martes, 15 de mayo de 2018

ROCIEROS PEREGRINOS; POR JOSÉ JOAQUÍN LEÓN



Ser rociero en Cádiz capital tiene un valor especial. Desde el Rocío de 2016 tiene más mérito todavía, porque el actual equipo de gobierno de José María González los menosprecia. Puede que sea por ignorancia de lo que realmente supoone esta celebración. O por revanchismo, debido a que la anterior alcaldesa, Teófila Martínez, los recibía y trataba con afecto, además de acudir en no pocas ocasiones a la aldea para participar en la presentación de la Hermandad de Cádiz. En eso, como en todo, siempre debe predominar lo institucional. Aunque Cádiz sea una ciudad libre de mulas y de bueyes, en el resto de Andalucía existen otros criterios.
En Sevilla, Huelva y en gran parte de la provincia de Cádiz es fácil ser rociero, porque el ambiente acompaña más. En la provincia gaditana, las más antiguas, famosas y lucidas son las hermandades de Sanlúcar y Jerez, pioneras junto a la de El Puerto, y también peregrinan las de Puerto Real, La Línea, Rota, Arcos, San Fernando, Chiclana y Chipiona, junto a la de la capital. Acuden agrupaciones parroquiales de San Roque y Guadalcacín. Y a los embarques en Bajo de Guía se suma la Hermandad de Ceuta, que pertenece al Obispado de Cádiz.
En Cádiz capital, por el contrario, el ambiente acompaña menos. Este año la hermandad que preside Manuel García Perales, como hermano mayor, acordó no pasar por el Ayuntamiento, donde les hicieron un desplante, o lo que sea, el año pasado. Van directamente a Santo Domingo. Los peregrinos de esta hermandad son pocos, si se comparan con las de más arraigo, pero mantienen una fidelidad que demuestra la firmeza de su devoción a la Virgen.
Puede que Cádiz esté en inferioridad porque el Rocío es una devoción rural en su origen. Más que nada de campo. Por eso, en las comarcas agrícolas es donde se encuentra más arraigada la devoción. A muchos que somos urbanitas nos atrae más la Semana Santa. Sin embargo, se debe reconocer que el camino de Cádiz es impresionante, sobre todo tras el embarque, cuando se adentran por Doñana. Esto me lo decía siempre el recordado compañero Emilio López, que era más gadita que el Puente Canal, pero también un rociero confeso, y cubrió esa información muchos años para el Diario.
Por eso reitero que los rocieros de Cádiz se merecen más respeto. No van de juerga flamenca, no van a otro Carnaval fuera de temporada. Participan en una peregrinación, haciendo un esfuerzo, para encontrarse de cara con la Blanca Paloma que ilumina el espíritu de un sentir mariano.

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