martes, 15 de mayo de 2018

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN

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Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 20, 17-27

En aquellos días, desde Mileto, mandó Pablo llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso. Cuando se presentaron, les dijo: -«Vosotros sabéis que todo el tiempo que he estado aquí, desde el día que por primera vez puse pie en Asia, he servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas que me han procurado las maquinaciones de los judíos. Sabéis que no he ahorrado medio alguno, que os he predicado y enseñado en público y en privado, insistiendo a judíos y griegos a que se conviertan a Dios y crean en nuestro Señor Jesús. Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu. No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios. He pasado por aquí predicando el reino, y ahora sé que ninguno de vosotros me volverá a ver. Por eso declaro hoy que no soy responsable de la suerte de nadie: nunca me he reservado nada; os he anunciado enteramente el plan de Dios.»

Salmo

Sal 67, 10-11. 20-21 R. Reyes de la tierra, cantad a Dios.

Derramaste en tu heredad, oh Dios, 
una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada 
y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, 
oh Dios, preparó para los pobres. R.

Bendito el Señor cada día, 
Dios lleva nuestras cargas, 
es nuestra salvación. 
Nuestro Dios es un Dios que salva, 
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. R.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 1-11a

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: - «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»

Reflexión del Evangelio de hoy

Testigo del Evangelio de la gracia de Jesús

Pablo deja a modo de testamento unas palabras a los presbíteros de la Iglesia. Es un discurso de despedida, en el que dice que a él no le importa la vida, que no se la guarda para sí. Lo que le importa es completar su carrera y consumar el ministerio que recibió del Señor Jesús: ser testigo del Evangelio de la gracia de Jesús.
Porque la vida de un apóstol no es garantizar su vida, Pablo sabe que sufrirá penas y cárceles con su marcha a Jerusalén. No se hace responsable de la vida de todos, ni de su suerte. Por su parte él es consciente que ha anunciado enteramente el plan de Dios. Es consciente de podrá ser martirizado. De ahí que se despida de los suyos.
La vida de un Apóstol es predicar a Cristo y éste resucitado, anunciar, aunque con ello le cueste la vida, he ahí la prueba de fidelidad que Pablo muestra con su ímpetu apostólico. Y la referencia para todo predicador que se preste anunciar a Cristo.

Y ellos han guardado tu palabra

En la oración sacerdotal se repite constantemente el verbo glorificar, y debe entenderse en el sentido de aceptación del sacrificio redentor. La vida eterna, fruto del sacrificio del Hijo, se define como conocimiento del único Dios verdadero y de su enviado, pero implica la comunión mediante la fe y el amor.
Jesús muestra satisfacción por la comunidad que surge mediante su palabra, apuesta por sus discípulos. Él les ha manifestado el nombre de Dios en medio de ellos, y ellos han guardado la palabra de Dios. Han experimentado que todo procede de Dios, han conocido las palabras que Jesús ha manifestado de Dios, la palabra de Dios, y la han recibido y han creído.
Porque creer implica recibir-acoger la palabra de Dios, desde una escucha atenta, y por otra parte la acción de creer, aceptar que esa palabra da vida a los corazones de los creyentes. Implicarse no sólo en la celebración de la Eucaristía, sino en la palabra que resuena como testimonio del amor que Jesucristo mostró con los hombres en la cruz. Hay que implicarse en la Palabra y desde la Palabra que hemos recibido, siendo testigos y evangelizadores del Reino de Dios.
Fr. Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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