martes, 17 de abril de 2018

¿CÓMO VIVE UN CATÓLICO EREMITA EN PLENO SIGLO XXI?


Hermano Rex / Crédito: Foto de cortesía
Si bien la vida eremítica ha sido abandonada gradualmente en la Iglesia Católica, aún existen religiosos que aseguran que esta vocación puede ser vivida en pleno siglo XXI, caracterizado por el avance de la tecnología en las comunicaciones.

Es el caso del Hermano Rex, un eremita de la Hermandad Little Portion de la Diócesis de Portland, ubicada en el estado de Maine (Estados Unidos), quien reconoce que esta es una vocación reconocida en la Iglesia y es mucho más que prácticas y aislamiento ascéticos.

“La gracia me atrajo a esta forma particular de discipulado. El ejemplo de los Padres y Madres del Desierto me atrajo a esta vida. También el ejemplo de muchos de los grandes santos a lo largo de la historia, como Francisco de Asís, un santo conocido que vivió como eremita por un tiempo antes de ser llamado a fundar una fraternidad religiosa de Hermanos”, contó el Hermano Rex en una reciente entrevista concedida a CNA –agencia en inglés del Grupo ACI–.

La palabra “eremita” proviene del griego “eremos”, que significa desierto o un lugar aislado. La vocación de un eremita se hizo más popular entre los primeros cristianos, quienes, inspirados por santos como Elías y Juan el Bautista, deseaban vivir una vida apartada y, por lo tanto, se retiraron al desierto para vivir en oración y penitencia.

De acuerdo al Código de Derecho Canónico de la Iglesia Católica, la definición de un eremita se encuentra en el numeral 603.


“§1. Además de los institutos de vida consagrada, la Iglesia reconoce la vida eremítica o anacorética, en la cual los fieles, con un apartamiento más estricto del mundo, el silencio de la soledad, la oración asidua y la penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del mundo”, sostiene.

Un día en la vida de un ermitaño

El Hermano Rex asegura que uno de los aspectos más alegres de su vida es la oportunidad que Dios le da “de pasar largas temporadas en el silencio de la soledad” para “estar en la presencia de Dios y del prójimo a través de la oración”.

“Un aspecto alegre de mi vocación es que tengo la bendición de ser parte de las vidas de otras personas, ya que me invitan a unirme a ellas a lo largo de su vida a través del ministerio de la oración intercesora”, relató.

El Hermano Rex cuenta que su día comienza alrededor de las 4:00 a.m. y participa de la Hora Santa entre 5:00 y 6:00 a.m. Luego asiste a Misa en una parroquia local a las 7:00 a.m.

Después de regresar de la Misa, desayuna y dedica el resto de la mañana a la Lectio Divina, y muy de vez en cuando, atiende a alguna persona que concertó una cita para dirección espiritual.

“Después de la oración del mediodía y el almuerzo, la tarde (aproximadamente 1:00 a 5:00 p.m.) consiste en un período de trabajo durante el cual respondo al correo electrónico y recibo las solicitudes de oración”, explica el hermano.

Más tarde, a las 5:00 p.m. reza las Vísperas; cena a las 5:30 p.m.; y su oración por la noche es a las 7:00 p.m. Finalmente, las luces suelen apagarse a las 8:00 p.m.


“Este horario es lo suficientemente rígido como para proporcionar estabilidad a mi vocación en el silencio de la soledad, pero lo suficientemente flexible como para hacer recados, citas con el médico, realizar tareas en la ermita, etc.”, aclara el Hermano Rex.

Sobre la vida de otros eremitas que conoce, afirma que rara vez se aventuran fuera de su ermita.

“Algunos ermitaños se aventuran un par de días a la semana a algún tipo de trabajo para proporcionar apoyo financiero. La cantidad de tiempo que un eremita pasa fuera o encuentra a otras personas está determinado en gran medida por la interpretación del Canon 603 en diálogo con su ordinario o su representante, y la regla o plan de vida del eremita”, describe.

Al final de la entrevista, el Hermano Rex afirmó que “la vida eremítica es un llamado de Dios e incluye el amor a los demás”, y que se aleja de lo que algunos pueden considerar “misantropía”, a la que definió como una “respuesta psicológicamente desadaptada al mundo.”

“Lo que oro por otros católicos, cristianos no católicos y la sociedad en general es que ellos, como yo, venimos a experimentar la libertad, la felicidad y el gozo que provienen de someter la propia voluntad y vida al amoroso señorío de Jesucristo en cualquier estado de la vida se encuentran a sí mismos”, concluyó.

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