viernes, 11 de agosto de 2017

UH, UH, UUUUH; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

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Comentaban mi artículo de ayer y me decían que el ulular de la lechuza les parecía terrorífico. Yo decía que no, que qué va, que un tanto profundo y nada más. Pero a los diez minutos, su recuerdo me erizaba la piel y me helaba la sangre. Una amiga muy sabia me escribía para soplarme que me había confundido: "La lechuza está muy loca y chilla como en una peli de terror. Chirría más que ulula. El cárabo, en cambio, sí que ulula". ¡Horror!
Tengo tanto trato con mis equivocaciones que les he cogido ley. Lo que mejor recuerdo de la carrera son mis fallos en los exámenes. La rabia y el remordimiento son reglas mnemotécnicas. Lo que no me supe es lo que me sé. Mi lema vital es el "Aún aprendo" del anciano del grabado de Goya, que miro como un espejo. Podría escribir, como Enzensberger, un libro titulado Mis traspiés favoritos, aunque tendría que ser una trilogía. El del cárabo es un error, además, del que salimos ganando, porque hoy publico esta fe de erratas en vez del artículo que tenía previsto, que versaba -uh, uh, uuuuh- sobre el referéndum de Cataluña. Pero me duele por el cárabo, al que confundí, y por ustedes, a los que confundí, de otro modo. Discúlpenme.
Para consolarme, mi amiga añadía que se trata de un error común que se debe a que en las películas enfocan una lechuza, mucho más fotogénica con su blancura fantasmal y sus ojos de ultratumba y su pico zombi, y luego ponen el "uh, uh, uuuuh" del cárabo, que tiene una voz más sensacional. Durero pintó un precioso cárabo de ojos negros, aunque en las postales del Museo Albertina reza que es mochuelo.
¿Quién sabe si aquel eco de melancolía del canto del cárabo no viene de sus preteridos derechos de autor? Le hurtan su canto para dárselo a la lechuza y le quitan su imagen para dársela al mochuelo. ¿Qué le queda al cárabo?
Le queda Shakespeare, que en Julio César no se confundió -es lo que tienen los grandes-. Le queda que es una de esas especies (¡aúpa el cárabo!) cuya población aumenta. Y a partir de ahora le prometo mi ferviente propósito de reparar mi preterición. Si me he pasado la infancia, la adolescencia, la juventud y la madurez confundiendo su canto, ahora pongo toda mi esperanza en mi esperanza de vida. Espero gozar de los mismos largos años siquiera sea para, cada vez que se oiga "uh, uh, uuuuh", que será más, porque su población felizmente aumenta, decir como quien no quiere la cosa: "Oíd, un cárabo".

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