domingo, 20 de mayo de 2018

UN HOGAR PARA LOS CRISTIANOS ÁRABES DE VALENCIA




La archidiócesis valenciana ha cedido a la comunidad de cristianos de Oriente Medio afincados en la ciudad la iglesia de San Pablo. Allí pueden celebrar en árabe, encontrarse, ayudarse y dar a conocer su cultura
Hace casi 30 años Jorge Ibrahim dejó su ciudad natal, Kfarbou, en Siria, para estudiar Odontología en España. Estudiar fuera era algo frecuente en su familia. Y «España era el sitio más fácil porque mi tío vivía en Barcelona desde 1969». Greco-ortodoxo, casado con una compatriota y padre de tres niñas, ahora es el presidente de Aramia, una asociación de cristianos de Oriente Medio afincados en Valencia.
El proyecto surgió hace cuatro años, debido a la guerra en Siria y a la persecución del Daesh en este país y en Irak. Ibrahim había seguido con «mucha impotencia» las noticias que le llegaban sobre los ataques contra poblaciones cristianas y los secuestros de mujeres y niñas. «No me entraba en la cabeza. Los cristianos habían sido dejados a su suerte. Pensé que había que hacer algo». Por ello, cuando algunos refugiados cristianos comenzaron a llegar al Centro de Acogida a Refugiados de la ciudad del Turia, él y algunos amigos entablaron contacto con ellos.
«Les hacía mucha ilusión conocernos. Siempre hemos intentado que se sintieran en familia». De ahí surgió la idea de formar Aramia. La asociación cuenta ya con casi 300 personas: sirios, iraquíes, libaneses y egipcios, entre otros; repartidos a partes casi iguales entre los recién llegados y los veteranos. Pero les gustaría llegar al resto de los los 500 cristianos de Oriente Medio que, según sus estimaciones, viven en Valencia.
Esta gran familia cuenta además, desde hace unas semanas, con su propia casa: la iglesia de San Pablo, cedida por el Arzobispado y que ellos mismos han adecentado. Un sacerdote copto y otro católico iraquí se turnarán para que haya Misa en árabe cada domingo. Pero la iglesia pretende ser mucho más: «Vamos a intentar hacer una cocina para que la gente se pueda quedar después de Misa a tomar un café. También queremos montar un coro».
Con todo, la apuesta más fuerte de momento son las clases. Enseñarán a los recién llegados castellano y, si encuentran voluntarios, valenciano. Habrá cursos de árabe, sobre todo para los niños, aunque «ya tenemos algún español interesado. Y para resucitar nuestra historia» también habrá clases de arameo, la lengua de Jesús que lo es todavía de muchos cristianos de la región. El resto de proyectos se irán poniendo en marcha en la medida que lo permitan sus recursos. De momento, no son muchos los que pueden hacer aportaciones económicas.
Pioneros en acogida
Prefieren autofinanciarse, pero saben que cuentan con el respaldo total del Arzobispado. «Cuando le planteé al cardenal Cañizares la posibilidad de cedernos un espacio para tener el culto en árabe en un sitio fijo –recuerda Ibrahim–, nos cedió la iglesia casi al día siguiente». El padre Olbier Hernández, delegado de Pastoral con Inmigrantes, incide en que «la cuestión de los cristianos perseguidos es un sufrimiento grande para él. De hecho, fuimos la primera Iglesia local de España en establecer un sistema de acogida a refugiados».
Se refiere al proyecto En casa hay sitio para un hermano más, que surgió en paralelo a Aramia. Cuando en la archidiócesis tuvieron noticia de la presencia de cristianos en el Centro de Acogida a Refugiados (CAR) y se acercaron a conocer su situación, «vimos que necesitaban el acompañamiento de la Iglesia local. A algunos les resultaba difícil convivir con musulmanes» al haber sufrido una persecución tan reciente, explica el sacerdote. Por otro lado, «al terminar los recursos de primera acogida del Estado, quedaban en una situación de desprotección». Se comenzó cediendo cuatro pisos del Arzobispado para familias que tenían que dejar el CAR. A ellos se sumaron luego otras viviendas aportadas por parroquias, órdenes religiosas y algunos particulares. Desde En casa hay sitio…, con la participación de Cáritas y CONFER, se les ofrece también asesoramiento legal y formación. Hasta ahora se han beneficiado de esta ayuda más de cien personas, de Oriente Medio y otros lugares.
Los propios cristianos mediorientales también ayudan a sus hermanos. «Ahora estamos intentando entre todos colocar a dos personas –explica Ibrahim–. Aunque la mayoría están ya bien asentados aquí, se han incorporado al mercado laboral y han creado negocios. Alguno hasta da trabajo a españoles». Hernández pone como ejemplo a dos hijos de una familia que, cuatro años después de llegar, «están estudiando en la universidad, plenamente integrados y hasta con novias españolas».
Ahora, el círculo se ha cerrado con la iglesia. «Aunque nosotros en general buscamos que los inmigrantes se integren en sus parroquias, algunas comunidades como esta necesitan un acompañamiento particular para no perder su identidad». Esta comunidad permitirá además –afirmó el cardenal Cañizares durante la apertura del templo, el 29 de abril– «sentirnos muy unidos a vuestros países, a vuestros familiares y amigos que siguen allí» dando testimonio de su fe con su vida.
María Martínez López

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