sábado, 25 de julio de 2015

* DOS AÑOS SON UNA ETERNIDAD


¡Triste condena! Y lo malo es que dura una eternidad.

Dos año ya de la aciaga muerte de mi querido hermano en la eternidad, Ignacio Bustamante Morejón. Dos años sin su presencia que lo llenaba todo, dos años sin compartir tantos sentimientos, tantas conversaciones, tantas impresiones desde la fe que nos unía y del apostolado al cual había ofrecido por entero su vida: ¡El cofrade!

Dos años que en su casa se nota un particular vacío mientras su viuda Pepa va caminando por la vida de forma renqueante y sus hijas Gracia y Macarena han tenido que acompasar el paso para seguir por sendero seguro y claro que su padre les dejó a base de ejemplo y testimonio de vida.

Dos años que falta de su lugar de trabajo donde su otro hermano del alma, Manolo Silva Camacho cogió los trastos de matar cuando el maestro fue corneado mortalmente cuando disfrutaba con su Familia y amigos de un viaje que los llevaba para abrazar al apóstol Santiago y que lo llevó junto a Antonio, Rosa, Francisco y Esperanza a la misma gloria. ¡Los designios de Dios son así!

Son ya 730 días de ausencia aunque no de olvido. Son muchos días, horas, minutos, segundos, amaneceres y atardeceres que no has contemplado emocionado como el sol emergía o se escondía tras las salinas o en playa de Camposoto del que era un gran defensor y eterno enamorado.

Dos años sin recorrer palmo a palmo tu bendita Isla de León nutriéndote a cada paso del olor y sabor de una ciudad única en el mundo. Dos años sin que tu figura se vea por la eterna calle Real o por la Pastora donde en su coqueta Iglesia podías pasar horas sin fin manteniendo los ojos fijos de la oración en la mirada de María, Madre de Gracia y Esperanza, con la que te entendías desde la inmensidad de la oración silenciosa y entregada.

Dos años sin ver tu recogida actitud cuando te hallabas delante de Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar cobijado en el Tabernáculo. Fuiste pregonero de todo aunque te faltó exaltar la Eucaristía y la verdad es que me hubiera encantado de escuchar tantas palabras de Amor hacia quién es el Amor. Nuestras largas conversaciones al calor de la amistad y de la fe me hacían sentir tu entrega apasionada, la única que hay, a Jesús y a Su Madre María.

Dos años sin verte revestido de tu túnica blanca y antifaz verde que cada Martes Santo San Fernando se convertía en un Getsemaní andante donde curiosamente Cristo no ora en la soledad sino acompañado de miles de penitentes que mitigaban el dolor y el atroz sufrimiento de Jesús ante lo que se le venía encima las horas siguientes. Sangre, sudor y lágrimas ante la inminencia del mayor de los sacrificios.

Dos años sin acompañar a la Santísima Virgen del Carmen a la que querías con locura y besabas por donde pisaba.

¡Dos años sin ti, querido Ignacio, llevamos ya dos años sin ti!

El tiempo pasa sin detenerse y parece que cada día que termina el velo del recuerdo se va haciendo cada vez más tupido hasta que los recuerdos son tan difusos que incluso hay que hacer un severo ejercicio de memoria para acordarnos de lo que nos es importante.

Para lo que te queremos, me es imposible hablarte en pasado pues sabes que te tengo presente, eso no sucede porque no dejamos que el visillo del olvido se pose en nuestras memorias ya que si lo hiciéramos y lo permitiéramos entonces si te puedo asegurar que habrías muerto cuando solo te has ido a la Casa de Hermandad eterna que está allá en la Gloria donde tienes el privilegio de ver y conversar todos los días con Jesús al que acompañas a rezar por todos nosotros en el Getsemaní eterno, con la Gracia y Esperaza de María a la que sueles ver cuando te acercas por Monte Carmelo, con el Beato Marcelo Spínola donde mantenéis largas charlas que duran toda una eternidad, de vuelta ves a sus padres que te siguen aconsejando como si fueses un niño o en amenas tertulias con cofrades de toda la vida que tanto hicieron de sus terrenales vidas puertas de entrada al cielo por medio de sus hermandades. Dicen los ángeles del cielo que estabas junto a Pedro cuando Joaquín García Amigueti llamó hace escasas horas a las puertas de la gloria y que os fundisteis en un sincero, cálido y largo abrazo mientras le dabas la bienvenida.

Dos años que estos peregrinos que iban para dar el abrazo al apóstol Santiago y lo que hicieron fue abrazar al Señor que los llamó, como hiciera con todos sus discípulos, por sus nombres para que lo siguieran y así con el testimonio de sus vidas regalarnos un verdadero ejemplo evangelizador.

Dos años que tus hermanos te llevan en el alma acariciando cada recuerdo.

Dos años que partiste en ese tren que os ha llevado directamente a la estación final con destino la misma gloria.

Dos años, hermano, dan para mucho y aunque en tu bendita Isla no logramos olvidarte porque hiciste grande lo sencillo, trabajaste con desmesura por la Iglesia por medio de Tú Hermandad del Huerto así como en el Consejo Local de Hermandades y Cofradías y por la ciudad que amabas pienso que antes incluso de nacer.

No eras de bordados sino de bordar el Amor a Cristo y a María, no te entretenías con cosas superfluas que pasan por efímeras sino que te dedicabas en cuerpo y alma a lo que permanece y nos enriquece como verdaderos cristianos y cofrades. No eras de honores, “medalleo”, “golpecitos” en la espalda, “compra-venta” de voluntades sino que desde la recta actitud defendía en lo que en verdad creías, nunca te dejaste manejar por ningún lobby y eso, entre los que viven en la mediocridad, te lo hacen pagar en vida arrinconándote y en la muerte intentando imponer el “olvido”.

Fuiste Ignacio Bustamante Morejón así de simple, así de sencillo, así de grande y eso no se puede olvidar ni para los que te queremos y nos encontramos tan huérfanos de ti como los que te despreciaron que aun pesar de tu ausencia todavía les haces sombra.

No sé por qué será que en la copla española siempre se pueden encontrar semejanzas de sentimientos aunque bien podríamos decir eso de que Ignacio que junto a Francisco, Esperanza, Antonio y Rosa hoy hace dos años se fueron al cielo camino de Santiago y La Isla se queda, se ha quedado, tan sola.

Sí, mi querido hermano Ignacio, dos años es mucho tiempo: ¡Una eternidad!

Recibe un fraternal abrazo, reza por nosotros y por tu querida España porque sinceramente creo que lo necesitamos.

Jesús Rodríguez Arias





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