miércoles, 6 de diciembre de 2017

LO PROMETIDO ES NADA; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ



Empieza la campaña electoral catalana y el voto nacionalista no termina de desinflarse. Yo no sé si Rajoy, al hacer del 155 un momentáneo brinco, pensó, más que en mantener la rima, en que con unas elecciones a bote pronto o de volea, desde la misma red, podría sacar rédito del ridículo y fracaso de los nacionalistas. Quiero pensar que lo pensó y no que le dio igual entregar de nuevo Cataluña a los independentistas para volver a empezar.

Lógico también que lo pensara. Los independentistas han demostrado que mintieron al asegurar que lo tenían todo controlado, que las empresas no se marcharían, que Europa les recibiría con los brazos abiertos… Ha aumentado el paro, se ha venido abajo la economía, unos se han desdicho en los tribunales y otros han puesto pies en polvorosa. Sin embargo, las encuestas dicen que el voto nacionalista baja muy poco y que Puigdemont es el líder (¡el líder!) más valorado (¡valorado!). Si Rajoy se equivocó, también lo hizo -es justo reconocerlo- Tarradellas. Afirmó que en política se puede hacer de todo, menos el ridículo, y éstos han hecho de todo y más y, además, el ridículo, y siguen triunfando en las encuestas electorales. 

¿Cómo puede pasar? Pues incluso un impávido Rajoy tendría que hacer examen de conciencia, y con él toda la clase política. Se han acostumbrado todos a no cumplir los programas políticos ni de chamba, así que el pueblo soberano ha aprendido a no votarles por el programa. Y de ahí a votarles por el no programa no hay más que un leve desplazamiento del no. Se ha vaciado la política de contenido contractual y nos ha quedado un ejercicio contra actual, etéreo despliegue sentimental. Ideología no viene de idea, sino de logia. El bando, el grupo, el partido determina lo que se piensa. Votar es botar, pura expresión corporal. Nadie hace ni memoria ni cálculos. El Barça era más que un club y ahora la política no es más que un club. Se impone el sentir futbolero y se vota en consecuencia. Del "Viva el Betis manque pierda" hemos pasado a "Voto al líder manque mienta" o "Viva elpathos manque nos pierda".

Revertir la situación exigiría unos políticos que cumpliesen su palabra y que rindiesen cuentas de sus actos. Necesitamos una pedagogía de la responsabilidad pública. Alguien nos tiene que demostrar que votar esto o lo otro no es baladí. El principio fundamental que restablecer en nuestra vida pública es el de la causalidad.

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