domingo, 28 de junio de 2015

LA FESTIVIDAD DE LAS BASÍLICAS DE SAN PEDRO Y SAN PABLO; POR JOSÉ MARÍA VIEYTES BEIRA





Mañana el santoral de la Iglesia Católica, celebra la festividad de todas las Basílicas denominadas de San Pedro y San Pablo. Y el presente artículo aunque ya fue publicado en esta página cofrade el 17 de noviembre de 2013 vuelve hoy -reformado- recordando a los citados templos y a sus respectivos santos.

Ante esta festividad no se puede obviar a nuestra Iglesia Mayor de San Pedro y no estoy tan seguro que primitivamente fuera también de San Pablo y no tanto de los Desagravios. Aunque la conocemos como la Iglesia Mayor de San Pedro y San Pablo y de los Desagravios. Y por tanto, creo que también le alcanza, como no, esta celebración.

Pero de acuerdo con el título y por razones obvias, he de referirme en primer lugar al primero de los templos: el de Sancti Petri como dicen los italianos en latín o la Basílica Papale di Santi Pietro in Vaticani di Roma, el mayor de los templos cristianos del mundo y uno de los lugares más sagrados de todo el orbe católico.

Y según la tradición, esta Basílica se construyó sobre una gran piedra roja debajo de la cual se encontraba la tumba de San Pedro, que los cristianos soslayaban para no levantar sospechas y evitar las persecuciones que sufrían de los romanos. 

Paradójicamente, la Basílica de San Pedro no es Catedral de Roma ni tampoco Parroquia. El título de -catedral- le corresponde a San Juan de Letrán en las afueras del Vaticano y el de -parroquia- a la Capilla Paulina dentro de él. Sin embargo es sin duda, el marco más idóneo por excelencia para celebrar las grandes solemnidades litúrgicas y religiosas tanto en su interior como en la plaza que la preside: la Plaza de San Pedro.

Plaza cuyo Obelisco central tan alto como majestuoso, fue fiel testigo mudo del martirio y muerte de San Pedro antes que el citado obelisco, entonces en los jardines del Vaticano bajo el imperio de Nerón, fuese trasladado a dicha plaza. San Pedro fue crucificado el 29 de junio del año 64. Y por su propia decisión lo hizo con la cabeza hacia abajo para no coincidir con la de su Maestro: ¡Cristo Nuestro Señor!

Pero volviendo al Vaticano, tener la suerte de entrar en él, recrearse en sus jardines, salas y dependencias, y pararse en la Capilla Sixtina, impregnándose de tanto arte y belleza acumulada en su bóveda y en sus paredes o imaginarse los cónclaves y la presencia invisible del Espíritu Santo. Así como visitar la Basílica, postrarse ante la tumba del beato y santo Papa Juan XXIII, del altar blindado de la Piedad y situarse debajo del ábside donde se encuentra la silla de la Cátedra de San Pedro. O pasear por la Plaza observando cómo desde cualquier punto: las dos filas de columnas paralelas que la rodea no se interfieren entre sí, además de sustentar la balaustrada en donde se asientan las 140 figuras de los santos que la componen; resume una mezcla de sensaciones, emociones y sentimientos, que sorprende al visitante con independencia de su credo, invitándole a volver de nuevo. Y es que el arte ennoblece al espíritu y mueve los sentidos más profundos tanto de los cristianos como de los no creyentes.

Salvando la distancia para volver de nuevo a La Iglesia Mayor, hay que decir según cuenta la tradición, que dicha Iglesia surgió debido al crecimiento de la población de la entonces Real Villa de la Isla de León y al mismo tiempo, para aliviar en sus funciones a la capilla de Santa María instalada en el Castillo de San Romualdo. Hecho por cierto del cual se cumple ahora -311 años- de aquel suceso y -251- de su consagración.

Y su construcción se encuadra durante el barroco tardío en la mitad del siglo XVIII, del que tomó algunos elementos ornamentales (sus puertas) unido al de su estilo neoclásico propio e imperante de la época (las torres). Y en su fachada principal se empleó mayoritariamente nuestra típica y autóctona piedra ostionera. Por otra parte y en cuanto a su tipo eclesial se le puede catalogar con la misma consideración de Basílica. Y fue consagrada en Febrero de 1764 por el obispo de Cádiz, Fray Tomás del Valle y está considerada como un monumento o edificio (BIC) Bien de Interés Cultural. Sin embargo los trabajos de su edificación llegaron hasta los primeros decenios del siglo XIX y aunque se le atribuye a Alejandro María Pavía Peduana, sacerdote y arquitecto, fue al parecer otro arquitecto, Torcuato José Bemjumeda, quien la finalizó como la conocemos hoy con ciertos cambios, supresiones y retoques no siempre afortunados.    

Su financiación parece que se hizo a través de gravar unos impuestos sobre el vino y otras especies con apariencias de donativos para sufragar la obra; dándose la extraña y al mismo tiempo generosa coincidencia de un señor acaudalado, que pasó por aquí y viéndola en construcción, donó una buena suma de su dinero para acabarla. Aquel Señor como referencia anecdótica era anglicano.

Pero el acontecimiento más importante vivido en ella fue el 24 de Septiembre de 1810 con motivo del asedio de los franceses a San Fernando durante la Guerra de la Independencia. Y mientras esto ocurría, en su interior los 104 diputados allí reunidos según el Acta levantado al efecto, redactaron la Primera Constitución; hecho que quedó perpetuado en el famoso cuadro del pintor Casal de Alisar expuesto en el Congreso de los Diputados en Madrid.

La Iglesia Mayor, histórico primer templo y para la Isla -Su Catedral- posee entre sus variados altares, las imágenes titulares de 8 ó 9 hermandades de las más representativas de nuestra Semana Santa y dispone de una hermosa sacristía, coro, una cueva habilitada al uso, poco conocida por cierto. Así como un compacto de salas, dependencias, archivos, despachos, casa y azotea, con la curiosidad añadida de entrar por la puerta principal salvando sólo dos escalones frontales o una superficie plana si se accede por el lateral derecho de dicha puerta. Y salir o entrar por detrás a través de una escalera de considerable altura compuesta por 14 escalones de altos peldaños, hecho que prueba en general dicha altura al encontrarse a 10 metros sobre el nivel del mar. La Iglesia Mayor, además, tiene el privilegio de poder exhibir la bandera nacional en los actos oficiales que así lo requieran. El edificio en cuestión está aislado entre dos calles y dos callejones.

Finalmente podríamos decir que la Iglesia Mayor también nos distingue y nos marca, nos entristece y nos alegra. Y sobre todo nos simboliza más allá de nuestras fronteras. Desde luego no es la Basílica de Roma. ¿Pero quién cuando sale de la Isla, aunque sea por pocos días, regresa en automóvil y al divisar los dos picos extremos y azules de sus torres-campanarios gemelas, no se estremece o se enternece de alegría?

Y si esto ocurre, es una señal evidente e inequívoca de la estima, el amor y la nobleza de corazón que tienen los isleños ¡Valorando aquello bueno y querido que tenemos!

José María Vieytes Beira. San Fernando. 25.06.15.  

Artículo publicado en el semanario local Información el 28.06.15. Y en el blog SED VAIENTES, por gentileza de Jesús Rodríguez Arias.

   

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