domingo, 3 de diciembre de 2017

* CONCHITA COLLANTES AGUILAR





Cuando se escribe en silencio se escucha mejor lo que el corazón quiere decir y por eso mismo y por tanto hoy he querido dedicarle a una mujer ejemplar, llena de fuerza, vivencias y Fe.

Por eso he querido dedicarle mi semanal artículo en Información San Fernando en el apartado que dirige y coordina mi buen hermano Pepe Moreno Fraile a Conchita Collantes Aguilar.

Y en este mes de diciembre seguiré escribiendo en silencio...

Jesús Rodríguez Arias 





CONCHITA COLLANTES AGUILAR




Será que este año además de duro está siendo emocionalmente intenso que me encuentro más sensible, me fijo más no tanto en las cosas sino en las personas, en esas que muchas veces están junto a ti y por eso mismo ni te detienes en ellas. Ese tipo de personas que huye de ese protagonismo que al final, la verdad sea dicha, no conduce a nada.

Hace un mes escribí uno de los artículos que más sufrí y más gocé como fue el dedicado a Tata el cual ha hecho historia pues no os podéis ni imaginar la cantidad de llamadas, mensajes y conversaciones que me han manifestado su emoción pues mis palabras le habían recordado a sus respectivas “Tatas”.

Hoy quiero traer a colación a otra mujer que también rehúye cualquier estéril protagonismo, que le gusta trabajar y servir desde esa segunda posición que hace no aparezca en las fotos, de las que su presencia se nota por cuanto ha hecho, por sus silencios, sus medidas palabras.

Yo la conozco hace tan solo 11 años aunque desde entonces forma parte de mi propia vida. Siempre le he reconocido su valía en lo personal, en lo profesional y como mujer de profunda y recia Fe. Mujer bondadosa que te llega a dar hasta lo que no tiene para verte feliz, queriendo siempre agradar, de palabras y gestos medidos aunque de sinceridad aplastante pues si a ella le gusta algo lo dice y si no también.

Fue una mujer trabajadora que nació en Campamento que es una pedanía de San Roque muy cercana a Gibraltar. Sus padres le inculcaron el amor por aprender, por formarse, por la Familia, así como una inmensa, profunda y honda Fe, no obstante Antonio, su padre, fue secretario por aquél entonces del Obispo de Gibraltar y su madre Angustias fue una mujer piadosa entregada a su Familia y también a todo el pueblo sin más ni más. Allí creció junto a sus hermanos Miguel y Charo.

Estudió y ejerció durante años de Maestra aunque sería el inolvidable Padre Idelfonso Pérez Alcedo un cura venerado en esta bendita Isla de León y muy querido en Campamento donde fue párroco el que le aconsejara, debido a su vocación de servir sobre todas las cosas, el que estudiara en Sevilla una carrera que empezaba por aquél entonces como era la de Asistente Social. Marchó a la capital hispalense y fijó su casa en la trianera calle de San Jacinto. Cuando salió con el título debajo del brazo fue una de las pioneras de su Colegio Profesional ostentado actualmente el número 5. Con su preparación entró a formar parte de la plantilla de la antigua Fábrica de Botellas en Jerez de la Frontera con el cargo y la responsabilidad de Asistente Social, la única que había.

Allí conoció a Fernando Benítez Carrasco, que se había quedado viudo hace poco y tenía una hija, y con el pasar del tiempo sería su marido al que amó y sigue amando con locura a pesar de que este falleciera hace más de veinte años. Sí, le profesa esa clase de amor que hace se le impregne sus ojos en lágrimas cuando lo recuerda y que la verdad es que no se puede poner límites al Amor. En poco tiempo perdió a su marido y antes a María del Carmen que era la hija del primer matrimonio de Fernando.

De esa feliz unión nació Hetepheres que con los años sería mi mujer y que ha sido educada en los valores de aprender, cultivarse, servir, entregarse a los demás y vivir la Fe sin demasiados artilugios pues solo en la desnuda pureza de encauzar la existencia según los designios de Dios se puede llegar a concebir el Amor tan grande que nos tiene.

Hoy Conchita no es ni por asomo lo que fue, no puede serlo porque los años no pasan en balde, pero mantiene esa elegancia natural, esas ganas de seguir aprendiendo aunque sus limitaciones hacen que tenga que prestar más atención con el consabido cansancio que esto conlleva. Hoy sonríe cuando le recuerdan su infancia, su juventud, su madurez, sus estudios, sus carreras, su bendita profesión. Sonríe con esa melancolía propia de los que han vivido mucho cuando hablan del Campamento de su infancia, de la trianera Sevilla de su juventud, de ese Jerez que poco a poco va desapareciendo y que ella con su ejemplo y vida ayudó en parte a construir.

Ahora Conchita es una mujer orante siempre con su rosario en la mano, una mujer con hondos silencios y recuerdos que se mezclan en su memoria, una mujer de Fe que necesita para vivir la Eucaristía. Una mujer tranquila aunque todavía a sus años se rebela contra las injusticias sea cual sea.

Fernando y Conchita supieron inculcar sus valores, sus virtudes, sus deseos de conocer, su modelo de vida de servicio y entrega a los necesitados, su Amor por la Eucaristía, por la Fe, por la Iglesia y por la vida a Hetepheres haciéndola ser la mujer que es hoy en día y aunque tan solo sea por eso le doy las gracias a mi manera que es en forma de artículo donde el corazón de nuevo se hace palabra.


Jesús Rodríguez Arias


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