miércoles, 31 de mayo de 2017

TRADICIONES DEL DOMINGO DE PASCUA EN GRAZALEMA

Llega el miércoles de cada semana y con él nuestro ya tradicional artículo publicado en "Raíces de Grazalema" que creara con la ilusión de perpetuar la historia, las tradiciones, las devociones, las casas, cosas, casos y las gentes de Grazalema por parte de nuestro siempre querido y recordado Diego Martínez Salas.

Hoy traigo uno que hace referencia a una tradición de este querido pueblo y la cual he escuchado por boca de sus vecinos en más de una ocasión.

Tradiciones del Domingo de Pascua en Grazalema se titula y os puedo decir que es sumamente interesante.

Para conocer un pueblo, un lugar, siempre es bueno el conocer aparte de su historia también sus tradiciones que es lo que nos diferencia uno de otros y hace únicos, diferentes.

Sirva este semanal artículo como mi particular homenaje a la memoria de nuestro siempre recordado Diego que junto a sus colaboradores hizo de este sitio web llamado "Raíces de Grazalema" un lugar imprescindible para los que gustan de conocer un poco más de este pueblo.

Este homenaje también lo traslado a su viuda, hijos, madre, familia, amigos así como a toda Grazalema y los grazalemeños.

Recibid todos un abrazo con sabor a eternidad,

Jesús Rodríguez Arias 


raicesdegrazalema.wordpress.com

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Tan pronto como se vislumbraban las primeras luces del Domingo, los grazalemeños bajaban de todos los rincones del pueblo a la Iglesia de la Encarnación para proclamar la Resurrección del Señor.

Tras la misa, que ponía fin a los rigores cuaresmales; salía por las calles de Grazalema, la procesión del Niño Jesús perdido. La imagen se denominaba de esta forma, porque representaba a un niño de corta edad; probablemente la que tenía Jesús cuando se perdió de sus padres y fue hallado en el templo, discutiendo con los doctores de la ley.

Esta bellísima imagen, era vestida para la ocasión con una rica túnica blanca bordada en oro, y portaba una cruz de plata, sobre la que se colocaba una banderola blanca; símbolo del sudario que envolvió a Jesús y de su triunfo sobre la muerte. Igualmente lucía para la procesión unas potencias de plata, de más calidad que las que utilizaba ordinariamente en la capilla donde se veneraba, y que se cubría con un retablo de madera tallado y dorado en el lugar que hoy ocupa la capilla de San Isidro. (1)

La devoción al Niño Perdido, o al Dulce Nombre de Jesús, como realmente se denominaba, y que se celebraba los días 1 y 2 de enero, tenía por fin desagraviar al Señor por las blasfemias, sacrilegios, profanaciones e irreverencias de la que era objeto.

La propagación de esta devoción estaba encomendada, a la Orden de Santo Domingo, que la extendió durante el siglo XVII, a muchas localidades de la Diócesis de Málaga, fundamentalmente durante el largo mandato del obispo dominico Fray Alonso de Santo Tomás (1664-1692), que encomendó a los miembros de su orden, varias misiones que visitaron las parroquias más importantes de la diócesis. De hecho sabemos que el propio Fray Alonso, visitó al menos en dos ocasiones Grazalema, lo que indudablemente debió de contribuir a consolidar esta devoción y otras devociones propias  de la orden de predicadores. (2)

La influencia de los dominicos durante estos años del siglo XVII, debió de ser de importancia pues no sólo salieron de Grazalema varios frailes de la orden, el más conocido Fray Raimundo del Valle, sino que hasta la guerra civil, existió en la Iglesia de la Encarnación:

 “… un retablo de madera dorado y pintado, muy viejo. En su hornacina sin cristal se encuentra una imagen de vestir de Santo Tomás de Aquino, con un traje completo de seda con los colores de la orden dominica, uno viejo  para el camarín y otro nuevo para sus fiestas. La imagen tiene una custodia de plata en su mano izquierda y una pluma también de plata en su derecha. Debajo de la hornacina del santo hay otra hornacina pequeña con una imagen de mármol de Santo Domingo de Guzmán”. (3)


La imagen del Niño Perdido, de una altura aproximada de un metro veinte centímetros, estaba atribuida a la escultora Juana Roldán, “La Roldana”; (4) presentando algunos de los rasgos propios de la madurez artística de esta importante escultora, tales como expresividad del rostro, la gracia en la postura fuera de todo hieratismo, la boca pequeña en forma de triángulo, el arqueo de las cejas, o las pequeñas bolsas bajo los parpados, etc., Caracteres que hacen de esta imagen, lamentablemente destruida en 1936, una escultura de una extraordinaria calidad; y cuya recuperación mediante la recreación de una nueva que se inspirase en ella, constituye todo un reto deseable para la Iglesia y las hermandades de Grazalema.

No hay que confnndir la imagen del Niño Perdido de la Iglesia de la Encarnación con la otra efigie que se encontraba vinculada a la Hermandad de  Ntra. Sra. de la Soledad  que recibía culto en la ermita del Calvario  y que era sacada el Domingo de Resurrección a su atrio para la veneración de los fieles durante dicho día.

Concluida la procesión, los niños de Grazalema recibían de sus padrinos y de sus padres los hornazos de Pascua, con los que marchaban de excursión a distintos puntos como el Calvario, la ermita o la era próxima a ésta.

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Hornazo de Grazalema, hecho por Herminia Ríos Lerena y Carmen González Ríos

El hornazo de pascua, se elaboraba dando a la masa del pan o a la del bollo de almendras, propio de la cuaresma, la forma deseada. Normalmente era redonda para las niñas y en forma de trenza para los niños, aunque también podía adoptar otras formas, como tortugas, gallinas etc,.  Al hornazo se le colocaba en su centro un huevo cocido que se solía tintar de azul o de rosa, según a quien fuera destinado. Hoy día se puede usar colorante alimentario para dar el color, pero cuando estos “inventos”, no existían se solían tintar sumergiendo el huevo en agua que se había coloreado previamente con algún cartón rojo o azul. Sobre el hornazo se colocaban figuritas de animales, cestitos etc,. Para evitar que el huevo se cayera, se sujetaba a la masa con dos tiras de la misma masa formando una cruceta. Algunos eran un verdadero ejercicio de habilidad como el elaborado hornazo que que ilustra este artículo realizado por Herminia Ríos Lerena y su hija Carmen González Ríos.

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El origen del hornazo, se  encontraba en la prohibición que existió durante muchos años de comer huevos durante la cuaresma, pues se les asimilaba a la carne al objeto de quedar vedado su consumo. (5) Así durante los cuarenta días previos a la Semana Santa, se cocían los huevos, y se pintaban de colores para distinguirlos de los frescos. El Domingo de Pascua, las gentes regalaban los huevos a sus parientes y allegados, aprovechando para alegrar el día a los más pequeños, con las divertidas formas de los hornazos. Con el paso de los años, desapareció la prohibición, pero se conservó la tradición  de los hornazos, hasta no hace muchos años. Hoy día, solo nos queda su recuerdo con el del cariño que nos demostraban nuestras madres y abuelas al regalárnoslos.


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Notas:

(1)Archivo Catedral de Málaga. Legajo 874.48.

(2)GUEDE LISARDO. Historia de Málaga III. Episcopologio. Pag. 40.

(3)Archivo Catedral de Málaga. Legajo 874.48.

(4)ROMERO DE TORRES. ENRIQUE. Catálogo Monumental de la Provincia de Cádiz. Tomo I. Grazalema. Año 1.907.

(5)Por esta razón huevos, leche, mantequilla, queso y manteca de puerco están prohibidos (Santo Tomás, Summa, II-II, Q. cvii, art. ult., ad 3).

SABOR A VILLALUENGA DEL ROSARIO


THE PRAYER. DAVID, FOSTER, CHRIS MAN & KATHARINE McPHEE

FRANCESCO TOTTI: SE UNA LEYENDA DEL FÚTBOL, UN SOLDADO DEL PAPA Y UN HOMBRE "AGRADECIDO A DIOS"

Religión en Libertad

Francesco Totti: se va una leyenda del fútbol, un soldado del Papa y un hombre «agradecido a Dios»
Javier Lozano

Francesco Totti es una leyenda del fútbol. Este domingo se retiraba el que ha sido un ejemplo para millones de aficionados y para el resto de futbolistas profesionales. A los 40 años y acompañado de su esposa y de sus tres hijos se despedía entre lágrimas de la afición de la Roma, el club de su vida donde ha competido durante 25 temporadas como profesional y cuya camiseta solo la ha cambiado para jugar con la selección italiana.

Totti es algo más que una estrella del fútbol que ha ganado un Mundial, una Liga, dos Copas de Italia, dos Supercopa o una Bota de Oro. Es un símbolo, uno de los últimos que ha resistido al llamado “fútbol moderno”. Sencillo y amante de su ciudad decidió jugar en el equipo que le vio crecer a pesar de las numerosas ofertas que tuvo para salir, especialmente una del Real Madrid. Perdió millones pero nunca se ha arrepentido.

Un ejemplo de sencillez en el fútbol de élite
Y por ello es un ídolo que pese a la fama no quiere ser más que nadie. Es el romano que siempre fue. “La única cosa que me pido a mí mismo, a Totti, es seguir siendo siempre, en el alma, el Francesco que he sido toda la vida”, decía en una entrevista el atacante italiano.


Pero además de encarnar los valores del fútbol más puro, Francesco Totti se ha caracterizado siempre por su declarada fe católica, creencias que nunca ocultó y de las que no tenía problemas en hablar de forma sencilla, tal y como hace con todas las cosas.

Agradecido a Dios
Además, como buen católico y romano, siempre ha defendido al Papa y se ha mostrado orgullosos de ellos, tanto de san Juan Pablo II, al que conoció de niño, como de Benedicto XVI y Francisco.

Este futbolista, que en su carrera ha disputado 786 partidos oficiales y ha marcado 307 goles, confesaba en el programa A sua Imagine que “cada vez que meto un gol, beso el anillo de matrimonio y agradezco al Señor por haberme regalado una vida plena de satisfacciones. No sólo en el campo de fútbol sino sobre todo en la vida cotidiana con Ilary y nuestros hijos”.

Totti se casó en 2005 con su mujer en la basílica romana de Santa María in Aracoeli y la ceremonia fue retransmitida en directo por televisión y seguida por más de un millón de espectadores.

Devoto de la Virgen del Divino Amor
Devoto de la Virgen del Divino Amor, muy querida por todos los romanos, confesaba tener una “relación profunda” con la fe desde las cosas más sencillas a las más profundas. “Siempre he dado una gran importancia a ciertos gestos, desde el signo de la cruz a la oración”, aseguraba el ya exfutbolista de la Roma.

 


En su opinión, “el hombre no ha nacido por casualidad y la fe le indica el camino. Luego yo he tenido mucha suerte y por eso, además de creer, agradezco a Dios. Además buscaré siempre compartir con el prójimo parte de los bueno que me ha sido dado”.

Y así lo ha hecho. Totti ha liderado numerosas obras benéficas. En Italia ha sido blanco de miles de chistes que le retratan como una persona simple. Sin embargo, lejos de ofenderse por ello, recopiló todas estas bromas y editó un libro cuyos beneficios fueron destinados a ayudar a niños pobres.

¿Qué es la fe para Totti?
Para él, “la fe es creer a corazón abierto y sin condiciones; es también por eso que las palabras fe (fede) y confianza (fiducia) son tan similares”. Esta concepción de la fe en Dios también la aplicó en su amor a los colores del único equipo en el que jugó.

Su familia, el otro gran pilar en el que se apoya, le ha permitido ver a Dios también. Así afirma ver su mano en el nacimiento de sus hijos: “Creo que fueron los momentos más bellos de toda mi existencia que me han hecho feliz y realizado. Es un discurso de amor. El amor por nuestros seres queridos, y sobre todo por los hijos, pienso que es similar a lo que Dios hace para cada uno de nosotros, porque la fe y el amor van de la mano”.

Totti nunca olvidará el día que siendo niño conoció a san Juan Pablo II

El encuentro con Juan Pablo II que le marcó de niño
Precisamente, recibió la fe siendo niño. “La fe ha sido siempre muy importante en mi vida, primero gracias a mi madre Fiorella, católica devota, y luego gracias a acontecimientos clave. Nunca he olvidado la caricia en la cabeza que me dio siendo niño Juan Pablo II cuando nos visitó en Primaria, recuerdo que me causó una gran impresión la fuerza que emanaba”.

Recordando al Papa polaco días antes de que fuera beatificado, Totti recordaba ese primer encuentro: “Tenía ocho o nueve años y estaba acompañado de mi madre. El Papa estaba pasando cuando de repente se detuvo y puso su mano en mi frente. Fue un gran emoción para mí y sobre todo me llamaron la atención sus ojos y su energía que emanaban un aura de tranquilidad y paz”. Después ya como una estrella del fútbol tuvo la ocasión de verle en más ocasiones.

Esta fe de niño la siguió alimentando haciendo de monaguillo en la parroquia en la via Latina a la que acudía con su familia, en la catequesis con el padre Aldo y luego con los consejos espirituales de don Fernando. Así hasta acudir cada sábado a misa a la capilla que la Roma tenía en sus instalaciones deportivas.


El Papa, "mi gran capitán"
Totti, el gran capitán de la Roma, considera que hay un capitán aún mayor en Roma. Para él, el Papa, ya fuera Juan Pablo II, Benedicto XVI o Francisco, es “el gran capitán del equipo”.  Y por ello, se mostró públicamente muy “triste” tras conocer la renuncia de Benedicto XVI, al que tenía mucho cariño y que le regaló un Rosario que conserva y utiliza.

“El Papa es el hombre que Dios nos envía para que le represente en la tierra”, decía Totti antes de la elección de Francisco, que se mostró extremadamente “feliz” después de que el Papa argentino convocase el Jubileo de la Misericordia. “Cada día nos da humildad, sencillez y serenidad por encima de todo. Una vez  más nos ha sorprendido con el anuncio del Año Santo Extraordinario”.

"Mantener el gusto por las cosas pequeñas y sencillas"
Ahora que se retira del fútbol solo espera poder haber hecho el bien a otras personas. “El fútbol es una distracción tanto para el que lo practica como para los espectadores, por lo que es bueno para deshacerse del estrés y de los pensamientos negativos. Entonces es una forma de cultura porque enseña cómo convivir con los demás, para hacerse frente a uno mismo, para comprender la importancia de las reglas. Entre los muchos valores que creo que se deben enseñar el primero y más importante es el respeto a los demás. Y cuando respetamos al otro demostramos que somos un pueblo civilizado”.

Y como recordatorio final para todos, el gran capitán de la Roma pide “mantener el gusto por las cosas pequeñas y sencillas”. Ahí encontró él la felicidad pese a tener al alcance otras más grandes que, sin duda, no le habrían realizado tanto.

LOS YIHADISTAS DIFUNDEN UN VÍDEO DEL SACERDOTE SECUESTRADO JUNTO A SUS FELIGRESES EN MARAWI

Religión en Libertad

Los yihadistas difunden un vídeo del sacerdote filipino secuestrado junto a sus feligreses en MarawiEl pasado 23 de mayo, los yihadistas de una filial de Estado Islámico tomaron la ciudad filipina de Marawi, en la isla de Mindanao, una zona de mayoría musulmana, y arrasaron la catedral de María Auxiliadora. Además, los terroristas secuestraron al sacerdote Teresito “Chito” Suganob y a vario parroquianos.
Ahora los yihadistas del grugo Maute en Marawi han difundido un vídeo en el que aparece este sacerdote filipino. En las imágenes, el religioso aparece delante de unas casas completamente destruidas donde envía un mensaje al presidente filipino, Rodrigo Duterte, que bombardeo la zona tomada por los yihadistas tras la toma de la ciudad.
"Estamos en medio de esta guerra"
“Señor presidente, por favor, considérenos. Nosotros estamos en medio de esta guerra. Estamos pidiendo su ayuda para que por favor dé lo que ellos están pidiendo”, dice el sacerdote en el vídeo.


Además, añade que “ellos no piden nada, sólo la retirada de sus fuerzas de Lanao del Sur y de la ciudad de Marawi, el cese de los bombardeos aéreos y que paren los cañones”.


Varios secuestrados habrían podido escapar
Visiblemente afectado, el padre Suganob pedía a Duterte: “Si quiere que me arrodille solo para tocar su corazón a favor de nuestras familias que lloran en diferentes lugares, por nuestros parientes…lo haremos”.

El sacerdote insistía en el vídeo en que los terroristas están preparados “para morir por su religión. Señor presidente, no puede usar la fuerza y la violencia porque ellos tienen el compromiso de morir por esto”.

Según el Canal 5 de Filipinas, varias personas que también habían sido secuestradas  lograron escapar aprovechando la confusión creada por los bombardeos aéreos. De acuerdo a sus testimonios, los terroristas grabaron varios vídeos donde los secuestrados piden al gobierno que detenga sus ataques, amenazándolos con decapitarlos si se negaban. Según estas personas, entre los islamistas había varios menores de edad de entre 10 y 16 años.

Aqui puede ver el vídeo íntegro grabado por los yihadistas:

REUNIDOS EN COMUNIÓN: REZANDO CON TODA LA IGLESIA




El Canon Romano nos da la medida de la oración de la Iglesia, que abraza el espacio y el tiempo, como los brazos abiertos de Jesús en la Cruz.
AÑO LITÚRGICO
Opus Dei - Reunidos en comunión: rezando con toda la Iglesia
«Celebro la Misa con todo el pueblo de Dios. Diré más: estoy también con los que aún no se han acercado al Señor, los que están más lejanos y todavía no son de su grey; a ésos también los tengo en el corazón. Y me siento rodeado por todas las aves que vuelan y cruzan el azul del cielo, algunas hasta mirar de hito en hito al sol (...). Y rodeado por todos los animales que están sobre la tierra: los racionales, como somos los hombres, aunque a veces perdemos la razón, y los irracionales, los que corretean por la superficie terrestre, o los que habitan en las entrañas escondidas del mundo. ¡Yo me siento así, renovando el Santo Sacrificio de la Cruz!»[1]
Venimos recorriendo los diversos momentos del año litúrgico, profundizando en todo el arco de tonalidades que adquiere, en el tiempo, la oración de la Iglesia. Estas palabras de san Josemaría sobre la Eucaristía, «corazón del mundo»[2], ponen ante nosotros el verdadero alcance del culto cristiano, que, como anunciaba ya uno de los salmos mesiánicos, abraza todo el espacio –«a mari usque ad mare, de mar a mar»[3]– y todo el tiempo –«como el sol y la luna, de generación en generación»[4]–. Todo empezó en la Cruz: Jesús recogía ya entonces en su oración a toda la Iglesia, y daba así cuerpo a la communio sanctorum de todos los lugares y de todos los tiempos. Y todo vuelve a la Cruz: «omnes traham ad meipsum, atraeré a todos hacia mí»[5]. En cada celebración eucarística está toda la Iglesia, cielos y tierra, Dios y los hombres. Por eso en la Santa Misa quedan superadas no solo las fronteras políticas o sociales, sino las que separan cielo y tierra. La Eucaristía es katholikē, que en griego significa universal, católica: tiene la medida del todo, porque allí está Dios, y con Él estamos todos, en unidad con el Papa, con los Obispos, con los creyentes de todas las épocas y lugares.
TODO EMPEZÓ EN LA CRUZ: JESÚS RECOGÍA YA ENTONCES EN SU ORACIÓN A TODA LA IGLESIA, Y DABA ASÍ CUERPO A LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS DE TODOS LOS LUGARES Y DE TODOS LOS TIEMPOS.
Vamos a asomarnos, ya al final de esta serie, a algunos recodos de la Plegaria Eucarística, a través del Canon Romano[6]. Entreveremos así esa amplitud de la oración de la Iglesia, que surge de la amplitud de Dios. Si procuramos rezar en la Misa con ese sentido universal, de no estar solos, el Señor nos dilatará el corazón –«dilatasti cor meum»[7]–, nos hará rezar con todos nuestros hermanos en la fe; nos hará ser memoria de Dios, bálsamo de Dios, paz de Dios para toda la humanidad.
Sanctus, Sanctus, Sanctus
La Plegaria Eucarística inicia con el Prefacio, que siempre pone ante nuestros ojos motivos de acción de gracias. A veces no seremos capaces de apreciarlos, todos ellos, como algo que nos toca de cerca. Pero la Iglesia sí sabe lo que agradece, y nos podemos confiar a su sabiduría, aunque a veces no entendamos. Precisamente el final del Prefacio nos recuerda que es Ella, la Iglesia de todos los lugares y de todos los tiempos, la que celebra la Eucaristía, igual si participan miles de personas que «si ayuda al sacerdote como único asistente un niño, quizá distraído»[8].
El Prefacio concluye con el Sanctus, «la alabanza incesante que la Iglesia celestial, los ángeles y todos los santos, cantan al Dios tres veces santo»[9]. Cantamos, unidos a la liturgia del cielo, y lo hacemos no solo en nombre propio, sino en el de toda la humanidad y en el de la creación entera, que necesita de la voz del hombre. Somos por eso liturgos de la creación, intérpretes y sacerdotes del canto que las criaturas quieren entonar a Dios: «Hacemos mención del cielo y de la tierra, del mar, del sol y de la luna, de los astros y de todas las criaturas racionales e irracionales, visibles e invisibles, de los ángeles, las virtudes, las dominaciones, las potestades, los tronos, los querubines de muchos rostros (cf. Ez 10, 21), con el anhelo de decir aquello de David: Engrandeced conmigo al Señor (Sal 33, 4)»[10].
Memento Domine...
Esta oración eclesial, este rezar juntos, se percibe también en las intercesiones: «Memento Domine, acuérdate Señor», le decimos, y nos convertimos entonces nosotros mismos en «memoria de Dios» para nuestra familia y amigos, para las personas que se confían a nuestra oración, y también para todos aquellos de los que quizá solo Él se acuerda. Se trata de algo esencial en «nuestra Misa»[11], porque «si falta la memoria de Dios, todo queda rebajado, todo queda en el yo, en mi bienestar. La vida, el mundo, los demás, pierden la consistencia, ya no cuentan nada (…). Si perdemos la memoria de Dios, también nosotros perdemos la consistencia, también nosotros nos vaciamos, perdemos nuestro rostro como el rico del Evangelio»[12].
EL PREFACIO SIEMPRE PONE ANTE NUESTROS OJOS MOTIVOS DE ACCIÓN DE GRACIAS: AUNQUE A VECES NO SEREMOS CAPACES DE APRECIARLOS, LA IGLESIA SÍ SABE LO QUE AGRADECE, Y NOS PODEMOS CONFIAR A SU SABIDURÍA
La oración de intercesión nos mete de lleno en la oración de Jesús, que es el único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres. «Interceder, pedir en favor de otro es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos»[13]. Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de petición que no conoce fronteras, como se percibe ya desde las primeras anáforas eucarísticas. Procuraban adquirir los sentimientos de Aquel que «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad»[14]. En la Plegaria eucarística, si ponemos cariño de nuestra parte, Dios nos agranda el corazón, lo hace a la medida del de Cristo.
Con esa magnanimidad pedimos en primer lugar por toda la Iglesia: «para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero…». Y comenzamos por unirnos al Papa, al obispo de nuestra diócesis y, por supuesto, al Padre: rezamos así «bien apiñados, formando una familia muy unida»[15].
Después, la intercesión se convierte en petición por todos los fieles presentes y en favor de aquellos por los que se ofrece el sacrificio: «Memento, Domine, famulorum famularumque tuarum N. et N. et omnium circumstantium... Acuérdate, Señor de tus hijos N. y N., y de todos los aquí reunidos cuya fe y entrega bien conoces…». La Plegaria eucarística primera pone ante el Señor las necesidades de aquellos, cristianos o no, por los que se reza específicamente, aunque no sea necesario decir sus nombres en voz alta. El sacerdote, dicen las rúbricas, junta las manos y ora unos instantes por quienes tiene intención de encomendar a Dios. San Josemaría habitualmente podía detenerse un poco más: «Hago un Memento muy largo. Cada día hay unos coloridos diversos, unas vibraciones distintas, unas luces cuya intensidad va de aquí para allá. Pero el común denominador de mi ofrecimiento es éste: la Iglesia, el Papa y el Opus Dei. (...) Me acuerdo de todos, de todos: no puedo hacer una excepción. No voy a decir de éste no, porque es mi enemigo; de ése tampoco, porque me ha hecho mal; no de aquél, porque me ha calumniado, me difama, miente... ¡No! ¡Por todos!»[16].
Communicantes et memoriam venerantes...
El Canon Romano nos recuerda también que en la Santa Misa estamos no solo con el Señor, sino también con los hombres de cualquier lugar y tiempo. Por eso se habla no solo de la Trinidad y del Verbo encarnado, de su muerte y de su resurrección; se pronuncian también los nombres de otras personas importantes en la familia, porque nos sabemos también en su compañía.
"ME ACUERDO DE TODOS, DE TODOS: NO PUEDO HACER UNA EXCEPCIÓN. NO VOY A DECIR DE ÉSTE NO, PORQUE ES MI ENEMIGO; DE ÉSE TAMPOCO, PORQUE ME HA HECHO MAL (...) ¡NO! ¡POR TODOS!" (SAN JOSEMARÍA)
«Communicantes et memoriam venerantes... Reunidos en comunión con toda la Iglesia veneramos la memoria...»de la Santísima Virgen, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, en primer lugar; después, san José[17], seguido por los nombres de doce apóstoles, entre los que se incluye a san Pablo[18], y doce mártires de los primeros cuatro siglos de la era cristiana[19].
No se trata de una “enumeración honorífica”, como las que a veces presenciamos en los actos oficiales, no sin cierto tedio y prisa por que acaben. Se trata de nuestra familia, «la gran familia de hijos de Dios que es la Iglesia Católica»[20]. En la Santa Misa estamos en comunión no solo con nuestros hermanos «dispersos por el mundo»[21], sino también con nuestros hermanos glorificados en el cielo, y con los que se purifican para ver con ellos el rostro de Dios. «Mientras nosotros celebramos el sacrificio del Cordero, nos unimos a la liturgia celestial, asociándonos con la multitud inmensa que grita: La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero (Ap 7, 10). La Eucaristía es verdaderamente un resquicio del cielo que se abre sobre la tierra (…) y proyecta luz sobre nuestro camino»[22].
Memento etiam, Domine...
Poco después de la consagración, donde las demás plegarias eucarísticas concentran sus peticiones, el Canon Romano las continúa: «Acuérdate también, Señor, de tus hijos que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz». El celebrante se recoge unos instantes y ora por los difuntos; después prosigue con unas palabras tiernas, de gran calado: «A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo, concédeles el lugar del consuelo, de la luz y de la paz».
EN LA PLEGARIA EUCARÍSTICA, SI PONEMOS CARIÑO DE NUESTRA PARTE, DIOS NOS AGRANDA EL CORAZÓN, LO HACE A LA MEDIDA DEL DE CRISTO.
El recuerdo de nuestros hermanos difuntos pone ante nuestros ojos, una vez más, la fraternidad: los demás. El Espíritu Santo ensancha de nuevo nuestros corazones, porque podemos rezar aquí no solo por nuestros difuntos más cercanos, sino también por todos los hombres y mujeres que Dios ha llamado a sí desde el día anterior; algunos habrán muerto quizá muy solos, y Dios ha salido a su encuentro, a enjugar las lágrimas de sus ojos[23]. «Cuando llega el memento de difuntos, ¡qué alegría rezar también por todos! Naturalmente pido en primer lugar por mis hijos, por mis padres y mis hermanos; por los padres y hermanos de mis hijos; por todos los que se han acercado a mí o al Opus Dei para hacernos el bien: con agradecimiento entonces. Y por los que han intentado difamar, mentir... ¡con mayor motivo!: los perdono de todo corazón, Señor, para que Tú me perdones. Y además ofrezco por ellos los mismos sufragios que por mis padres y por mis hijos (...). ¡Y se queda uno tan contento!»[24]
De multitudine miserationum tuarum sperantibus
El Canon se acerca a su conclusión, e intercede aún por los presentes, celebrante y fieles: «Nobis quoque peccatoribus famulis tuis, de multitudine miserationum tuarum sperantibus... Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos, que confiamos en tu infinita misericordia, admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires...»[25]. Se nombra aquí a san Juan Bautista, seguido de siete mártires varones y siete mártires mujeres: siete es un número que, como el doce que encontrábamos más arriba, tiene una fuerte impronta bíblica: si el doce recuerda la elección divina (de las tribus de Israel, de los Apóstoles, etc.), el siete, es símbolo de plenitud, totalidad.
Ponemos nuestra mirada en el cielo: el Pueblo de Dios se acoge a sus santos en los momentos más trascendentales de su culto, y la santa Misa es el lugar en el que la Iglesia en el cielo y la Iglesia en la tierra se saben más unidas. Benedicto XVI nos alentaba a dar gracias a Dios «porque nos ha mostrado su rostro en Cristo, nos ha dado a la Virgen, nos ha dado a los santos, nos ha llamado a ser un solo cuerpo, un solo espíritu con Él»[26]. Y como agradecer es apreciar, le podemos decir, con santo Tomás de Aquino, «Tú que todo lo sabes y puedes, que nos alimentas en la tierra, conduce a tus hermanos a la mesa del cielo, a la alegría de tus santos»[27].
Juan José Silvestre

[1] San Josemaría, palabras pronunciadas en una reunión familiar, 22-V-1970 (citado en J. Echevarría, Para servir a la Iglesia, Rialp, Madrid 2001, 189-190).
[2] San Juan Pablo II, Enc. Ecclesia de Eucharistia, 17-IV-2003, n. 59.
[3] Sal 71 (72), 8.
[4] Sal 71 (72), 5.
[5] Jn 12, 32.
[6] Cuando no se indica otra cosa, las citas que siguen son, pues, de la Plegaria Eucarística I.
[7] Sal 118 (119), 30.
[8] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 89.
[9] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1352.
[10] San Cirilo de Jerusalén, Catequesis mistagógica V, 6 (PG 33, 1114).
[11] Es Cristo que pasa, n. 169.
[12] Francisco, Homilía, 29-XI-2013.
[13] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2635.
[14] 1 Tm 2, 4.
[15] Beato Álvaro del Portillo, Carta, 29-VI-1975 (en Cartas de familia II, n. 19 [AGP, Biblioteca P17]).
[16] San Josemaría, notas de reuniones familiares del 1-IV-1972 y del 10-V-1974 (citado en J. Echevarría, Vivir la Santa Misa, Madrid, Rialp 2010, 106).
[17] Su nombre se introdujo por decisión de san Juan XXIII en 1962. El Papa Francisco, por medio del Decreto Paterna vices de 1-V-2013, introdujo la mención de san José en las Plegarias eucarísticas II, III y IV.
[18] San Matías es citado en el segundo elenco, tras la consagración.
[19] Son cinco Papas, un obispo, un diácono, seguidos de Crisógono –del que no se sabe si era clérigo o laico– y cuatro laicos.
[20] Javier Echevarría, Carta, 9-I-2002 (en Cartas de Familia V, n. 4 [AGP, Biblioteca P17]).
[21] Misal Romano, Plegaria Eucarística III.
[22] San Juan Pablo II, Enc. Ecclesia de Eucharistia, n. 19.
[23] Cfr. Misal Romano, Plegaria Eucarística III.
[24] San Josemaría, Notas de una reunión familiar, 10-V-1974 (citado en J. Echevarría, Vivir la Santa Misa, 151).
[25] Si bien en su origen el “nosotros, pecadores, siervos tuyos” podría referirse únicamente al sacerdote celebrante y a sus ministros, en la actualidad parece evidente –a la vista de las otras Plegarias eucarísticas– que se pide para todos la unión con la Iglesia celeste.
[26] Benedicto XVI, Discurso, 20-II-2009.
[27] Santo Tomás de Aquino, Himno Lauda Sion.