martes, 17 de abril de 2018

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN

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Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 7, 51-59

En aquellos días, Esteban decía al pueblo, a los ancianos y a los escribas; -«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado; recibisteis la Ley por mediación de ángeles, y no la habéis observado.» Oyendo estas palabras, se recomían por dentro y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo: -«Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios.» Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos, dejando sus capas a los pies de un joven llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: - «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito: - «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y, con estas palabras, expiró. Saulo aprobaba la ejecución.

Salmo

Sal 30. 3cd-4. 6ab y 7b y 8a. 17 y 21 ab R. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu

Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R/.

A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
yo confío en el Señor.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 30-35

En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: - «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo."» Jesús les replicó: - «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.» Entonces le dijeron: - «Señor, danos siempre de este pan.» Jesús les contestó: - «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

Reflexión del Evangelio de hoy

Señor, no les tengas en cuenta este pecado

Esteban se enfrenta a un ambiente hostil, de persecución, y pregunta a escribas y ancianos de la ley porqué persiguieron a los profetas. Pero ellos, no lo están haciendo mejor, ellos están ejerciendo la misma persecución sobre los nuevos profetas que siguen a Cristo resucitado.
Recibisteis la ley por mediación de ángeles y no la habéis observado. Todo lo que sustenta vuestra fe no lo cumplís. La ley es un vestido roñoso a lo que no dais vida.
Esteban primero les recuerda sus orígenes de su religión, y sus infidelidades les llama duros de cerviz e incircuncisos del corazón, porque no hay cosa peor que un corazón impuro. Esteban despierta la rabia, y la rabia ya sabemos que se alimenta del odio un odio que conducirá a desencadenarse en violencia.
Esteban comenta su visión celestial: vio a Jesús de pie a la derecha de Dios. Nada más comentar esto fue suficiente para que desencadenara la violencia. Dándose así el primer martirio después de Jesús de uno de sus discípulos. Hay un paralelismo pues entre la muerte de Esteban y la de Jesús: ambos murieron perdonando y entregando confiadamente su espíritu. Esteban pone así en la cima de la cruz el seguimiento a Jesucristo, hasta sus últimas consecuencias. Hombres llenos de Espíritu de Dios viven con valentía su fe, hasta que un día esa fe tendrá que ser asumida hasta el último suspiro.

¿Cuál es tu obra?

La gente quería ver signos espectaculares en Jesús para creer, pero Jesús insiste en que la fe es un don gratuito y desinteresado. La gente recuerda el maná en el desierto como un signo de Moisés, pero Jesús les hace ver que fue Padre Dios el autor de esa proeza.
La gente quiere el pan del pasado, que ni recuerdan, ni han comido de él, sólo quieren experimentar un signo de Dios que ocurrió en el pasado con sus padres y abuelos, y sólo han oído hablar de ello.
Jesús se presenta a él mismo como el pan del presente: Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y saciará la sed. La fe en Jesús es más poderosa que cualquier milagro o signo extraordinario que se espere. Pero la gente sigue exigiendo a Dios pruebas, obras. No comprenden que para creer en Jesús pasa por vivir, con él y para él.
Fr. Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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