miércoles, 27 de diciembre de 2017

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN

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Primera lectura

Comienzo de la primera carta del apóstol san Juan 1,1-4:

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida (pues la vida se hizo visible), nosotros la hemos visto, os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestra alegría sea completa.

Salmo

Sal 96,1-2.5-6.11-12 R/. Alegraos, justos, con el Señor

El Señor reina, la tierra goza, 
se alegran las islas innumerables. 
Tiniebla y nube lo rodean, 
justicia y derecho sostienen su trono. R/.

Los montes se derriten como cera 
ante el dueño de toda la tierra; 
los cielos pregonan su justicia, 
y todos los pueblos contemplan su gloria. R/.

Amanece la luz para el justo, 
y la alegría para los rectos de corazón. 
Alegraos, justos, con el Señor, 
celebrad su santo nombre. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 20,2-8

El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Reflexión del Evangelio de hoy

Conocer y creer en Jesús significa entrar en la vida de Dios

El Evangelio de Juan y sus escritos quieren darnos a conocer el gran Misterio que se ha revelado en Jesús. La celebración de la fiesta de S. Juan Evangelista en estos días de Navidad cobra todo su sentido con el mensaje que Juan trasmite en su evangelio: estad alegres en el Señor. El Señor, Palabra de Dios hecha hombre entre nosotros, el Verbo que desde el principio estaba en Dios, a través del cual todas las realidades fueron creadas, se ha manifestado y ha aparecido entre nosotros. La Navidad es el principio de esta particular y exclusiva manifestación de Dios. La vida de Dios se nos ha dado en Jesús para recrear en nosotros una nueva forma de vida en comunión con el Padre y el Hijo. Una comunión que nos hace entrar en la eternidad de Dios. Una comunión que nos despega del pecado y de la muerte, y cambia todo el sentido de nuestra vida. Ya no somos hijos del pecado ni estamos bajo la esclavitud de la muerte. Dios nos ha liberado y somos testigos de esperanza en este nuevo mundo. “Os escribo esto para que vuestra alegría sea completa”, dice Juan, y quiere que seamos transmisores y testigos de esa alegría.

La salvación y la paz de Dios llenan de sentido nuestra nueva vida

Juan ha vivido de cerca la manifestación del Verbo. El discípulo a quien Jesús tanto quería ha vivido esa encarnación del Verbo de Dios hasta el final. Encantado con sus palabras y sus hechos milagrosos, fiel seguidor de sus avatares y encuentros, ha entendido que Jesús es la teofanía de Dios en este mundo, y Juan es uno de sus testigos privilegiados. Así nos lo expone en este evangelio que leemos hoy. María Magdalena y otras mujeres han acudido al sepulcro y vuelven escandalizadas porque el Señor ha desaparecido del sepulcro. Acuden a Pedro y Juan para saber del destino del Señor crucificado y sepultado. Ellos también quieren ver qué pasó con el cuerpo del Maestro y acuden raudos al sepulcro. El sudario recogido y las vendas esparcidas tienen un significado de fe para ellos. Dios no ha abandonado a Jesús sino que le ha levantado a su dignidad original. Y allí se activa su fe en el Señor Mesías. La Palabra de Dios se hace viva en ellos y empiezan a entender todas las cosas que el Señor les había comunicado. Jesús es la Palabra de Dios hecha carne que nos da vida eterna a los que creemos en Él. Una Palabra que debe propagarse a todas las naciones, porque la salvación de Dios tiene sentido para toda la humanidad. Que Dios se haya encarnado en nuestro mundo como uno de nosotros y haya participado de nuestra existencia cambia la relación de los hombres y su destino. Dios está con el hombre y nosotros no podemos estar de espaldas a Dios. En Jesús la vida del hombre se dignifica hacia una fraternidad universal en Dios, haciéndonos hijos suyos. Esta es la misión que todos los cristianos tenemos: anunciar la buena nueva de la salvación acaecida en Jesús, en anunciar que la Navidad, la presencia del Señor en medio de nosotros es un mensaje de esperanza para nuestro mundo. Un mensaje que se traduce en ser hermanos, en descubrir en el prójimo la vida de Jesús, su presencia real en el otro, que nos obliga a amarle como un hermano. El mundo tiene otra dimensión, no caben la discordia, ni el odio, la violencia ni el rencor. Somos hermanos porque somos hijos del mismo Dios, manifestado en el Señor Jesús. Así alabamos al Señor dando gracias y bendiciendo su gloria y su paz entre los hombres de buena voluntad.
¿Llenamos de significado salvador nuestras navidades acercándonos a los hermanos más desvalidos y necesitados?
¿Somos mensajeros de paz, artífices de reconciliación y espejo de esperanza para quienes se aproximan o se cruzan en nuestras vidas?
Que el espíritu de la Navidad, la vida de Dios en nuestro mundo llene de vida también nuestra propia existencia como hijos elegidos de Dios.
D. Oscar Salazar, O.P. 
Fraternidad San Martín de Porres (Madrid)

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