el Caíllo al paso de la carreta.

Unos momentos bellísimos, arropados por la madre naturaleza, que tuvieron su colofón cuando la Santísima Virgen pisó la Finca Mata Ruiz, lugar donde cada año se reúnen los vecinos de Villaluenga para venerar a la Virgen y celebrar, en su honor, una misa campera en la Catedral de la inmensidad que Dios construyó al principio de los tiempos.

Una preciosa eucaristía, en medio del campo, bajo las bóvedas de una encina y sobre el sobrio altar de una roca donde Dios, en toda su inmensidad, se manifestó ante su creación en el momento de la consagración. Aquí Cristo también salía a la calle en toda su majestuosidad, en esta ocasión sin custodia ni paso alguno, únicamente portado por el viril de las manos de D. Francisco Párraga en un instante que, por suerte, se repite una vez al año y donde se unen Fe y Tradición, tal y como nos recordó el sacerdote en su homilía.

Y allí estaba su madre, vestida de Pastora y cobijada en su carreta, ejerciendo de portentoso sagrario en una jornada inolvidable para un principiante romero que fue llamado a acompañar a la Santísima Virgen y poder recibir al fruto de su vientre hecho vida a través del pan, convirtiéndome por un instante en sagrario temporal de Su Divina Majestad.

... Y finalizó una preciosa y multitudinaria Eucaristía, que estuvo acompañada por las magníficas voces del Coro Rociero ‘Agua Nueva’, para dar comienzo a la tradicional convivencia en la que todos los vecinos del pueblo disfrutan de un almuerzo campero, al abrigo de las encinas y en compañía de familiares y amigos, para así poner el broche de oro a una jornada con mayúsculas en el calendario religioso-festivo de Villaluenga del Rosario.

Pero este día me tenía guardada otra grandiosa sorpresa. Y es que, como buen romero, tuve el inmenso honor de ser bautizado como hermano de la corporación de manos del hermano mayor, acompañado por mi esposa May, por mi hermano en la fe Jesús y por su mujer Hetépheres, y en presencia de numerosos vecinos de la Villaluenga, que me hicieron sentir en ese momento como un payoyo más, de lo que me siento orgulloso pues así lo experimenta mi corazón.

Y es que, estas son las cosas de Dios, ya que Él quiso que el pasado domingo acompañara a Su Madre para, posteriormente, recibir su bendita presencia.

De Jerez a Villaluenga, así estaba escrito. Un encuentro con Cristo a través de Su Madre.



Alabado sea Jesús Sacramentado.


Beltrán Castell López.

No hay comentarios:

Publicar un comentario