martes, 28 de febrero de 2017

LLEGA EL FIN; POR ENRIQUE MONTIEL


Diario de Cádiz

En los próximos días circulará el primer tren tranvía de Chiclana a San Fernando y vuelta. Es conveniente no retrasar más esta obra ciclópea que tanto tiempo y dinero ha costado, y que tiene en la batuta al delegado del Gobierno, Fernando López Gil. Lo digo, más que nada, porque se acerca el fin del Estado, la última profecía apocalíptica del separatista catalán que ayer declaraba ante el Supremo e ilustraba a los jueces sobre las lecciones de educación y urbanidad que aprendió en su casa: se habla cuando quien tiene la palabra ha dejado de hablar. O sea, no me interrumpan, señorías, sus puñetas no me impresionan lo más mínimo. El presidente de la Sala que lo juzga no tardó ni veinte segundos en recordarle que el Tribunal Supremo no es su casa sino el lugar en donde se van a juzgar sus presuntos delitos.
Últimamente todos se ponen de Saddam Hussein, con aquellas amenazas apocalípticas. Digo que hace poco fue Maduro, diciéndole a Rajoy que perdería los dientes (se supone que en pelea a puñetazos con el presidente bolivariano). Saddam Hussein en caribe, claro. Pero hablaba, como este Homs, de la madre de todas las batallas. ¿Qué otra cosa es el fin del Estado? Es que anunciar el fin del Estado es decir a los pensionistas, se acabaron sus pensiones. Y a los enfermos, se acabó la salud pública. Y las familias, la educación pública ha muerto. Y ya de camino, los semáforos, la policía y la guardia civil, los propios jueces, las líneas aéreas, el riego por aspersión, la luz eléctrica y el gas natural. O sea, si ustedes me inhabilitan por querer separar territorios y personas y destruir una gran nación, todas las plagas caerán sobre el Estado (que es el nombre que dan a España los soberanistas, separatistas y demás escaparatistas del paisaje de nuestra vieja piel de toro).
¿Llegará la calle de la Vega a la calle Real el día 8? Es que no sé si ese día la Sala del Supremo, que es la última palabra, habrá mandado a Homs a la sala de mandos de la insurgencia y la desconexión, al fin de España, o seguirá la cuerda de presos por desobediencia grave y otros delitos, que traerán el apocalipsis completo a nuestra pobre España, de carnaval vestida hoy y mañana penitente con la ceniza sobre la frente y el horizonte amenazado por estos Homs que conocen, con seguridad, la poca profundidad de las raíces de esta gran nación histórica que no se revuelve por su propia solidez y fortaleza.
En definitiva, quiero subir al tren tranvía que me lleve a Chiclana antes del fin.

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